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No Mires Arriba
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No Mires Arriba

Freddie Mercury se preguntó en la fabulosa canción Bohemian Rhapsody de 1975:
¿Es esto la vida real?/ ¿Es tan solo fantasía?

Cuando uno termina de ver No Mires Arriba, la última película protagonizada por Leonardo DiCaprio y Jennifer Lawrence para la plataforma de streaming Netflix, es normal preguntarse si la comedia satírica es un espejo de nuestra realidad o la simple inventiva de un director y guionista creativo.

El largometraje dirigido por Adam McKay (Anchorman: La Leyenda de Roy Burgundy) es una clara parábola sobre el calentamiento global y las pobres medidas que han tomado los gobiernos para frenar el desastre climático que estamos viviendo hace décadas. En este film dos astrónomos de una universidad estatal en Michigan descubren un cometa que impactará en el planeta Tierra en un plazo de seis meses, y que podría acabar con la vida en el globo, en vez del cambio en el clima.

Kate Dibiasky (Lawrence) es quien da con el cuerpo celeste, y junto al Dr. Randall Mindy (DiCaprio) intentan tener una audiencia con la presidente Janie Orleans (Meryl Streep)para advertirle sobre el peligro inminente para intentar trazar un plan de acción a fin de evitar la extinción de la vida sobre el planeta. La primera reunión se frustra tras “importantes” reuniones que tenía la primer mandataria, y en la segunda, que consiguen concretar, tanto ella como su hijo (y jefe de gabinete) Jason (Jonah Hill) deciden que dedicaran tiempo a conseguir especialistas de universidades prestigiosas para que validen los datos, pese a que los dos astrónomos contaban con la aprobación del Dr. Oglethorpe (Rob Morgan), jefe de la Oficina de Coordinación de Defensa Planetaria dependiente de la NASA.

Los argumentos que exponen los políticos son, por supuesto, absurdos. Para ellos más del 99% de certeza no implica un riesgo inmediato —porque no es el 100%—, y aparte las elecciones legislativas están a la vuelta de la esquina. Por ende, la campaña electoral es mucho más importante. Anunciar el probable fin del mundo impactaría en el electorado, y eso es algo inadmisible para la presidente, quien está más preocupada por su imagen pública que por el destino de la gente que gobierna.

Los científicos, pese a que la información que brindaron constituye un secreto de Estado, optan por acudir a los medios masivos para comunicar el descubrimiento y, así, alertar a la humanidad, con la esperanza que las personas correctas reflexionen y tomen cartas en el asunto. Los minutos corren, cada segundo es valioso. Dibiasky —cuyo apellido ahora es el nombre del cometa que podría destruir la Tierra— es un manojo de nervios al igual que su mentor, pero la situación se le escapa de las manos cada vez más, tiene un quiebre en plena entrevista cuando los periodistas parecen tomarse con más seriedad la ruptura de dos estrellas pop que un evento cataclísmico. El Dr. Mindy, un hombre que parecía incapaz de dominar su ansiedad y de hacer oír su voz, comienza a sentirse cada vez más cómodo frente a las cámaras, brindando entrevistas y conociendo las bondades de esos infames quince minutos de fama.

A pesar de los esfuerzos de los dos astrónomos, la humanidad no parece tomar en serio las advertencias sobre el cometa, y continúan su vida como si nada. Sin un mensaje gubernamental la gente parece escéptica sobre la veracidad del mensaje.

Dibiasky se convierte en un meme de la noche a la mañana por su ataque de pánico en cámara, mientras que Mindy asciende a un estrellato condenado desde el comienzo. Las idas y vueltas entre el gobierno, especialistas y hasta el mayor emprendedor tecnológico de Silicon Valey (no, no es Steve Jobs, pero se le parece demasiado) probaran que la burocracia, los tiempos electorales e intereses económicos de unos pocos son una amenaza mucho más inmediata y real que el cometa acercándose a toda velocidad hacia el planeta.

Como se dijo en el segundo párrafo, No Mires Arriba es una sátira/parábola sobre el calentamiento global y el accionar de los gobiernos sobre esta problemática a largo plazo. Leonardo DiCaprio es famoso no sólo por sus dotes como actor sino por su trabajo incansable en el campo de la lucha contra el cambio climático. Ha producido documentales, ha viajado por el mundo intentando generar conciencia en la gente para cambiar los hábitos nocivos, y ha recaudado millones de dólares para contribuir a la causa.

