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La Enfermedad Sagrada
Hipócrates fue el primer en intentar descubrir el origen médico de la epilepsia, destruyendo viejos mitos sobre la divinidad de algunos padecimientos
La Enfermedad Sagrada

“Acerca de la enfermedad que llaman sagrada sucede lo siguiente. En nada me parece que sea algo más divino ni más sagrado que las otras, sino que tiene su naturaleza propia, como las demás enfermedades, y de ahí se origina.

La Enfermedad Sagrada
Cuando uno estudia la historia de la ciencia, el desarrollo de la medicina produce una cierta complejidad o, por lo menos, a mí me la produce, y déjenme que les explique por qué. Como casi todas las disciplinas, el origen de la medicina científica occidental se sitúa en la Grecia de los siglos V y IV antes de nuestra era, y se pone como punto de partida a la obra de Hipócrates de Cos. No sabemos mucho sobre él: vivió, probablemente, durante la segunda mitad del siglo V y la primera mitad del siglo IV. No solo fue el jefe de la escuela de Cos, sino que enseño medicina en Atenas, y Platón y Aristóteles lo consideraban el arquetipo del médico. Tuvo tal importancia que no solo sus propias obras, sino todos los textos de la medicina de los siglos V y IV se le atribuyeron. La conjunción de esos libros conforma el Corpus hipocraticus, donde se resume toda la medicina y consta de esos sesenta tratados, casi todos escritos entre 430 y 330, que revelan, por primera vez, una actitud científica, separando la enfermedad de la magia y la religión, como lo muestra el caso de la epilepsia, que para los antiguos era un mal sagrado, porque resulta sorprendente e impensable. Lo que hace Hipócrates es, justamente, comprobar que en verdad no es tan incomprensible como parece, que hay otras enfermedades que comparten estas características (como ciertas fiebres y el sonambulismo) y que la epilepsia no tiene por qué ser diferente de esas o de cualesquiera otras enfermedades. Solo la ignorancia, denuncia el gran médico, hizo que se juzgara a la epilepsia como un “mal sagrado”, para beneficio de embaucadores y charlatanes. Y este es el gran descubrimiento de Hipócrates, quien escribe con una pavorosa lucidez: “Acerca de la enfermedad que llaman sagrada sucede lo siguiente. En nada me parece que sea algo más divino ni más sagrado que las otras, sino que tiene su naturaleza propia, como las demás enfermedades, y de ahí se origina. Pero su fundamento y causa natural lo consideraron los hombres como una cosa divina por su inexperiencia y su asombro, ya que en nada se asemeja a las demás. Pero si por su incapacidad de comprenderla le conservan ese carácter divino, por la banalidad del método de curación con el que la tratan viene a negarlo. Porque la tratan por medio de purificaciones y conjuros. Y si va a ser estimada sagrada por ese motivo, que yo indicaré otras que no resultan menos asombrosas ni monstruosas, a las que nadie considera sagradas. Por ejemplo, las fiebres cotidianas, tercianas y cuartanas no me parecen ser menos sagradas ni provenir menos de una divinidad que esta enfermedad. Y a estas no les tienen admiración.”

La pieza central de la medicina hipocrática, la doctrina de los cuatro humares, supone que el cuerpo humano está compuesto por cuatro sustancias, a las que se llama, técnicamente, “humores”. La sangre, la flema, la bilis amarilla y la bilis negra determinan la salud del individuo: está sano cuando esos cuatro humores están armónicamente distribuidos y la mezcla es apropiada. La enfermedad se manifiesta al romperse esa armonía o cuando la mezcla es imperfecta. Por otra parte, con los cuatro humores se corresponden las cuatro estaciones, así como las cuatro cualidades (frio, caliente, seco, húmedo), y los cuatro elementos (tierra, agua, aire, fuego)

La causa de la epilepsia, entonces, tiene que ser una alteración del cerebro que se origine en las mismas causas racionales de las cuales provienen todas las otras alteraciones patológicas: una adición o sustracción de seco o húmedo o calor o frio. Por lo tanto, “quien sabe determinar en los hombres, mediante la dieta, lo seco y lo húmedo, el frio y el calor, puede curar este mal”. Lo más importante de todo esto, como se darán cuenta, no es la solución, evidentemente errada, sino la enseñanza metodológica: a consecuencias naturales hay que buscarles causas naturales y no mágicas o metafísicas.

Los remedios hipocráticos, entonces, excluyen exorcismos o purificaciones para limitarse a métodos “racionales”, que en general tienden a centrarse en la dieta y en la restauración del equilibrio perdido. El escrito hipocrático sobre la epilepsia es impresionante, podría haber sido redactado ayer. Y también eso produce asombro. Pero hay algo más; esa cierta perplejidad de la que les hablé al principio, y de la que les contaré el mes que viene.
Caras y Caretas – Junio 2012 – Por Leonardo Moledo

Hipócrates
Medico griego, nacido en la isla de Cos. El mayor de la antigüedad. Autor de obras notables, de las que se conservan algunos fragmentos. Llamásele el Padre de la Medicina (460-377 a. de J.C)

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