La imagen no puede ser más elocuente. Un individuo inmovilizado dentro de un espacio mínimo, por un cerco invisible. “Sacar los pies del plato” implica quedar fuera de control, convertirse en un “out sider.” El plato puede ser cualquier ámbito organizado más o menos jerárquicamente. En un empleo, saca los pies del plato aquel que es remiso a cumplir órdenes, o el que toma iniciativas que pueden ser contradictorias con las emanadas por la jerarquía. Otro tanto sucede en el mundo deportivo, donde la frase aparece con frecuencia citada en los medios especializados. Es que en el deporte, sobre todo el profesional, suele chocar el “vedettismo” de algunas figuras consagradas con la necesidad de encuadramiento y trabajo en equipo. Pero si hay una actividad en que esa expresión sacó carta de ciudadanía, es en la política. Desde los revolucionarios de Mayo de 1810 en adelante, la crónica histórica argentina abunda en ejemplos de aquellos que decidieron “sacar los pies del plato.”
En las estructuras partidarias, en particular aquellas de carácter movimientista, algunas de las tendencias internas que pujan por conducir al conjunto, en situaciones de crisis no han vacilado en sacar los pies del plato; a veces no teniendo en cuenta las directivas de las autoridades partidarias constituidas, otras directamente provocando la división de la organización y creando un nuevo partido. Sólo en el siglo XX podemos identificar varios ejemplos: las crisis del Partido Socialista que derivaron primero hacia la creación del Partido Comunista y luego al Partido Socialista Independiente; la ruptura más importante sufrida por el radicalismo, cuando en 1957 el partido fundado por Leandro Alem se divide en la Unión Cívica Radical Intransigente (UCRI) liderada por Arturo Frondizi y la Unión Cívica Radical del Pueblo (UCRP) conducida por Ricardo Balbín y otros ejemplos de estructuras numéricamente menos importantes.
El caso del justicialismo merece un análisis particular ya que sus diecisiete años de proscripción (1955 – 1973), no le facilitaron la organización interna. De todos modos, hubo casos puntuales de aquellos que para algunos punto de vista, incurrieron en “sacar los pies del plato”, aún en vida del Líder del Movimiento. Sería el caso del sindicalista Augusto Vandor a quien se atribuye la frase “Hay que estar contra Perón para salvar a Perón” y luego con Perón en el gobierno (1974), la denominada izquierda peronista cuestionando algunos aspectos y funcionarios de su gobierno.
La dictadura de 1976 – 1983 puso en sordina las luchas internas que se reavivaron con la recuperación de la democracia, y en particular con la crisis dirigencial generada por la primera derrota electoral del peronismo en diciembre de ese año.
Al no dirimirse claramente las referencias partidarias, en las elecciones de septiembre de 1987 el dirigente bonaerense Antonio Cafiero “saca los pies del plato” y crea el Frente para la Justicia, la Democracia y la Participación; curiosamente su sigla J.D.P. remitía a las iniciales de Perón. La desobediencia sale bien y el peronismo gana ampliamente en Buenos Aires y otras provincias. Pero nuevas camadas de dirigentes siguieron saliendo del plato: En la década de los noventa algunos de ellos crean el Frente para un País Solidario (FREPASO) y desde el radicalismo otras fracciones se alejan del tronco madre.
En el siglo XXI, esa práctica dio como resultado una fuerte fragmentación de los antiguos partidos y el surgimiento de un conglomerado de sellos que al elector le resulta sumamente complicado diferenciar.
Muchas de esas “sacadas de pies” terminaron en estructuras o candidaturas unipersonales.