Frases y Expresiones
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Negros de Mierda
En la Sociedad Argentina Aparecen de Tanto en Tanto, Manifestaciones Racistas
Negros de Mierda

Durante muchos años, las escuelas argentinas formaron generaciones de alumnos en el concepto de que nuestro país estaba libre de guerras, racismo, pobreza extrema y otros flagelos del mundo contemporáneo. Esta visión escolar en general no se ajustó a la realidad. Los hechos registrados en nuestro país sobre todo en las últimas décadas del siglo XX, desmienten esa visión optimista.

Uno de los lastres es la discriminación, particularmente racial, porque más allá de las leyes vigentes que penan esas conductas, en la sociedad argentina aparecen de tanto en tanto, manifestaciones claramente racistas; encubiertas o desenfadadas. Si bien el debate sobre el tema se instaló con fuerza en los medios de comunicación a partir de los años 2000, el racismo en nuestro país tiene una larga pero sutil trayectoria.

Desde los regimientos de Pardos y Morenos que a pesar de luchar por una república democrática y por la independencia nacional, en los ejércitos de la Patria formaban aparte, hasta las políticas de exterminio contra los gauchos rebeldes, predicada por Domingo Faustino Sarmiento en carta al General Mitre, fechada el 20 de octubre de 1861: entre otros conceptos y el pedido del mando de un regimiento de caballería, le aconseja al jefe porteño: “… no trate de economizar sangre de gauchos. Este es un abono necesario, útil al país. La sangre es lo único que éstos salvajes tienen de humano”. La práctica de la llamada “guerra de policía” conducida por el sanjuanino, da fe de ello.

El sometimiento de los pueblos aborígenes merece un capítulo aparte; pero no fue ajeno a la mentalidad eurocéntrica racista de las elites gobernantes argentinas en buena parte del siglo XIX.

Una visión fatalista y casi religiosa, vincula esos rasgos negativos a la proliferación del Mal, como una fuerza intangible pero omnipresente. Desde una perspectiva sociológica, se dictamina que esos prejuicios tienen “un sello de clase”, como una limitación ideológica propia de algunos sectores medios y altos de nuestra sociedad. Pero cuando rastreamos antecedentes, nos encontramos entre otros, con Martín Fierro como exponente de un pensamiento generalizado entonces, aún en la campaña y en la parte más pobre y discriminada de nuestro pueblo. A pesar que la obra máxima de nuestra literatura es un trabajo de ficción, su alto contenido testimonial nos devuelve como un juego de espejos, imágenes de conductas muy arraigadas en la sociedad de la época; desde la discriminación y marginación sufrida por los criollos que se oponían al modelo de país triunfante en Caseros y en plena vigencia cuando Sarmiento profiere esas palabras, hasta la actitud racista asumida por el protagonista del poema gaucho en una circunstancia muy especial, resumida en una provocativa copla:

“A los blancos hizo Dios
A los mulatos San Pedro
Pero al negro lo hizo el diablo
Para tizón del infierno”.

Es muy conocida, aún por quienes no leyeron totalmente la obra, la escena en que el protagonista mata a un moreno después de haberlo provocado.

La pobreza franciscana de los hombres que simboliza Martín Fierro, demuestra que los prejuicios no eran privativos de una clase social determinada. Pero el estigma discriminatorio no se agotó en aquellos “negros” de ascendencia africana, descendientes de los esclavos coloniales, sino que continuó luego con los griegos, “turcos”, “rusos” y otras colectividades. Las clases dominantes a finales del siglo XIX, vuelcan sobre la masa inmigrante los prejuicios que antes creían ver en nuestros criollos pobres. Las fantasías elaboradas en vísperas de la llamada Organización Nacional, acerca de atraer inmigrantes nordeuropeos a quienes les atribuían superioridad racial y cultura técnica, fracasó estrepitosamente cuando nuestros puertos se llenaron de personas provenientes de países meridionales y en muchos casos, con escasa capacitación industrial, mano de obra sobrante en Europa que se tecnificaba aceleradamente. Así apareció una literatura enfocada en los presuntos “vicios” de los recién llegados: avaricia, mezquindad, enfermedades hereditarias; características que no son exclusivas de ninguna colectividad, sino producto de condiciones socio ambientales; como el hacinamiento, la mala alimentación, el analfabetismo y la ausencia de políticas sanitarias.

Como reacción al auge inmigratorio, la cultura del poder comenzó a idealizar al gaucho, al que hasta pocos años antes había perseguido, adornándolo con toda clase de virtudes.

Por otra parte, los afrodescendientes al comenzar el siglo XX ya integraban una comunidad de número reducido. Las sucesivas guerras, las condiciones de vida y el mestizaje, redujeron a esa colectividad.

La huelga obrera de 1919 conocida como La Semana Trágica, fue también escenario de episodios de violencia racial protagonizada por grupos parapoliciales, como los “pogroms” registrados contra miembros de la colectividad judía en los barrios porteños de Once y Villa Crespo.

