Al Pie de la Letra
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Épocas Violentas
Relato de Pablo Diringuer - Nunca Voy a Olvidar tu Avión Angurriento y Asesino Militar de Mi Generación
Épocas Violentas

Nunca Voy a Olvidar tu Avión Angurriento y Asesino Militar de Mi Generación

Lacónico… Me gustaba cuando me decían mientras me observaban sentado sobre ese banco de la plaza abandonada, en ese barrio de mi querido Castelar.

Luces y sombras alrededor de las imágenes pueblerinas de aquel entonces cuando los espectros anteriores de nuestra generación, pintaban relucientes crayones titubeantes sobre la espontaneidad actuante que se avecinaba y, de la cual, mi persona obviamente, ocupaba algún sitio irrefutable, pero lugar al fin.

Muchos amigos barriales, unos cuántos, algo más grandes en edad que lo que me tocó en vida y, no por eso, ellos vituperaban esa superioridad añera como para hacernos sentir menos. Grandes amigos aquellos mayores para defendernos de quienes quisieren aprovecharse de otro barrios aledaños a propósito de esos escasos años de anticipación de vida… ¡minga!… y esos grandes hermanos que poseíamos de casa en casa, plasmaban pechos ante la adversidad para enfrentar lo que fuese y en ese pecho a pecho de la circunstancia que fuese, ¡atrevéte si podés!

Canchas de fútbol a rolete en el barrio en donde variedades millonésimas de equipos jugaban partidos a doquier por el triunfo que fuese cueste lo que fuese… y luego el ganador circunstancial a gozar sin ninguna medalla más que el existir inherente del viaje en esa infancia casi adolescente que se extinguía a pasos agigantados.

Épocas violentas circundantes en esa escala vivencial que nos acompañó sin pensarlo pues… solamente éramos pibes verdaderamente felices sin el rodeo de una sociedad que paulatinamente deambulaba de desbarajustes sociales muy difíciles de digerir como un monobloque futurista de deslumbramiento general.

De esos juegos barriales de rodillas raspadas de tierras ligustreras y cementos alquitranados, los incipientes bailes quinceañeros ansiosos de besos tocadores del despertar, hubimos de pasar a esa rama del árbol inimaginable del dispersar inquietudes que jamás de los jamases pudieron olvidarnos de los inicios que unificaron esa esencia interminable del recordarnos mucho más que una vecindad sin registro sentimental de lo vivido… el Amigo como ese Hermano indestructible lleno de experiencias imborrables por más exagerados seres alzheimers invasores desgastadores y devastadores de nuestra existencia.

Mi amigo Horacio, hermano de mi otro amigo Hugo, los dos, llenos de infancia compartida y travesuras comprometidas sobre ese asfalto lleno de yuyos y tierras bronceadas de alquitrán que nunca abandonaron la limusina de oportunidades tras el acertijo del experimentar el saber que había detrás de esa puerta llena de cerraduras con llaves oxidadas caprichosamente obturadas porque sí, porque esa sombra impuesta desde ese más allá molesto por sus arrugas del dominio constante y no permisivo de lo nuevo, nunca pudo soportar la mínima cuestión de los por qué, que nos identificaba.

Año 1988, el amigo del barrio, Horacio Guerrero, luego de su consecuente noviazgo para con su reciente esposa Gloria Echenique, al volver de Chile, y ya por el paso del Cristo Redentor hacia Mendoza, un ignoto gendarme llamado Gustavo Hernán Sánchez Décker les hizo dedo so pretexto de ayudarles en pormenores de guiarlos por los caminos ruteros de los cuáles, la pareja desconocían por completo, y al mismo tiempo, le resultaría un gran aventón para el militar, de aproximarse a Neuquén.

El gendarme se ubicó en el asiento trasero del reluciente Renault 18 de la pareja, y luego de unos cuantos kilómetros ruteros hacia Villa la Angostura, los fue guiando hacia otros caminos más despoblados llenos de arboledas inhóspitas en donde, de manera sorpresiva desenfundó su arma calibre 11.25 y los obligó a detenerse en un sitio netamente despoblado de gente para hacerlos bajar del vehículo y, finalmente, violentar a Horacio a los golpes con su arma y luego asesinarlo de manera inmediata. Le siguió inmediatamente en lo sucedido, su esposa, Gloria Echenique, la cual, ante la desesperante situación trató por todos su medios de defenderse, y a pesar de ser atada y amordazada en un árbol y luego violada sexualmente por el asesino gendarme, previamente logró defenderse a mordiscos en la mano del brazo izquierdo del asesino militar.

Dos balazos a milimétrica distancia acabaron con la vida de ella; dos explosiones plomizas en el cráneo y en su sien en el medio del silencio boscoso del monte. Instantes siguientes, el uniformado tapó los cadáveres de la pareja con ramas arrancadas de la vegetación circundante, y luego continuó como si nada, como si su todo rutinario y cotidiano tuviese enormes ganas de mostrarse animadamente para con sus allegados, a los que, fervientemente, les habría de enseñar su “nueva adquisición” de un reluciente automóvil Renault 18, brillante de reciente transacción firmado por su ex dueña –Gloria Echenique- cuyo garabato nada vislumbraría en lo inmediato la terrible realidad de lo acontecido. El cinismo del asesino vestido de uniforme color verde oliva que, pocas horas después, salió con su novia posando traseros en el impecable vehículo, mostrándose por los alrededores como “el hombre con principios y esfuerzos mancomunados que todo lo logra con esfuerzo”.

De la desfachatez al descaro… y el innombrable asesino militar-nazi-ladrón, continuó su rutina de caretear imágenes netamente impúdicas y procaces, participando de la búsqueda del matrimonio, del cual hubo de nacer su desaparición producto de que Gloria Echenique formaba parte de un juzgado de Lomas de Zamora, motivo por el cual el hecho pudo ser descubierto a pesar de la impunidad arrastrada durante la terrible dictadura militar aún repercutida desde el bochornoso dictatorial gobierno 1976-1983.

28 de marzo de 1988 fueron encontrados los cadáveres de Horacio Héctor Guerrero y Gloria Olimpia Echenique, asesinados por el gendarme Gustavo Hernán Sánchez Décker al que lo sentenciaron a reclusión perpetua en el año 1993. Según dicen los medios, luego de 20 años fue liberado…

Los amigos de Castelar no perdonamos ni olvidamos semejante salvajismo angurriento de Poder en una Sociedad que todos los días nos muestra que se cae a pedazos y trata de prevalecer y acrecentar lo injusto de este armado sistema al que nos condena de por vida a los que la peleamos honestamente mientras los ricachones emplean a matones de cuarta para preponderar sus privilegios.

De Pablo Diringuer

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