Sin embargo, la humanidad desde el 2020 se encuentra contra las cuerdas gracias al Covid-19 (cuya última cepa, Omicrón, ya fue descripta por los especialistas como el virus de transmisión más rápida que la humanidad haya conocido jamás) y es imposible no encontrar en este film analogías sobre cómo distintos gobiernos enfrentaron la problemática de la pandemia.

En Estados Unidos el ex presidente Donald Trump afirmó que el virus no entraría a su país, y que el sistema estaba perfectamente adecuado para enfrentarse al mismo llegado el caso. Desoyó las voces de los especialistas, no solo a nivel internacional sino aquellos que conformaban su equipo de trabajo. Se mostró más de una vez sin barbijo en zonas pobladas, lanzó peligrosos mensajes en su incendiaria desde Twitter que le significaron la clausura de su cuenta por esparcir información falsa y potencialmente dañina para los usuarios. El resultado en aquel primer año fue uno de los brotes más impactantes a nivel global, cien mil muertos en el primer año y un golpe de knockout para su gobierno, que tuvo que enfrentar las urnas a finales del 2020 en medio de una crisis sanitaria global que no supo manejar bien.

No hay que saber de política estadounidense para encontrar paralelismos con la realidad. En nuestro país, casi un mes antes del primer caso que disparó la pandemia, el entonces ministro Ginés González García declaró que le preocupaba más el dengue que el coronavirus, pese a que el sistema estaba preparado para el eventual arribo del virus.

Hay una muy baja probabilidad que llegue al país el coronavirus, es un virus circunscripto a China, que hizo cosas excepcionales, como tener en cuarentena a 50 millones de personas.

Declaró esto al medio C5N y se replicó en una nota del 5 de febrero del 2020 el diario Página 12, ambos oficialistas.

Como emulando un año antes de su estreno a No Mires Arriba, la pandemia llegó, con fuerza, con una cuarentena “excepcional”, con la saturación del sistema sanitario y un recuento de muertos que al momento de escribir esta nota está cerca de alcanzar los 120 mil muertos, un número que demuestra lo alejado del optimismo infundado del ex ministro.

No es difícil hacer un recorrido por los medios de comunicación ( y no es necesario ir a los opositores siquiera) para ver cómo se hizo política con un evento devastador como la pandemia, no sólo aquí, sino en todas partes del mundo. El ejemplo más evidente —y reciente— sobre la necedad que pueden tener las figuras públicas sobre un problema de salud global como éste lo dio el tenista serbio Novak Djokovic, un reconocido vocero anti-vacuna que enfrenta la deportación australiana tras haberse presentado no sólo sin vacunas o certificado médico —necesario para ingresar a ese país— sino que confesó que hasta dio entrevistas contagiado del virus. El padre del deportista denunció que lo querían crucificar como a Jesucristo.

Pan y circo en el medio de una crisis planetaria.

No Mires Arriba se podrá analizar en el futuro como esa parábola que pensó el director sobre el calentamiento global, pero hoy es una inevitable metáfora sobre el Covid y el increíble circo político/mediático que se desató en el 2020 con el arribo del virus.

La comedia es efectiva —aunque un poco larga, dura dos horas y cuarto, de los cuales quince o veinte minutos podrían haberse recortado— y ofrece actuaciones de primer nivel, dentro de lujoso elenco repleto de ganadores y nominados a los Oscar. El largometraje tiene un estilo visual que pasa desde la puesta en escena clásica del género hasta un enfoque más “de documental” en los pasajes más dramáticos. Pese a que el final apela a la ciencia ficción mezclada con comedia negra, el film tiene un cierre poderoso, con un mensaje increíble que apunta directamente contra las altas esferas de poder, el blanco que tuvieron los creadores entre ceja y ceja desde la concepción de esta obra.

No Mires Arriba es una obra casi imprescindible para poder utilizar como espejo en estos días. Porque los culpables de las negligencias no sólo son los gobiernos y los medios, sino las sociedades que no hacen nada, pero que creen estar actuando por el mero hecho de estar informados. Ya sea desoyendo las opiniones de especialistas (sean astrónomos, virólogos o científicos dedicados al cambio climático) como dejándose gobernar sin criticar o alzar la voz frente a las faltas de ecuanimidades ante una crisis, independientemente de la naturaleza que ostente la misma.

Ya lo dijo Arturo Jauretche:

Porque los medios de información y la difusión de ideas están gobernadas, como los precios en el mercado y son también mercaderías.

Por suerte existen obras artísticas, como este largometraje, que pueden ayudar a abrir un poco los ojos y mirar arriba, más allá de los discursos.

No Mires Arriba está disponible en Netflix.

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