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De Chatitas a Chatas
Antiguamente recibían ese nombre los carros de carga chatos, planos
De Chatitas a Chatas

En el habla cotidiana de los argentinos, los diminutivos tienen una carga afectiva. Las “chatas” no son una excepción. Antiguamente recibían ese nombre los carros de carga chatos, planos.

“Así evoco tus noches
barrio de tango
con las chatas entrando al corralón”.

Con esa imagen el poeta porteño Homero Manzi inmortalizó en su pieza “Barrio de Tango” (música de Aníbal Troilo), un trozo de tiempo y de su barrio, Nueva Pompeya. Las chatas y sus caballos pernoctaban en los corralones, que como los cafés de las esquinas, fueron parte de la vida social de un tiempo definitivamente perdido, como el oficio de carrero en las ciudades. Pero el carrero devino en “chófer”, conductor de automotores. Y en medio de los automóviles y los camiones nacieron las camionetas, las modernas chatas. Un camión pequeño con algo de auto y familiarmente se las comenzó a llamar, “chatitas”.

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Pero la publicidad se fue imponiendo y en la década de 1960 ya se las conocía también como pick – ups. La industria automotriz estadounidense fue la primera en captar la condición de vehículo multiuso que el cliente rural le otorgaba a la chata. Además de pequeño camión, también servía para pasear y cumplir otros menesteres. Entonces de a poco, los sucesivos modelos fueron incorporando comodidades que anteriormente sólo disfrutaban los automóviles, los llamados detalles de “confort”. Cabinas más anchas, tapizados más lujosos, parabrisas panorámicos y otros detalles que vistos desde el interior, uno se olvidaba que estaba en un vehículo de trabajo, salvo por su robustez.

Tal vez la más tradicional de esa extensa familia de chatas nuestras, sea el Rastrojero Diesel , fabricado primero por Industrias Aeronáuticas y Mecánicas del Estado (IAME), luego llamada DINFIA y al separarse del complejo la fábrica de aviones, su nombre definitivo fue Industrias Mecánicas del Estado (IME). El Rastrojero contaba con cuatro cilindros, 42 HP, 4 marchas y capacidad de carga útil de 500 kilos. Comenzó a fabricarse en 1952 ensamblando componentes de rezagos militares norteamericanos, como partes del Jeep Willys y vehículos de arrastre, hasta que entre varias mejoras incorporó el motor fabricado por Borgward en su planta argentina. La primera generación se produjo entre 1952 y 1967; la tradicional, la chatita clásica más popular.

Entre 1969 y 1979 salió al mercado la segunda generación de carrocería más grande, acorde a los modelos competidores y finalmente en 1979, la dictadura del general Jorge Videla ordenó el cierre definitivo de IME y Rastrojero pasó al desván de nuestros mejores recuerdos. En su larga vida, la marca fabricó más de 32.000 unidades, exportando a cinco países latinoamericanos. En el año 2023 en nuestro país, habría interesados en producir un nuevo Rastrojero con motor eléctrico y batería de litio. El proyecto está en plena elaboración.

Otro clásico del rubro es el Baqueano de Industrias Kaiser Argentina (IKA). Con el desembarco de la francesa Renault en Córdoba, se registró la sociedad IKA – Renault que produjo una amplia gama de automóviles recordados por los argentinos: Torino, Rambler Ambassador, Classic, Gordini, Dauphine, Estanciera, 4L, etc. Luego de esa fusión la firma quedó como Renault Argentina a secas. El Baqueano contaba con mecánica del Kaiser Carabela y también de la Estanciera, inclusive su frente era el del vehículo anterior. Contaba con tracción doble, 115 HP y una carga útil de mil kilos. A la familia IKA – Renault perteneció también el memorable Jeep Pick Up: “Unidades fogueadas en millones de kilómetros recorridos en las rutas argentinas. Lo más barato en el mercado, sin que ello vaya en desmedro de su calidad”; decía la revista especializada Parabrisas, en su edición de mayo de 1960. Contaba con cuatro cilindros, tres marchas y 500 kilos de carga útil. A opción del cliente, estaba la versión de tracción doble. Pensemos que pese a su capacidad de carga relativamente pequeña, la doble tracción en caminos desparejos o pantanosos, era indispensable.

Ingresando al terreno de las “grandes”, recordemos la Chevrolet “Apache”: Motor “Thriftmaster”, seis cilindros, tres marchas, 750 kilos de capacidad de carga entre otras virtudes, como la amplitud y comodidad de la cabina y detalles de lujo. Su eterno rival, Ford, opuso a la “Chivo” la Pick Up F – 100. Con ocho cilindros en “V”, 172 HP, tres marchas y 500 kilos de carga útil. Otra estrella de las “grandes”, fue la Dodge Fargo producida por Chrysler, con caja de cuatro velocidades, 750 kilos de carga.

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Con el paso de los años y los avatares económicos, la industria automotriz argentina languideció y resurgió con fuerza, una y otra vez. La globalización internacionalizó también las autopartes y hoy es difícil encontrar un vehículo en cualquier país, cuya factura sea íntegramente nacional. Nombres como Ford Ranger, Toyota Hilux o Volkswagen Amarok son algunas de las chatas del presente; curiosa simbiosis de camión con automóvil de lujo. Ellas hoy son las que reemplazaron a aquellas marcas como las mencionadas al comienzo de la nota. Varias generaciones crecieron conviviendo con los Rastrojeros, la “Chivo”, el Gladiator y demás chatitas que todavía en el siglo XXI, es posible encontrar en internet o en alguna exhibición de coleccionistas; impecables, vistosas, luciendo sus mejores galas como las pioneras tiradas por caballos, con sus filetes pintados a mano y la estrella de bronce claveteada sobre un cuero, como rememoró Homero Manzi.

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