Paredes de Canto
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Por Cuatro Días Locos
¡Qué saben los pitucos, lamidos y shushetas! ¡Qué saben lo que es tango, qué saben de compás!
Por Cuatro Días Locos
Tabaré 1299 – CABA – 1995

El doctor Alberto Salvador de Lucca abrió los ojos en Buenos Aires (entre Flores y Mataderos) el 7 de diciembre de 1914. A la ama nació veintiocho años más tarde el día que entonó su primer tanto por la radio El Mundo, como cantor- nadie decía entonces estribillista- de la orquesta Los Indios, dirigida por Ricardo Tanturi. Llevaba ese conjunto cierto módico fogueo logrado en la orquesta de Armando Neira, en la del ilustre Augusto P. Berto (uno de los padres fundadores del tango) y en la Mario Rodas. Aquellos ejercicios frente a los micrófonos pertenecen a su prehistoria. La historia comienza en 1941, quizá el 14 de agosto, cuando deja su registro antológico de Noches de Colon, o a lo mejor un año más tarde, cuando graba Muñeca brava (22 de septiembre de 1942), y expone abiertamente una nueva  manera de cantar y de actuar el tango; un aire canchero, o canchereado; un estilo como el camp en el que se mezclan la burla y la emoción.

El arte de Castillo se fundaba en una exageración del fraseo hasta lograr cierta entonación esquinera. Cuando dejó de cantar correctamente y comenzó a hacerlo a su manera, su canto recordaba el de los muchachos con berretín de cantor, que exageran el énfasis por pudor, es decir, para que nadie suponga que se la están piyando en serio. Por énfasis me recordaba Castillo a Azucena Maizani y por el aire travieso, a Sofía Bozán. No sé de qué cantor podrá detectarse algún rasgo en la fisonomía de su canto: no de Corsini de Magaldi, no de Hugo ni de Vargas; tal vez algún sesgo burlón al mejor modo gardeliano. Lo demás era todo Castillo, prístinamente Castillo. Todo llevaba su propia marca. Y el pueblo lo escuchó primeramente con sorpresa; con gusto, después; con fanatismo, enseguida.

Alberto Castillo en La Barra de la Esquina – 1950

Muchos cantores de orquesta congregaban feligresías multitudinarias: Fiorentino, Moran, Rivero. Ninguno, sin embargo, tuvo en grado superlativo como Castillo eso que ahora se llama poder de convocatoria. En cuando a bales, solo la orquesta de D´Arienzo podía competir con él. Sus multitudes no perseguían la perfección del canto; n eran movidas por la admiración estética, sino por la simpatía que suscitaba el intérprete. Ahora, a la vuelta de las décadas, cuando su figura casi esférica aparece en el escenario, el cariño que despierta se confunde con la ternura. Es posible que ningún cantor de tangos haya sido y sea tan querido como Alberto Castillo.

De pronto podía parecer un cantor casi de broma; por ejemplo cuando chuceaba a los lamidos y shushetas o cuando proclamaba ese cinismo de pegar pergeñado por Sciammarella, “por cuatro días locos que vamos a vivir”. Pero haberlo escuchado cantar Fea o volver una y otra vez a su personalísima versión de Tu pálido final, significa encontrar, entre burlas y veras, la dimensión precisa de un artista mayor.

Carrasco y Av. Rivadavia – CABA – 2017

Independizado de Tanturi- esas emancipaciones eran la moda: el mercado las permitía-, tuvo su propia orquesta, por la que desfilaron diversos directores: Balcarce, Alessio, Condercuri, Dragone. No importa mucho que músicos fueran- todos los que eligió, ciertamente muy valioso-, porque lo que contaba era Castillo. Probablemente, el emanciparse de Tanturi desarrolló más ampliamente su propio estilo, quizá con cierto histrionismo que arriesgaba la caricatura. Ese estilo- tan explícito en el vals de Sciammarella, escrito a medida, Los cien barrios porteños- ha demostrado ser absolutamente intransferible.

Como a Gardel, como a Hugo del Carril, Manuel Romero abrió a Castillo las puertas de los sets cinematográficos. Ahora miramos con nostalgia aquellos filmes deliciosamente ingenuos. Alberto Castillo, que reinó entre Los Auténticos decadentes, no tenía motivo alguno para sentir nuestra nostalgia, porque preservaba el alma tan jovencísima como cuando cantaba “Al compás de un tango la habrás de olvidar con una pebeta que sepa bailar”.

Los Auténticos Decadentes – Carrasco y Av. Rivadavia – CABA – 2017

Por Cuatro Días Locos

Por cuatro días locos
que vamos a vivir.
Por cuatro días locos
te tenés que divertir.

Es esta vida la mescolanza
de diversiones y de pesar.
No pierdan nunca las esperanzas
y aprendan todos este cantar.

Por cuatro días locos
que vamos a vivir.
Por cuatro días locos
te tenés que divertir.

Si en la ruleta usted patina
o si la mina se las tomó.
No llore hermano por el espiante,
olvide y cante como hago yo.

Por cuatro días locos
que vamos a vivir.
Por cuatro días locos
te tenés que divertir.

Si una hipoteca o un documento
lo están poniendo fuera de sí.
Si con su suegra se las ve negras,
usted se alegra cantando así:

Por cuatro días locos
que vamos a vivir.
Por cuatro días locos
te tenés que divertir.

Si usted ha tirado una cana al aire
y llega en copas tarde a su hogar.
Si su patrona protesta y grita
usted musita este cantar:

Por cuatro días locos
que vamos a vivir.

Por cuatro días locos
te tenés que divertir.

Marcha
Música: Rodolfo Sciammarella
Letra: Rodolfo Sciammarella

Así se Baila el Tango

¡Qué saben los pitucos, lamidos y shushetas!
¡Qué saben lo que es tango, qué saben de compás!

Aquí está la elegancia. ¡Qué pinta! ¡Qué silueta!
¡Qué porte! ¡Qué arrogancia! ¡Qué clase pa’bailar!
Así se corta el césped mientras dibujo el ocho,
para estas filigranas yo soy como un pintor.
Ahora una corrida, una vuelta, una sentada…

¡Así se baila el tango, un tango de mi flor!

Así se baila el tango,
Sintiendo en la cara,
la sangre que sube
a cada compás,
mientras el brazo,
como una serpiente,
se enrosca en el talle
que se va a quebrar.

Así se baila el tango,
mezclando el aliento,
cerrando los ojos
pa’ escuchar mejor,
cómo los violines
le cuentan al fueye
por qué desde esa noche
Malena no cantó.

¿Será mujer o junco, cuando hace una quebrada?
¿Tendrá resorte o cuerda para mover los pies?
Lo cierto es que mi prenda, que mi «peor es nada»,
bailando es una fiera que me hace enloquecer…

A veces me pregunto si no será mi sombra
que siempre me persigue, o un ser sin voluntad.
¡Pero es que ya ha nacido así, pa’ la milonga
y, como yo, se muere, se muere por bailar!

Tango – 1942
Música: Elías Randal

Letra: Marvil

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