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Vuelta de Obligado – (2 de 7)
La Flota Enemiga a la Vista de Obligado- Del 17 al 20 de Noviembre al Mediodía
Vuelta de Obligado – (2 de 7)

La Flota Enemiga a la Vista de Obligado – Del 17 al 20 de Noviembre al Mediodía

La escuadra enemiga se puso en marcha el 17 de noviembre y al atardecer del 18 se detuvo a la vista de Obligado, pero fuera del alcance de los cañoncitos argentinos. La idea era que los vapores forzaran el paso, acompañados por los navíos a vela, mientras los mercantes pasarían después. 

Durante la noche, Mansilla tomó un bote y fue a reconocer los barcos de la flota anglo francesa. Sin ser descubierto, dio una vuelta por allí y volvió a la fortificación. El ataque era inminente. 

Pero el 19 de noviembre llovió, y bastante, lo que dificultaba la visión de las posiciones argentinas desde las naves invasoras. Por lo tanto, sus comandantes decidieron esperar. 

Amaneció el 20 de noviembre y la bruma se disipó, Soplaba un poco de viento y la escuadra enemiga se puso en marcha. A las 8.30 dieron orden de atacar y avanzó la San Martín, insignia del comandante francés Trehouart («daba pena verla con la bandera francesa», José María Rosa hace decir a uno de los protagonistas), seguida por la Cadmus, el Pandour y el Dolphin, por el centro del río. A su izquierda, el capitán inglés lo protegía con el Philomel, la Expeditive, el Fanny y la Procide, para disparar de través sobre las baterías costeras. 

Mansilla arengó a sus tropas: «¡Allí los tienen! Consideren el insulto que hacen a la soberanía de nuestra patria al navegar, sin más título que la fuerza, las aguas de un río que corre por el territorio de nuestro país. ¡Pero no lo conseguirán impunemente! Tremola en el Paraná el pabellón azul y blanco y debemos morir todos antes que verlo bajar de donde flamea!», mandó a tocar el Himno Nacional por la banda de Patricios y al grito de «¡Viva la Patria!» ordenó abrir fuego sobre la flota invasora.

Respondieron las 96 bocas de fuego de la escuadra, de mayor alcance y potencia que los cañoncitos argentinos. No importa, dice José María Rosa, no se estaba allí para ganar, sino para que los gringos no se la llevasen de arriba.

La San Martín se aprestaba a cortar las cadenas cuando el viento se calmó por completo (al fin y al cabo, ¡¡¡Dios es argentino!!!), debiendo anclar en el lugar, muy adelante y aislada de los otros buques de la escuadra. Las cuatro baterías patriotas centraron el fuego sobre ella, desmontándole 2 cañones, dejándole la arboladura maltrecha y 2 oficiales y 44 hombres fuera de combate. Una bala le cortó el ancla y la San Martín fue arrastrada río abajo. Atravesada por más de 100 cañonazos, derivó más allá del alcance de las baterías argentinas.

El futuro almirante Gicquel des Touches dirá «…era tal la cantidad de moribundos, estaba tan agujereada en la línea de flotación por las balas de cañón, que el capitán, comprendiendo la imposibilidad de exigir más de sus hombres, se dejó ir a la deriva…». Trehouart pasó su insignia al Expeditive. El Dolphin y el Pandour se retiraron también con muchas averías. Avanzaron entonces los vapores.

El Republicano defendió como pudo la línea de lanchones, hasta que Craig se quedó sin municiones y voló el bergantín para que no cayera en manos enemigas. Era la una de la tarde y las cadenas aún no habían sido cortadas.

por José RodolfoMaragó

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