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Betinotti: El Último Payador
Todos en el viejo y añoso almacén esperaban que el payador -que era José Betinotti - se largara a contar sus cosas
Betinotti: El Último Payador

La Poesía del Dolor

El hombre comenzó a templar su guitarra con un dedo de ironía en sus labios. Todos en el viejo y añoso almacén esperaban que el payador  -que respondía al nombre de José Betinotti- se largara a contar sus cosas. Acodados en el despacho de bebidas o alrededor de la mesa  reseros y cuarteadores transforman la charla en respetuoso silencio, acompañados por gruesos vasos de grapa y vino negro.

El hombre es conocido en esa bruma suburbana, en todo ese cordón orillero en donde se mezcla el campo con la ciudad naciente. Primera década del siglo. Todos son hombres de frontera. José Betinotti ya es famoso entre esa gente. Ha traído con su canto las tradiciones narrativas y dramáticas del género gauchesco, el sabor de la vidala y la milonga campesina, y les ha sumado el clima del suburbio, su melancolía de personaje carrieguero. José Betinotti se ha colocado en la historia como sucesor del gaucho Fierro y antecesor del tango orillero. Hugo del Carril lo interpretó exitosamente en el cine y Carlos Gardel lo respetó como si fuera su raíz, el sello popular que tango-canción había heredado.

El Payador José Betinotti en 1910

José Betinotti nació en la provincia de Buenos Aires y anduvo toda su vida rondando bodegones con estaño, fondas y almacenes de ramos generales hasta que subió a las tablas del teatro. Payando ganó concursos, cantando inmortalizó canciones como “Para quererte nací”, “Como Quiere la Madre a los Hijos”, “Tu Diagnostico” (grabado por Fiorentino con la orquesta de Troilo) y la popularísima “Pobre mi Madre Querida”, interpretada por innumerables artistas del género.

Pero hubo una vez en que el nombre de José Betinotti, payador, descolló entre su gente. Fue el 25 de mayo de 1913 en el teatro Argentino de San Vicente. Había llegado hasta ahí para trenzarse con otro payador, Francisco Bianco, más conocido como Pancho Cueva. De ese encuentro payadoresco se conserva una versión taquigráfica. El duelo había sido duro, parejo, y el público se dividía su aliento entre uno y otro, sin que aun estuviera claro quién iba a ser el triunfador. Hasta que llegó el momento:

Betinotti:
-Usted tiene la ilusión

De ser un cantor gigante
Se cree un pulido brillante
Cuando solo es carbón.

Bianco:
-De color blanco no niego
más conservo na fortuna
usté como tronco e tuna
Inservible hasta pa el fuego

Betinotti:
-La prueba que es lenguaraz
El hombre no cabe duda
Tiene más letra menuda

Que la máquina de gas,
Es seguidor pertinaz
a todo le encuentra error
de puro fantasiador
y payando es renegao
como tabano e bañao
porfiador y molestador.

Tal fue la reacción del público en favor de Bertinotti que Bianco, ofuscado amenazó con retirarse del escenario. El jurado, sin embargo, alegó que no había habido por parte del adversario ninguna agresión que justificara el abandono de la payada por parte de Bianco. El único motivo de su enojo había sido sin duda, la habilidad demostrada por Betinotti para volcar en su segundo a toda la concurrencia a su favor. Y ante la humillación de perder la partida solo por haberla abandonado, Bianco opto por seguirla, corriendo el riesgo de no poder doblegar al famoso Betinotti, gesto que fue aplaudido por todos los presentes, quienes terminaron vitoreando a los dos payadores.

La gracia, la ocurrencia espontanea, la estocada incisiva, las definiciones tajantes de la pobreza inspiraba al cantor popular, todos estos recursos entrelazados con maestría hicieron que José Betinotti se inscribiera en la historia de nuestra cultura, junto con otros payadores de la talla de Gabino Ezeiza.

Vestido con cuello palomita, moño volador y botín enterizo, negro el traje a la usanza de los poetas románticos de la época. Betinotti dibujó  con sus decimas una frontera que avanzó desde el campo atravesando bodegones, invadiendo la pista del circo criollo y los patios de los almacenes, suburbanos, hasta trepar a los tablados populares para alimentar el alma de quienes, en nuestra ciudad de Buenos Aires, inventarían el tango.
Por Mario Paolucci

Afiche de la Película El Último Payador

El Último Payador
El film es una fantasía biográfica alrededor de la figura del legendario cantor José Betinotti, autor de la canción «Pobre mi Madre Querida», lo que permite recreaciones detalladas del circo criollo, de los tempranos estudios de grabación fonográfica, de los mítines políticos animados con comida, bebida y canciones, de las primeras luchas obreras y de los orígenes del tango-canción. En muchos sentidos la narración es similar y complementaria a la de otro film de Manzi y Pappier,  Pobre mi Madre Querida (1948): la música y las canciones comentan la acción, al mejor estilo de la opereta tanguera, y hay una zona de amores trágicos repartidos entre la muchacha buena, que es casi como una madre, y otra mujer más carnal pero también más inestable. Del mismo modo que el antihéroe del film anterior, el protagonista de El Último Payador demuestra una especie de determinación autodestructiva frente a la muerte, aunque en este caso lo ayuda una fatalidad histórica: Betinotti ha de morirse, como se sugiere ya desde el título, para que el tango nazca.

País – Argentina
Año -1950
Dirección –  Homero Manzi – Ralph Pappier
Guion – Homero Manzi (sobre la historia real de José Betinotti)
Música – Sebastián Piana -Tito Ribero

Protagonistas –  Hugo del Carril – Aída Luz – Orquídea Pino – Ricardo Passano – Lito Bayardo

Escena de la Película El Último Payador
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