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¿Robots o Dentista?… ¿A qué le Temes Más?
¿deberíamos de darle la bienvenida a los robots? ¿deberíamos darle la bienvenida a la Inteligencia Artificial?
¿Robots o Dentista?… ¿A qué le Temes Más?

Vox populi es que los robots impactan en la sociedad y, con ello, tal vez resulta necesario de considerar las implicancias sociales en cuestión… “Vox populi, vox Dei”, cuyo significado es «la opinión popular de la gente ordinaria revela la voluntad de Dios y debe obedecerse»: ¿es de aplicarse? Hoy por hoy, robots inteligentes son capaces de superar a las personas en casi cualquier tarea y, con esto, se presenta el fantasma del desempleo, dada la posibilidad de una enorme eliminación de puestos de trabajo ocupados por personas de bajo nivel de instrucción.

Cuando hablamos de “un robot” lo hacemos respecto de una máquina que, con algún grado de autonomía, sea capaz de realizar varias tareas o funciones repetitivas, o bien complejas, de manera automática, tal como la manipulación de objetos, y programables. Y es así que, por lo dicho, ¿deberíamos de darle la bienvenida a los robots? ¿deberíamos darle la bienvenida a la Inteligencia Artificial?

La misión del robot es estar al servicio del ser humano; sirve para automatizar labores, para realizar tareas aburridas, repetitivas y peligrosas. ¿Por qué preocuparse de que los robots roben puestos de trabajo?

El origen de la palabra robot proviene de “robota” que, en checo, significa “trabajo forzado” y que fuera usada por primera vez en 1920 en instancias de una obra de teatro checa, del autor Karel Capek, titulada Robots Universales Rossum. Esta obra tuvo tanto éxito que en todo el mundo se popularizó la palabra.

La industria de los robots avanza rápidamente, al punto que semana tras semana nos aggiornamos de nuevas funciones o tareas capaces de realizar por los robots en sustitución de las personas, como también los avances en materia de IA, la Inteligencia Artificial que, para ambos casos, marcarán un camino sin retorno en el sector industrial. Cuando los robots sean capaces de hacer -casi- todo tipo de trabajos ¿qué haremos los humanos?

La Inteligencia Artificial (IA), es una combinación de algoritmos y sistemas propósito que tienen como propósito imitar la inteligencia humana a los fines de realizar tareas, y mejorarlas, a partir de la información que recopilan.

Hoy en día el avance en el uso de los robots para el ámbito industrial y social es cada vez más grande y resulta dificultoso estimar hasta dónde llegará. Lo que sí nos debe quedar claro es que ellos están integrados enel acaecer de la vida de las personas, en tareas que sean habituales para el humano… Imaginemos un futuro enel que los robots sean regulados por un status legal y que haya una asociación entre humanos y robots, un “mutualismo».

¡Evitemos la fobia a los robots!… ¡Esquivemos la «robofobia»! No debemos de temerle a los robots; no todos son “Terminator”…  El pánico de los hombres hacia la máquina es, digamos, fantasioso, consecuencia del cine clásico; no debemos temerles, ni tampoco a la inteligencia artificial. Los robots hacen tendencia a un impacto positivo en el mercado laboral. Los robots se asemejan a una persona sin conseguir que lo sea y uno de los desafíos tácitos de la robótica es crear autómatas que se comporten y parezcan prácticamente igual que un ser humano. Pero, para algunos, la perfección produce extrañeza y rechazo.

Afortunadamente, hay relatos que atemperan acerca de la evolución de los robots, mismo hay científicos que hacen narrativas sobre este tema, que le quitan calor al asunto y, sin dudas, hacen que los robots inteligentes, la inteligencia artificial y los humanoides sean temas de más fácil aceptación y manejar así el miedo y la ansiedad. Un ejemplo de esto y a los fines de desterrar la idea de que los robots son una “amenaza para la el ser humano”, la siguiente historia expone y ejemplifica una serie de interesantes peripecias. 

La Culpa es del Robot

Daína Chaviano

La Habana, 19 de febrero de 2157

Querido Reni:

Aprovecho que Leda va hacia Ganimedes y te envío estas líneas. Apenas se enteró de nuestra separación y de mi congoja por tu partida, se ofreció para llevar mi carta y, de este modo, hacerla llegar más pronto. Aunque, según me dijo, su escala en Deimos será corta, podrá dejarla en el correo del aeródromo antes de continuar el viaje.

Robi me entregó tu nota de despedida. No puedes imaginarte mi desconsuelo. La he leído tantas veces que algunas letras se han borrado.

¡Pero querido! ¿No comprendes que nuestro matrimonio no debe terminar por esa tontería? Es absurdo pensar semejante cosa. Todo ha sido por causa de Robi; y el pobre lo hizo con su mejor intención. Si lo vieras ahora… ¡Está tan triste! Es un robot muy sensible y no hace más que crujir y lamentarse.

