En esa atmósfera enrarecida. agrupaciones como la Legión de Mayo, la Liga Republicana y la siempre presente Liga Patriótica Argentina, grupo parapolicial de triste memoria en las jornadas de la Semana Trágica de 1919, tomaron el modelo de los squadristi mussolinianos.
Yrigoyen al Poder – 1916
La Restauración Oligárquica – 1 de 2
6 de septiembre de 1930:
Sábado a la mañana en la Ciudad de Buenos Aires. Un avión solitario al que luego se agregaron otros, sobrevoló el Centro porteño arrojando panfletos en los que se comunicaba a la población que la “Revolución” había comenzado. Los aparatos lanzaron la proclama golpista también sobre los cuarteles de Campo de Mayo, Palermo y apostaderos de Puerto Nuevo, exhortando a sus camaradas a sumarse al levantamiento.
La rebelión contra el gobierno constitucional de Hipólito Yrigoyen no fue sorpresiva ni le faltó consenso. Pocas veces la deposición de un gobierno civil fue tan anunciada; habría que adelantarse mucho en el tiempo para encontrar un cuadro similar en cuánto a desfachatez pública, con el desalojo de Arturo Illia e Isabel Perón respectivamente y la cadena de complicidades -por acción u omisión- de sectores políticos, económicos, sindicales, estudiantiles y buena parte de la prensa.
Es inevitable remontarse a algunos precedentes, para comprender el asalto al poder en 1930 por parte del Ejército y sus socios civiles y el silencio “comprensivo” de la Armada; la Aviación Militar era todavía una rama de la fuerza de tierra. Más allá de las fantasías fascistoides de Uriburu, el resultado fue el retorno a un pasado económico social irremediablemente superado, que pudo sostenerse trece años mediante la represión, el fraude y la entrega de nuestra soberanía. El periodista José Luis Torres la llamó “Década Infame”.
Huelguistas Apresados en la Patagonia en 1922
Los Antecedentes
El líder radical ganó las elecciones presidenciales de 1916, bajo la flamante ley llamada “Sáenz Peña” ya que ese presidente, fue el autor de la reforma (1912) que permitió votar a todos los varones mayores de 18 años, basándose en el padrón del Servicio Militar Obligatorio. Es probable que la decisión de Sáenz Peña obedeciera en gran medida a la intransigencia radical que desde 1890 y mediante tres insurrecciones armadas, exigió la plena vigencia de la Constitución Nacional y el libre ejercicio del sufragio y no es un dato menor, que del último pronunciamiento radical (1905) participó un número importante de cuadros militares.
“Reparación al pueblo” fue la consigna de Yrigoyen, pero ya en el gobierno no se detuvo en garantizar el voto popular. Intervino provincias cuyos gobernantes surgieron del fraude, tuvo clara la importancia de la economía y el rol del Estado en la construcción de una nación moderna, creó Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF), ordenó el tema ferroviario que era monopolizado por empresas extranjeras, mantuvo la neutralidad en la Primera Guerra Mundial y luego, retiró a nuestro país de la Liga de las Naciones, denunciando la inutilidad de ese organismo que distaba de representar a las mayorías del planeta y bajo su gobierno, se impuso la Reforma Universitaria.
En el plano social, reguló el problema de los alquileres, en 1920 expropió 200.000 toneladas de azúcar a los acaparadores, para venderlas a precios populares y otras medidas impensables bajo el “Régimen” que -según Yrigoyen- se oponía a la “Causa”. Pero dos manchas imborrables pesan en el primer gobierno radical: la represión de obreros conocida como la “Semana Trágica” de enero de 1919 en Buenos Aires que dejó cientos de muertos y la masacre de trabajadores en La Patagonia en 1921 con unas 1.200 víctimas; ambas a manos del Ejército y fuerzas de
seguridad. Si las órdenes partieron de la Casa Rosada o fueron decisiones de los jefes militares nunca quedó claro, pero lo importante fueron los terribles resultados.
En 1922 fue electo Marcelo T. de Alvear, “delfín” de Yrigoyen quien se limitó a administrar sin mayores sobresaltos y con el tiempo, conduciría un radicalismo complaciente con el “Régimen” y enfrentado al caudillo. Pero lo hecho por el gobierno yrigoyenista, alcanzó para incubar en la vieja oligarquía agroexportadora, la inquietud por los cambios sociales y políticos que más allá del radicalismo, anunciaban el ascenso de nuevas fuerzas que les disputaban el poder. Los dueños de la tierra incubaban la revancha, aunque sin encontrar el camino para su vuelta.
Semana Trágica
Pero el día llegó.
Don Hipólito ganó las elecciones presidenciales de 1928 en forma aplastante, pese a la deserción del ala conservadora de su partido: la UCR Antipersonalista. Se impuso con el 57,41% de los votos.
