Tango y Milonga
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¿Cómo es la Milonga? – 1 de 2
Entre el auge y la decadencia de la milonga no habrían pasado más de treinta años - 1870 y 1900
¿Cómo es la Milonga? – 1 de 2

Es probable que al oír los compases de El Firulete o Silueta Porteña, muchas personas sientan que «se le van las tabas”, [1] ya que tan pegadiza es su música.

Pero hace un siglo o más, se llamaba milonga a la composición que algún humilde arriero le arrancaba a su guitarra teniendo por testigos la inmensidad de la pampa y las estrellas.

Seguramente hubo encordados que rasguearon milongas en los fogones de Barracas en 1880, cuando Buenos Aires fue federalizada a balazos por la Nación. O una década después, cuando en la Revolución del Parque al criollaje reconocía en Leandro Alem e Yrigoyen, a los probables continuadores de las viejas divisas derrotadas en Caseros porque era común que el combatiente criollo junto a su sable o lanza, acomodara la guitarra.

Aquellos de lanza y guitarra que según el cantor surero Alberto Merlo

“A la luz del sol
daban la vida
Y a la luz de la luna
Serenatas.
Los que por diversión
Hacían la guerra
Los que por devoción

Hacían la Patria.”

Y que hubo un destino cantor en las armas de la Patria, lo prueban los tempranos versos del payador oriental Bartolomé Hidalgo con sus cielitos y diálogos; en que se cantan la gesta de la Independencia.

Pero más acá en el tiempo, sabemos de la milonga porteña en los conventillos orilleros, milonga surera en la llanura bonaerense, milonga oriental en las tierras  de Artigas; milonga siempre milonga.

¿Pero que es la milonga?

Soslayando el análisis musical porque no es la intención de éste trabajo y a medida que ahondamos en los orígenes de la milonga como producto cultural, vemos que hay un consenso generalizado entre quienes investigan la historia del habla porteña, en atribuir el origen africano a una serie de fonemas de resonancia parecida. Por ejemplo: quilombo, candombe, algunos más  y por supuesto milonga.

Más allá de las dificultades que implica probar fehacientemente esto, no caben dudas que estos vocablos están por lo menos asociados a la cultura esclava en Iberoamérica.

Algunos investigadores derivan milonga de “melunga” (lengua Jaunde), otros de “mulanga” (lengua Buda), cuyo plural es precisamente milonga; que quiere decir palabra.

Suponemos que por la extensión del nombre de la danza, también se llama milonga a un enredo o una situación complicada.

“Ir a la milonga” vale por ir a bailar. Y en los primeros años de siglo XX, una “Milonguita” era la chica que trabajaba en un cabaret.

Entre el auge y la decadencia de la milonga no habían pasado más de treinta años (aproximadamente entre 1870 y 1900) siendo luego desplazada por el tango que comenzó a pisar fuerte en el suburbio porteño alrededor de 1880.

En la década de 1940 resurge con fuerza una milonga nostalgiosa impulsada en el  primer lugar por los versos de Homero Manzi y la música de Sebastián Piana.

En general se acepta que la milonga hizo en su proceso de formación un recorrido étnico-geográfico similar al del tango. De África a La Habana, de ésta a Cádiz (España) y de allí al Río de la Plata.

Tanto la habanera como el tango andaluz, habrían sido parte de la gestación de la milonga y también del tango.

Rastreando en el tiempo, el especialista Vicente Rossi hace referencia a una comparsa montevideana surgida en 1867 y llamada La Raza Africana. La agrupación “entonaba una composición llamada tango”.

Y fue “la primera vez que sonó en el Rio de la Plata”. [2]

Otro curioso aporte es el tango Elizalde. Publicado en la Tribuna el dos de abril de 1868, sus versos satirizaban el candidato presidencial mitrista y ex canciller de Don Bartolo, Rufino Elizalde. [3]

Como vemos, hay referencias tangueras muy antiguas, no así de la milonga.

Carlos Vega asegura que “El tango argentino es la continuación del andaluz. Considerando los elementos que más tarde intervinieron en su porteñización, es evidente que la milonga se transfunde y corre el rotulo triunfante. Debido a eso, muere la milonga cuando nace el tango” [4]

Y aclara Oscar del Priore: “Esa milonga no es el género que hoy conocemos como tal (Taquito Militar, La Trampera) variación del tango más evolucionado.” [5]

Más allá de estos aportes documentales, aun para el simple oyente de música, es posible relacionar los viejos candombes con la milonga que Del Priore considera variación del tango.

En la cadencia milonguera, en su extroversión atropelladora que contrasta con la solemnidad del tango, subyace el espíritu candombero que tanto fastidiaba a los virreyes.

Esas reuniones de esclavos y libertos agrupados por Naciones (colectividades), eran verdaderos “quilombos” de bullicio y alegría.

