Al Pie de la Letra
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Aviones
Relato de Pablo Diringuer
Aviones

Dice que eran como… choferes… encargados quizás, salían de uno, dos, tal vez no muchos lugares… y su memoria se pierde de a ratos y nuevamente dice, cuando el interrogador Fiscal le pregunta: -Sí, mi nombre es Federico y repito, era el chofer, llevaba y traía cosas… generalmente llevaba… porque después volvía vacío; más liviano, probablemente el tiempo del regreso era menor o… no sé… tal vez era una sensación…

-¿Sensación? – re pregunta el fiscal-
-Sí… bueno… a lo mejor es lo que uno cree porque como se regresa con menos peso… También está que, después de descargar uno quiere volver lo más rápido posible; no es muy bueno que digamos, quedarse de noche allí arriba cuando abajo hay sólo agua…
– ¿Qué sentía después de… “descargar”, sabía de sus caras, de sus sexos, o de alguna descripción al respecto?
-Muy poco porque yo solamente era el chofer; yo solamente piloteaba la nave; yo hacía lo que me pedían… daba una vuelta por las aguas y cuando ya se veían pequeñas rayitas de luces a lo lejos, bien lejos, ahí me decían que ya estaba; que había que volver.
-¿Y cuántos eran en la tripulación, lo recuerda?
-Y según, a veces éramos cinco, a veces seis…
-Usted dijo que era el chofer; ¿era el único?
-No, había otro que me acompañaba al lado, como copiloto; los demás se encargaban de lo otro…
-¿Qué era lo otro?
-Los demás, alguno hacía como de enfermero, les aplicaban inyecciones y luego los acercaban entre todos al lado de la compuerta…
-¿Estaban con vida?
-Generalmente sí; aunque había alguno que… sinceramente, no podría determinarlo… pero vi a varios que sí, y que les dieron como calmantes inyectables… estaban con vida y balbuceaban, decían cosas que no se entendían, estaban muy falopeados, parecían que deliraban… no se daban cuenta de nada y si se daban cuenta, nada podían hacer…
-¿Estaban acostados sobre el piso del avión o los ponían en algún otro lugar?
-Estaban todos tirados por el piso, casi apilados unos sobre otros; estaban libres, sin ataduras de ningún tipo ni grilletes…
-¿Y después qué sucedía?
-Y después me daban la orden de abrir la puerta… y yo despresurizaba y luego, en forma manual los otros la corrían… después, con unos fierros largos los empujaban…
-¿Usted vio cuándo lo hacían, presenció esos hechos mientras se producían?
-Lo vi una sola vez, después no quise verlo más… hubo algo que me impresionó sobremanera, amén de saber que estaban arrojando personas al mar…
-¿Qué fue lo que le impresionó, puede decirnos?
-La expresión… la expresión en la cara de una de las personas…
-¿?
-Era una chica de… unos veinticinco años aproximadamente… estaba muy volada después de la inyección, pero aun así, sus ojos… algo decían sus ojos… en un momento dado me acerqué a ella para acomodarla en el piso porque estaba contra una de las paredes del avión con el cuello torcido, en una posición incómoda y casi no podía moverse; sólo la cubría una camisa y como pantalón poseía unas bermudas casi desgarradas que a lo mejor ni eran de ella porque le quedaban grandes; al acercarme para acomodarla le vi su expresión de dolor y, al mismo tiempo de agradecimiento por haberla puesto en una mejor posición; cuando se sintió mejor, más aliviada, me dijo algo mezcla de gesto con palabras… “No siento nada” –me dijo- “pero gracias igual”; y luego me preguntó con lágrimas en los ojos: “¿a dónde nos llevan?”. Me sentí impotente y sin respuestas, sólo atiné a dar un grito al copiloto para que enderezara el avión y luego me encerré en la cabina; los otros cinco ya habían empezado a cargarme, a insinuar que quería tener algo con ella…
-¿Recuerda quiénes eran los que, con esos fierros empujaban a las personas fuera del avión?
-En realidad los vi contadas veces y sus nombres reales no los sabía, ellos usaban números durante esos viajes; o sea, si eran cinco, sus números eran correlativos y respondían a los mismos…
-¡No más preguntas! – dijo el fiscal-
El murmullo invadió la sala ampliamente concurrida por familiares de víctimas y organismos de derechos humanos. Luego vino el cuarto intermedio y los acusados y arrepentidos salieron por una puerta, y los testigos y testimonios por otra.

La Verdad y Justicia no viajaban en avión, parecían padecer un largo viaje en una oxidada bicicleta desvencijada.

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