No obstante, los sectores más reaccionarios de la política, la prensa y la economía, redoblaron los ataques contra su gestión acusándolo de dictador y hasta cuestionaron su avanzada edad, convirtiéndola en otra bandera para descalificarlo. El papel de los diarios en aquella coyuntura fue clave: “El 2 de septiembre, La Razón afirmaba: ‘Nadie ignora que la resolución, si no está como idea en todos los corazones, está como tema en todos lados’. Y Crítica aguzaba todavía más sus armas: ‘La situación es una bomba que no tardará en estallar” (1). Si hablamos de coherencia editorial, vale recordar que La Razón el 23 de marzo de 1976, a horas del derrocamiento de Isabel Perón, tituló en tapa con letras tipo catástrofe: “Es inminente el final. Todo está dicho”.
A principios de septiembre de 1930, el punto de convergencia de la oposición -liberales y nacionalistas- fue que el presidente no termine su mandato; sin obviar los errores del propio gobierno.
Si faltaba un detonante, fue la crisis financiera mundial que en octubre de 1929 estalló en Estados Unidos y arrastró a todo Occidente.
La Liga Patriótica fue un Grupo de Choque que Recorría Armados las Calles
La “Hora de la Espada”
La catástrofe expuso a nuestro país en toda su debilidad económica. El grueso de los ingresos seguían proviniendo de las exportaciones primarias, siempre sujetas a la demanda. Cuando los grandes clientes -en particular Gran Bretaña- redujeron sus compras y bajaron los precios unilateralmente, en la Argentina se sintió con fuerza. Yrigoyen cerró las operaciones de la Caja de Conversión, una suerte de Banco Central que regulaba la compra – venta de oro; entonces, moneda universal de cambio. La medida obedeció a una “corrida” de grandes compradores que adquirían oro para acaparar o fugarlo al exterior. La norma destinada a proteger nuestras reservas, escandalizó al establishment económico y al liberalismo político, que vio otro flanco para castigar al “dictador”.
La crisis de 1929 sumada a la experiencia de la Primera Guerra Mundial, puso en tela de juicio la validez de las democracias liberales como modelos de construcción política e institucional. El surgimiento del fascismo en Italia -apoyado por la monarquía y los grandes capitales italianos- y las dictaduras de Miguel Primo de Rivera en España y Oliveira Zalazar en Portugal y su opuesto la Revolución Bolchevique en Rusia, parecían confirmar esa tendencia. El nazismo después de su fracaso insurreccional en 1923, avanzaba a pasos agigantados a la conquista del poder por la vía electoral en una Alemania devastada por la hiperinflación y la miseria de posguerra.
El arzobispo de Buenos Aires bendiciendo al nuevo régimen. 07-09-30
En esa atmósfera enrarecida y volviendo a nuestras tierras, agrupaciones como la Legión de Mayo, la Liga Republicana y la siempre presente Liga Patriótica Argentina, grupo parapolicial de triste memoria en las jornadas sangrientas de la Semana Trágica de 1919, tomaron el modelo de los squadristi mussolinianos, para sumarse a una corriente ideológica nacionalista de extrema derecha que comenzaba a pisar fuerte en el hemisferio occidental.
Paralelamente, el gobierno impone aranceles elevados a la importación de petróleo crudo y fuel-oil, protegiendo la industria petrolera nacional y otras medidas en sectores de menor incidencia, pero que no alcanzaron para evitar la caída de la demanda interna y la falta de inversiones.
La fragua ideológica que moldeó a la extrema derecha criolla, fue alimentada por intelectuales como Leopoldo Lugones -quien en 1924 en Perú pronunció su discurso conocido como “La hora de la espada”, declaradamente golpista-, también Ernesto Palacio, los hermanos Irazusta, Ibarguren y otros, que en general coincidían en el pensamiento aristocrático y en considerar al Ejército como “Reserva moral de la Nación”; la democracia era un obstáculo para ese “gobierno de los mejores” y facilitadora de un fantasmal “avance comunista”. Resumiendo, se debía terminar con el gobierno yrigoyenista y disciplinar a la “chusma” que lo sostenía.
Primera Corte Suprema de Izquierda- derecha Antonio Sagarna, José Figueroa Alcorta (presidente), Ricardo Guido Lavalle, Roberto Repetto y Horacio Rodríguez Larreta.
Tales argumentos sonaron como cantos de sirena en los oídos de los uniformados más confundidos. Refiriéndose a la trastienda militar en las horas previas al golpe, recuerda el futuro general Juan Domingo Perón:
“Fui un juguete del destino, como todos. Pero hay algunos que se dejan llevar por el destino y los demás (…). Yo me dejé llevar por el destino y por mí (…). ¿Y quién no se ha equivocado alguna vez en política? Yo mismo, siendo un joven oficial, participé del golpe que derrocó al gobierno popular de Hipólito Yrigoyen. Yo también fui utilizado esa vez por la oligarquía. Lo importante es darse cuenta de esos errores y enmendarlos” (2).
1) Luna Félix, Historia Argentina Tomo N° 17 – Grupo Ed. Planeta Arg. SAIC. Buenos Aires, 2014.-2) Galasso Norberto – Perón, Tomo I – Ed. Colihue, Buenos Aires – 2011. (Reflexiones de Juan D. Perón recopiladas por el autor).