La quillanguería es una técnica milenaria que consiste en la utilización del cuero de animales para la confección de vestimenta, entre otros fines. Los tehuelches lo usaban con el pelo hacia dentro y el lado del cuero estaba pintado con diseños propios de su cultura.
Desde hace unos años la Secretaría de Cultura de Nación lleva adelante un importante relevamiento sobre todo el país, con el fin de salvaguardar el Patrimonio Cultural a lo largo y ancho de Argentina.
Se trata de que no se pierda las costumbres, los saberes, los rituales, las tradiciones, las músicas y danzas, las técnicas artesanales que son parte del patrimonio vivo del país. A modo de destacar su relevancia para la cultura e identidad como así también poner en valor a quienes contribuyen a preservar el mismo, de acuerdo con las características en que se desarrollan, cada manifestación se puede clasificar dentro de una o varias de las siguientes categorías o ámbitos: Saber o práctica artesanal; tradición o expresión oral; uso social, ritual o acto festivo; conocimiento relacionado con la naturaleza; y música, canto, danza o representación.
Es así que en Santa Cruz fue incluida la técnica artesanal del Quillanquería Patagónica, que se utiliza para la elaboración del Kai tehuelche o capa en cuero de guanaco, fue declarado patrimonio de la provincia sureña, con el fin de revitalizar el valor artesanal y promover el reconocimiento de la identidad cultural de las comunidades originarias.
La mayor representante de esta técnica era Doña Adela Yatel, ella era quillanguera, y conservaba el conocimiento y la práctica del curtido, el sobado y la confección artesanal del kai que aprendió de niña en Gobernador Gregores, por todo esto, la Provincia de Santa Cruz declaró a Yatel cómo Tesoro Humano Vivo.
Ella conocía como nadie la técnica artesanal para la fabricación del kai tehuelche, el curtido, sobado y lavado, maceración, estaqueado, costura de los tientos y decoración. Doña Yatel, realizó esta técnica, hasta su fallecimiento, (Julio de 2017), usaba el vidrio como materia prima para la confección de los raspadores, herramientas adecuadas para tal tarea. La inexistencia de antecedentes similares en la provincia generó la búsqueda de otros casos y su tratamiento como potencial atractivo etnoturístico.
Para preservar esta costumbre originaria de este pueblo, que es más antiguo que nuestra nacionalidad y que nuestras costumbres europeas, en la Patagonia, científicos del CONICET trabajan para que la cultura de los pueblos originarios permanezca más viva que nunca, a través de talleres de telar pampa, tallado de la piedra, quillanguería y cerámica destinados a toda la comunidad.
Con el objetivo de aprovechar su legado, científicos del Centro Nacional Patágonico (CENPAT-CONICET), con sede en Puerto Madryn, Chubut, desarrollan un proyecto de rescate y reinserción de tecnologías aborígenes que ya no se practican o corren el riesgo de desaparecer, de manera complementaria al trabajo de arqueología que realizan en el Instituto.
Los orígenes de este pueblo pueden rastrearse hasta 4500 años atrás, en sitios arqueológicos que muestran patrones muy similares de tecnología, dieta y modelos de vivienda. Como todo pueblo primitivo fueron nómades, abasteciéndose para su subsistencia con los animales de la región que servían de alimento, abrigo y vivienda.
En los tehulches se distinguen claramente dos fases en su desarrollo cultural. Una primera fase, la pedestre, que alcanzó a ser documentada gracias a referencias de algunos viajeros europeos. En esta fase, en total, debieron ser alrededor de 4000 a 5000 individuos, que se dividían en grupos nómades no superiores a 100, dedicados a la caza del guanaco y ñandú, así como a la recolección de productos del litoral marino. Utilizaban el arco y la flecha y las boleadoras. En la siguiente fase adoptaron al caballo, animal que revolucionó su modo de vida. Éste habría escapado o abandonado por colonos durante el siglo XVI y al estar en un medio muy favorable se habría reproducido y expandido por toda la Patagonia. La principal consecuencia de la adopción del caballo fue el aumento significativo en las distancias recorridas, mientras que los grupos se hicieron más grandes, de 400 a 800 jinetes, aumentando y haciendo más frecuentes los contactos con poblaciones vecinas.