Pasarían algunos años más, hasta que en las décadas de 1940 y 1950 el prejuicio racial y social surgiría con renovados bríos. Esa vez, el turno fue para los argentinos del Interior.

Los numerosos inmigrantes que llegaban de las provincias a Buenos Aires, debido a las mejores condiciones laborales existentes en la Capital Federal y el Conurbano, recibieron el mote de “cabecitas negras”. El estigma tuvo un claro sello porteño, pero apuntaba no sólo al color de pelo y la piel más oscura de muchos de esos compatriotas, sino que el agravio se extendía a su cultura, sus gustos y sus ocupaciones. El prejuicio fue conformando un universo “cabecita”, en el cual existían gustos musicales, ciertos barrios, empleos y otros rasgos propios del “cabecita negra”.

Quienes militaban la discriminación, se colocaron afuera y por encima de ese universo. Vale recordar que el calificativo, era por asociación con el ave conocida por ese nombre, y cuya característica es el plumaje negro en la cabeza.

Entre 1955 y 1983, nuestro país vivió envuelto en un vértigo dramático, con la política como eje.

La discriminación entonces, siguió gozando de buena salud.

Foto: Tomás Escobar – Buenos Aires – 2015

El Prejuicio en Democracia
Con la vuelta de la democracia en 1983, en la moda comunicacional el “cabecita” fue desplazado por el “groncho”. Groncho es la versión bonachona, amable si se quiere, del “cabecita negra”. Es alguien a quien según la visión prejuiciosa y sin conciencia de lo que significa un estigma, puede mejorarse, se le puede disculpar su negritud y sus gustos diferentes al universo “blanco”. Es así como lo pintaba un difundido programa humorístico televisivo, en boga por esos años.

Pero en línea con la globalización y las crisis económicas recurrentes que sufrió el cuerpo social argentino, el discurso tibiamente racista se endureció; se hizo excluyente y más agresivo. El estigma ya no es “cabecita negra” o “groncho”: ahora es “grone”, y en los casos más brutales, “negro de mierda.”

Desde lugares insospechados de elitismo surge el calificativo brutal; los rivales de Boca Juniors definen a la hinchada de éste como “bolita” y “negra”. En aquellos días la prensa dio generosos espacios a un caso paradigmático: el protagonizado por el tataranieto de un presidente de facto. El hombre habría proclamado a gritos en un supermercado, la necesidad de que “a los negros hay que matarlos a todos, desde chiquitos”, a raíz de un minúsculo incidente producido entre el acusado y una mujer de piel morena y su pequeño nieto. “Son hechos aislados”, dicen algunos. No estamos tan seguros. Pero en 2004 según denuncias, un grupo de policías federales obligó a unos chicos a arrojarse a las aguas del Riachuelo mientras le gritaban: “Negros de mierda, hay que matarlos a todos”. Uno de los menores murió ahogado.

En 2005, el jugador de un club de fútbol argentino, permaneció varias horas detenido en Brasil, porque en un partido habría dicho “negro de mierda” a un hombre del plantel rival.

Ya en pleno siglo XXI, la violencia juvenil en los lugares de diversión en muchos casos, lleva el sello discriminador: “negro de mierda”; pretendiendo darle a la violencia irracional una justificación ideológica: era un “negro”. La lista de casos es muy extensa y seguramente, son muchos más los que no llegan al conocimiento público. Por ejemplo, el rechazo en los ingresos a salones bailables, antes de la pandemia covid – 19, de los pibes que según la particular mirada del “patovica” de la puerta, no califican para entrar. Sin duda, la exacerbación del racismo criollo tiene que ver con los miedos, el terror imaginario a la pérdida como sucede en todas las culturas. El miedo a creer que la igualdad de derechos va en detrimento de los derechos propios. La historia universal está plagada de tragedias que usaron los prejuicios raciales, como mascarón de proa de decisiones políticas que en general, encubrieron intereses materiales bien concretos.

En 1995 fue creado el Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofia y el Racismo (INADI).

Un avance importante desde el punto de vista institucional, pero todos sabemos que la batalla se da en la conciencia colectiva, es cultural. El desarrollo de las redes virtuales democratizó la información, pero también ayudó a mostrar con toda su crudeza, los peores pensamientos.

Sabemos que la característica central de la discriminación es el odio, que – como decíamos – en muchos casos encubre la propia inseguridad. En las dos últimas décadas se registraron avances muy significativos en nuestro país, como ell matrimonio igulitario en el año 2010, el llamado “cupo trans” posteriormente para terminar con la discriminación a la hora de conseguir empleo y el DNI no binario, como reconocimiento del derecho de las personas al reconocimiento de su identidad autopercibida.; entre otros importantes logros. Esta nota pretende poner sólo en foco la frase

“negro de mierda”, pero aquí y en el mundo, comenzando por los países que se autotitulan paladines de la democracia, el veneno de la discriminación sigue enquistado.

