El vigilante de la esquina fue durante décadas, parte del paisaje porteño. Prácticamente desde que se creó la Policía de la Capital (antecesora de la Policía Federal Argentina), el agente de parada fija en determinada esquina, se hizo tan familiar como el buzón rojo o la garita en los cruces importantes, cuando el semáforo era una jactancia del centro.
El vigilante, el agente, o el “botón” de la esquina, a fuerza de permanencia se hacía amigo del barrio. Era el que miraba para otro lado cuando los pibes jugaban al fútbol en la calle, el que intercedía fraternalmente en las peleas de familias, el que acompañaba a los borrachos de la cuadra a su casa, o se acercaba a la puerta en que veía luz prendida en la madrugada, por si había algún enfermo. Los vientos de la modernidad se llevaron también al “botón” de la esquina, pero cuando Pri-pri gana la calle, todavía existían en muchos barrios los agentes de facción. Por lo tanto, la caricatura del vigilante no fue más que una recreación de otro perfil porteño.
Como tantos personajes que pueblan la galería de Historias Tangueras, Pri-pri es un policía que conserva las características del modelo real, pero con algunos rasgos que pertenecen exclusivamente al mundo de la ficción. Por ejemplo: la curiosa norma de hablar en verso que practicaban los protagonistas en algunos números, o la indumentaria de los policías que a pesar de desplazarse en automóvil (el autito o la lancha en la jerga del barrio) pertenece a los uniformados de principios del siglo XX. También el lenguaje de Pri-pri es extemporáneo, ya que es una mezcla de porteño arcaico con giros y acento provinciano, como en el habla orillera de 1900.
Por estas peculiaridades, Pri – Pri además de entretener y divertir, tiene un claro sentido evocador de la ciudad que se fue para siempre.
Personaje de Historias Tangueras – Ediciones Torino – 1962