Además, si hemos de ser justos debemos reconocer que tú, amorcito, tuviste tanta o más culpa que él. De no haber sido por los dichosos condensadores de vidrio, nada hubiera ocurrido. Por algo el rótulo dice bien claro: “Mantener fuera del alcance de los robots”. ¿En qué estabas pensando cuándo los dejaste sobre la repisa de la cocina? Seguramente, en tus horribles krukos saturnianos. No comprendo qué atractivo pueden ejercer sobre ti unos bichos tan repulsivos…

Pero volviendo a Robi, si hubieras guardado los condensadores de vidrio donde debías, él jamás los hubiera tomado para cambiarlos por los suyos. Y ya sabes el efecto que producen en el delicado mecanismo de un robot: estaba tan eufórico que, cuando le pediste el Tónico Lunar para cabello, no se fijó en el frasco y te entregó el quitamanchas.

Te repito que sólo tú eres culpable. ¡A quién se le ocurre poner el quitamanchas junto al tónico lunar!

Me imagino lo que estarás pensando: si yo hubiera enseñado a Robi a no tomar las cosas ajenas, no habría sustituido los condensadores. Tienes razón, pero sólo en parte; porque Robi, querido, es muy pequeño aún y desconoce el significado de la palabra NO. La fábrica envía los robots al mercado con la etiqueta “Un buen robot todo lo puede”, y hasta un niño pequeño sabe el trabajo que cuesta borrarles esto de su pequeño cerebro de metal.

Debes olvidar el asunto del quitamanchas. Sé honesto y reconoce que la culpa no fue del todo suya. Además, sólo estuviste siete meses sin pelo. Después de eso, ¡te creció tan rápido!

Sí, ya sé lo que piensas. Estás obsesionado con el incidente del laboratorio. ¡El dichoso laboratorio! No sabes cómo me alegró que Robi hubiera terminado –al menos durante algún tiempo– con esos escabrosos experimentos tuyos.

“¡La culpa es del robot!”, fue tu primer bramido a la mañana siguiente del “desastre” –cómo tú lo llamaste–, sin tener en cuenta para nada que el pobre Robi estaba delante y que eso puede ser fatal para su mecanismo.

¿Pero en qué cabecita cabe, cariño mío, que un robot pequeño pueda distinguir las lagartijas de los krukos saturnianos? Aunque los ojos se te cerraran de sueño, jamás debiste encomendar a Robi la limpieza del laboratorio cuándo se ofreció, con su mejor voluntad, para ello. Y mucho menos pedirle que arrojara unas lagartijas muertas por el caño de la basura.

El hecho de que Robi se haya confundido y en lugar de tus lagartijas vaciara los pomos donde estaban los krukos vivos, no tiene tanta importancia. Pero jamás podré permitirte que lo culpes de lo que sucedió después.

Si a tus “adorables” krukos se les ocurrió salir del caño, regresar al laboratorio, romper dos frascos de tinta marciana “Eterna”, comerse los ratones de experimentación y diseminar tus ininteligibles papeles de apuntes por toda la habitación, ciertamente nada de eso le atañe a Robi. Él no hizo más que cumplir la orden de tirar las lagartijas muertas.

Antes bien, debiste haber utilizado a tus infames krukos como animales de experimentación puesto que se habían comido a tus ratones, en vez de ponerte a dar gritos como un desaforado en presencia del pequeño.

Pero no; eso sería pedirte demasiado. Los krukos te tienen tan embobecido que sólo se te ocurrió acogerlos, hablarles como si fueran niños y meterlos de nuevo amorosamente en su jaula.

¡Es una vergüenza! No sé qué pensarían nuestros amigos si te vieran parado frente a la jaula contemplando a esos horribles bichos que sólo saben hacer muecas y sacarle la lengua a uno.

De veras no puedo comprenderlo. Creo sinceramente, amor mío, que deberías ver a un psiquiatra. Ese trabajo tuyo en Deimos nunca me pareció bueno para tu equilibrio emocional; y ahora me parece que, en efecto, te ha hecho daño…

Pero dejemos este enojoso asunto y hablemos de nosotros. Si regresaras a la Tierra, podríamos irnos unos días de vacaciones. Estoy segura de que en la base no se opondrían.

He pensado en el hotel Selene, de Varadero, como el lugar ideal para otra luna de miel. Dicen que el Bar Cósmico es maravilloso y, además, es el único en Cuba donde se puede escuchar buena música espacial.

En estos momentos Robi está aquí, a mi lado. Mira por encima de mi hombro mientras te escribo y sus ojitos han parpadeado de felicidad cuando le aseguré que vendrías pronto. Estoy convencida de que lo harás; no sólo porque me quieres, sino porque nadie más que yo en toda la Tierra cargará con tus horribles krukos, sin los cuales no puedes vivir.

Esperaré por tu cosmograma, dónde me dirás cuándo regresas. Recibe todo mi amor, Ana.

P.D. Dice Robi que, si puedes, le traigas alguna golosina. De ser posible, condensadores de vidrio.

Desde la ciudad de Campana (Buenos Aires), recibe un Abrazo, y mi deseo que Dios te bendiga, te sonría y permita que prosperes en todo, y que derrame sobre ti, mucha Salud, Paz, Amor, y Prosperidad.

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