Minorías nacionales, culturales, étnicas, diversidad de géneros… todo es puesto bajo la lupa discriminatoria. Cualquier minoría es “de mierda” para ciertas culturas dominantes, expresión de un orden social determinado, en esencia no democrático.

Testimonios

Negro de Mierda: Expresión peyorativa dirigida a una persona de piel morena.

«-Y por ser negro, ¿cómo te tratan?
 -Me dicen de todo…, de todo. Pero lo tomo bien, porque sólo intentan desmoralizarme. Es parte del show.
 -¿Cómo lo tomas?
 -No pasa nada. No me molesta que me digan «negro de m…», pues quien lo dice no es el primero que me insulta porque soy negro. Si quiero, le puedo hacer una demanda.
 -¿Alguna vez lo pensaste?
-Vaya que se me cruzó por la cabeza. Es más, un amigo, que es abogado, me dijo «¿Quermés hacer plata? Hagámosle un juicio a este y a este». Yo lo miré y le dije: «No, dejalo ahí».
 Reportaje de Ignacio Turín a Eduardo Bennet – La Nación – 07-05-01

«La testigo, que hasta ayer había su identidad en reserva, aseguró que era habitual que los policías de la Comisaría 34º obligaran a los chicos a tirarse al Riachuelo, cómo hicieron con Ezequiel, y otros dos amigos suyos. Pinto, amiga de Demonty desde la infancia, aseguró que varios de los nueve policías acusados le advirtieron que a sus amigos no los iba a ver más. «Son unos negros de mierda y hay que matarlos a todos».
Página 12 – 23-09-04

“La doctora Galiano se viste como su estuviera atendiendo en la Suizo Argentina; como si fuera pate de la mejor clínica privada del país y por algo está acá con nosotros en el Paroissien- Insulta, y con furia, cuando llueve y se le embarran los tacos de los zapatos.- De los pacientes, cuando no le queda otra que atenderlos, habla de ellos llamándolos “estos negros de mierda”.
Kryptonita- Leonardo Oyola- 2012

Las cosas del destino quisieron que Luis D’Elía estuviera hoy en las tapas de los diarios, exactamente diez años después de otro acontecimiento que marcó para siempre su vida personal y la de todo el país. El 25 de marzo de 2008, una década atrás, D’Elía había concurrido al Obelisco para desactivar con su presencia una manifestación favorable a los crecientes reclamos del sector agropecuario. El país transitaba días muy tensos. En ese contexto, D’Elía trompeó a uno de los manifestantes que lo insultaba, frente a todas las cámaras de televisión. Al día siguiente, fue protagonista de un diálogo tan tremendo que, aún hoy, estremece escucharlo.

El talentoso Fernando Peña quiso entrevistarlo en su programa de radio. Llamó a la casa de D’Elía y lo atendió su hijo Pablo, que no quería hablar. Ante la insistencia, en un momento, D’Elía hijo intentó un «No… boludo». Peña lo cortó: «¡A mí no me digas boludo, negro de mierda!».

Luego, Peña consiguió la nota con Luis D´Elía.
-Vamos a sacar al aire a una nota de colorrrrr… negro- arrancó.

Se produjo entonces el siguiente diálogo:

-¿Cómo le va, sorete?- dijo D’Elía.
-Bien, sorete.
-Hablando con un sorete como usted me va bárbaro.
-Muy linda la entrevista que estamos haciendo, sorete.
-Uno a cero, ¿eh? Dale.
-Contame qué hiciste, ¿cómo fue? ¿por qué le pegaste a la gente?
-Porque los odio. Odio a la puta oligarquía. Odio a los blancos.
-Divino.
-Te odio Peña. Odio tu plata, odio tu casa, odio tus autos.
-Ja, ja, ja.

-Odio tu historia. Odio a la gente como vos, que defiende un país injusto e inequitativo. Odio a la puta oligarquía argentina. Los odio con toda la fuerza de mi corazón. ¿Entendés? Los odio. Nosotros somos bosta, caca, basura, para vos y para la lacra que es igual que vos. ¿Está?

-No. No está nada. No está nada. A mí no me patoteás.

-Sos un sirviente de la puta oligarquía nuestra, que la jugás de transgresor pero no tenés bolas para bancar lo que bancamos nosotros. Vos vivís en San Isidro. ¿Y sabes con quién estás hablando? Con Laferrere. Asentamiento El Tambo, manzana 1, lote 3. Los odio. Odio a las clases altas argentinas, que han hecho tanto daño, que han matado a tanta gente en nombre de una sola bandera, que es la bandera de su propia ganancia. Chau, querido.
Por Ernesto Tenembaum  – 25-03-18 – Infobae

«Negro de mierda» es un insulto habitual en nuestra sociedad que mezcla el odio racial y el status social y es utilizado por quien se considera «blanco». Lo «blanco» y lo «negro»en la Argentina no tienen que ver con el color de la piel, sino con la pertenencia a la clase desposeída”
Luis D’Elia @Luis_Delia – 2 jun. 2020

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