El Arte de la Culinaria
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Gran Orgullo para Colombia y Latinoamérica
Mauricio Tamayo “el Sibarita”, Sommelier colombiano que Conquista los Escenarios Internacionales del Vino
Gran Orgullo para Colombia y Latinoamérica

El Sommelier colombiano Mauricio Tamayo, reconocido mundialmente como “Mauricio El Sibarita”, ha sido nuevamente nominado como uno de los mejores Wine Bloggers del mundo en la categoría #WineSommelier, de los prestigiosos VINO INFLUENCERS WORLD AWARDS 2025.

Por Claudio Valerio

La esperada ceremonia de gala se celebrará el 20 de septiembre de 2025 en la ciudad de Valladolid, España, considerada una de las capitales del vino a nivel europeo. Este evento internacional reúne a las voces más influyentes del mundo vitivinícola y premia a quienes han logrado transformar la manera de comunicar, educar y disfrutar el vino a través de plataformas digitales.

Mauricio Tamayo es el único Sommelier colombiano nominado este año, lo que convierte su participación en un hecho de gran orgullo para Colombia y Latinoamérica. Su estilo auténtico, educativo y entretenido, combinado con un enfoque sibarita que celebra el vino como experiencia de vida, lo ha posicionado como una figura destacada en la escena global del vino.

Con una comunidad digital que crece cada día, Mauricio ha logrado acercar el mundo del vino a miles de personas, desmitificándolo y haciéndolo accesible tanto para aficionados como para expertos. Su trabajo constante desde Colombia, su presencia en catas internacionales y su carisma natural han sido claves para consolidar su influencia a nivel global.

“Tomar vino, ayuda a descorchar ideas”, dice Mauricio con su ya icónica frase, que resume su visión de un vino que inspira, une y educa.

La nominación reafirma su lugar entre los grandes comunicadores del vino a nivel mundial, y marca un hito para la representación colombiana en escenarios de talla internacional.

A continuación, el Sommelier Mauricio Tamayo (Mauricio El Sibarita – @mauricio.sibarita), contribuye con su “Pasión por el vino” y lo hace de forma tal que, a través de la misma y a nivel profesional nos comparte su convicción y espíritu por los vinos; dejando en claro que, en materia de vinos, el mejor tiene que ser necesariamente el más caro, sino que es aquel que se comparte.

Para no sentir el horrible peso del tiempo sobre sus espaldas, hay que embriagarse sin tregua. De vino, de poesía o de virtud, a vuestra elección. Pero embriaguese.
(Charles Baudelaire; poeta y ensayista francés)

Pasión por el Vino
Desde la antigüedad, el vino ha viajado de la mano con la humanidad, como un cómplice silencioso de nuestras conquistas, celebraciones, derrotas y redenciones. Estuvo en las mesas de emperadores y campesinos, en altares sagrados y tabernas olvidadas. Es testigo líquido de nuestra historia, y presiento que nos acompañará hasta el fin de los días.

El vino es mucho más que una bebida: es una emoción embotellada, un lenguaje sin palabras que atraviesa culturas y generaciones. Lo trabajamos con manos llenas de tierra, lo comerciamos con entusiasmo, lo compramos con ilusión, lo bebemos con alegría y lo atesoramos con nostalgia. Del vino hablamos, pensamos, escribimos y hasta soñamos. El vino nos ha moldeado, y con cada sorbo, se convierte en parte de quienes somos. Porque esta bebida milenaria tiene ese don poético de aportarle fantasía y seducción a la vida.

Cuando intento definir cuál es mi pasión por el vino, recurro inevitablemente a las palabras sabias de Hugh Johnson, quien en su prólogo del libro Monks and Wine de Desmond Seward, nos regala una visión integral y fascinante:

Para mí, lo fascinante del vino es que muchos aspectos de otros ámbitos forman parte de su cultura y su técnica. Sin la geografía y la topografía resulta incomprensible la viticultura; sin la historia, no tiene contenido; sin viajes, resulta irreal. El vino tiene que ver con la botánica, la química, la agricultura, la carpintería, la topografía, la economía y otras ciencias cuyo nombre desconozco.”

Con esta descripción logro concluir que el vino es una alegoría perfecta e inspiración de innumerables poemas, mitos y leyendas, arte, literatura, música, entre muchas más inspiraciones de vida… ¡el vino es musa y mensaje! Y no lo digo como si fuera un poeta ebrio de romanticismo, sino como alguien que ha dedicado su vida a entender y comunicar esta cultura de manera simple, descomplicada; pero con profundo respeto. Porque cuando un vino se abre, también se abre una historia.

Sus colores nos hipnotizan, sus aromas nos despiertan recuerdos, sus sabores nos cuentan secretos y sus texturas nos acarician el alma. La cata se vuelve un ritual de exploración sensorial. Es un acto íntimo, casi espiritual, en el que cada sorbo puede evocar una memoria, una persona, un lugar. Y eso es pasión. Una pasión tan viva, que enciende los sentidos y conecta el pasado con el presente en un instante suspendido en el tiempo.

La neuroenología – sí, eso existe y es apasionante – nos revela que la percepción de un vino no está en la copa, sino en el cerebro. Es decir, lo que sentimos al probar un vino está filtrado por nuestras emociones, recuerdos, creencias, expectativas, y hasta por el entorno donde lo bebemos. Por eso, un mismo vino puede saber diferente según con quién estemos, cómo nos sintamos o qué música esté sonando de fondo. En otras palabras: catamos desde la memoria y el corazón. Y eso es vivir la vida a través de una copa.

¿Y qué hay mejor que beber vino con buena compañía? Esa pregunta me la hago frecuentemente, y aunque a veces la respuesta parece obvia, siempre regreso al mismo punto: el vino nos une. Nos aproxima al amor, a la amistad, a la conversación genuina. Nos invita a compartir, a brindar, a reír y hasta a llorar juntos si hace falta. Porque el vino tiene ese poder de abrir no solo botellas, sino también corazones.

He sido testigo de cómo una copa puede romper el hielo entre desconocidos, puede sellar pactos entre socios, puede encender la chispa de un nuevo romance o hacer más cálida una noche entre viejos amigos. En cada sorbo, el vino nos habla, y si aprendemos a escucharlo, entenderemos que más allá del tanino o la acidez, lo que nos da es conexión humana.

No quiero terminar sin citar un fragmento de una canción que me acompaña desde hace años. Se llama Amor al vino, y dice así:

“Una cosa es el vino y otra cosa es el amor,
pero si juntas las dos, nace el amor por el vino.
Una tremenda pasión que hace mejor el camino,
que da a la vida calor y esperanza al peregrino.”

¡Qué belleza! La canción de arriba me recuerda por qué me dedico a esto. Porque el vino no es solo mi trabajo: es mi pasión, mi inspiración, mi bandera y mi herramienta para compartir alegría al mundo.

Brindo por las pasiones que nos definen, por los momentos que el vino nos regala y, sobre todo, por los que amamos esta bebida como un arte de vivir. Brindo por ustedes, amantes del vino.

Y como siempre digo… Tomar vino, ayuda a descorchar ideas… Salud; ¡Salud!

Desde la ciudad de Campana (Buenos Aires), recibe un saludo, y mi deseo de que la vida te sonría y permita que prosperes en todo, derramando sobre ti, Salud, Paz, Amor, y mucha prosperidad.
Claudio Valerio
© Valerius

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