El recato español primero y unitario después, fueron derrotados en tiempos de Juan Manuel de Rosas cuando el Restaurador suma la adhesión de los morenos y a su proyecto político.

Entonces los candombes alcanzan su mayor gloria, Era frecuente la presencia de Manuelita Rosas y a veces del mismo Don Juan Manuel en estos encuentros; sobre todo para las fiestas patrias.

Se localizaban mayormente en el barrio de Monserrat; también conocido por el barrio Del Tambor o Del Mondongo.

Pero más allá de la decisiva influencia africana dada por la tradición, la raza y el cruel destino americano de los esclavos y libertos, no hay que olvidar que aquellos muchachos candomberos ya eran pibes porteños. En muchos casos hijos de la Orilla. Cruza de negra o negro con india o gaucho y también con amo blanco.

El espíritu atorrante y compadrito que más adelante afloraría en los conventillos, ya entonces anidaba en la piel de la muchachada morena de San Telmo y Monserrat. Era el espíritu milonguero.

Con referencia a esa idea que la milonga surge como parodia de los bailes negros, dice Tulio Carella: “Cualquier alusión aislada adquiere un valor imponderable[6]. Cuando Ventura Linch anota: la milonga solo la bailan los compadritos de la ciudad, quienes la han creado como una burla a los bailes que dan los negros en sus sitios, se hace casi pontífice. Pero no nace por burla una danza que tiene tanta entraña popular, aunque es cierto que hacia el Novecientos, quien dice milonga y tango, dice cosas muy parecidas.”

No. Tanta pasión no puede nacer por burla.

Tampoco es capricho afirmar que en el Novecientos, quien dice tango y milonga habla de cosas muy parecidas.

Porque son paridos por la misma entraña.

En los años en que se asegura nació la milonga, comienza la inmigración masiva mayoritariamente europea.

Contrariando las expectativas de los próceres liberales que soñaban con regar las pampas con simiente sajona, a nuestra tierras arriban en general italianos, españoles, portugueses, eslavos , turcos y balcánicos.

Entre los recién llegados hay de todo: perseguidos gremiales y políticos, obreros especializados, campesinos y mucha mano de obra sin calificar. Salvo excepciones, se hacinan en los arrabales de las grandes ciudades, en particular, Buenos Aires.

Al sustrato criollo y moreno, se suma la primera generación de hijos de gringos que con aquellos compartirá la miseria del conventillo, la escuela pública del barrio, la lucha cotidiana por sobrevivir en “El granero del mundo” y la nueva experiencia política que encarnan Leandro N. Alem e Yrigoyen.

En una mezcla caótica de sangres y culturas van fraguando la milonga y el tango como manifestaciones culturales de nuestro pueblo en ese momento histórico.

Cuando la milonga comienza a tener letra, en general se adopta el verso octosílabo. Las estrofas varían pues hay milongas de cinco versos (quintillas), de seis (sextinas), y también décimas.

El Martín Fierro al estar escrito en octosílabos de seis versos, permite que se le pueda cantar en tiempo de milonga.

Es probable que la extraordinaria difusión que tuvo ésta obra desde que fue publicada la primera parte (1872), tenga que ver  con la fácil musicalización de la letra  en tiempos en que abundan los payadores.

El contenido de las letras milongueras independientemente de la mayor o menor calidad poética, suelen abarcar todas las contingencias humanas, como las canciones de cualquier pueblo del mundo: el amor, la guerra, humorísticas, jactanciosas y hasta existenciales.

También hay que destacar que se conservan milongas originarias de Jujuy, Santiago del Estero, Tucumán y otras provincias, junto a otra variedad porteña como milongón. Puede variar el metro o la temática, pero siempre es milonga.

Dice Carlos Vega que “Entre nosotros, las guerras de la Independencia, las revoluciones políticas, la guerra contra la barbarie que fueran el indio y sus malones, crearon el espíritu bélico.”

Los cantores  lo estereotipan en todo tiempo : cielitos en la Emancipación, la refalosa cuando Rosas, vidalitas , cuecas y templaron el ánimo en las luchas fratricidas encendidas por la Guerra Civil.

Con la paz, los hombres  retornaron a sus trabajos. El cancionero reflejó los nuevos estados anímicos del sentir popular. [7]

Por eso tal vez, la milonga cambia la exaltación a una divisa o a una gesta colectiva, por la jactancia personal, la pertenencia a un barrio o se ocupa de temas intimistas.

(1) Expresión popular que significa que los pies se ponen a bailar solos estimulados por una melodía.
(2) Vicente Rossi citado por Oscar Natale en “Buenos Aires, Negros y Tango.”
(3)Ob. Cit. Capítulo IX.
(4) Carlos Vega “Danzas y canciones argentinas.”
(5)Oscar  Del Priore “Tango.”
(6) Tulio Carella “Tango, mito y esencia.”
(7) Carlos Vega  “Danzas y canciones argentinas.”                                                            
                                                                                                                            


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