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Nicolás Olivari, con Alma y Vida
También Entre Nosotros hay Gato por Liebre y Demasiado Gato Acaso… Pero El Gato Escaldado
Nicolás Olivari, con Alma y Vida

“Irónico, desenfrenado, hiriente”. Así calificaba Nicolás Olivari a su primer libro de versos, La amada infiel (1924). Pero esos tres adjetivos bastan para definir toda su obra, una de las más escuetas y originales que haya albergado la literatura argentina de este siglo; una de las menos apreciadas, también, quizá porque la ironía y el desenfado, en un país enfermo de solemnidad, le prohibieron lectores y exegetas.

Hasta los diarios de su ciudad, Buenos Aires, en cuyas páginas volcare “prosa liviana y mucha,/ trabajos y tedios y antipáticos”, lo despidieron con más efecto que comprensión cuando, el jueves pasado, a las cinco de la tarde, Olivari cerró para siempre sus ojos vivaces, silenció su voz enronquecida, dejó de agitar su larga boquilla. El, sin duda, no hubiera esperado sino irónicas amables y apresuradas: cuatro décadas lo acostumbraron a ser un islote en un mar de pura espuma.

Dos años atrás, al exhibir sus pinturas declaraba: “Un poeta es casi el único hombre que puede ponerse a hacer realmente cualquier cosa”. Pero Olivari, nacido en 1900, prefería disimular que era, por encima de sus gestos: de dandy arrabalero, de su letra despatarrada, de su nutrida biblioteca, de sus postales y sus bromas, un poeta de la nostalgia, un rapsoda de la desesperanza, un Adán virulento por fuera, y tibio, ávido de Paraíso, por dentro. En pas de quatre, publicado en 1984, confiesa: “ ¿Puedo ir el arpa del rey David?/ Toda mi vida intenté su son en la rechinante agrura de mi verso blasfemo”. Sin embargo, ese paciente ensayo no fracasó: cada texto de Olivari es un salmo, el salmo desaliñado de un rey en el exilio que cantaba a su dios, la Poesía.

En la década del 20 compartió los entusiasmos románticos de Boedo en las tertulias de la librería de Francisco Munner, cerca de las viejas linotipos de Lorenzo Rañó. Su Amada infiel fue reprobada en aquellas tertulias: Olivari no era el realista fácil y sombrío que preconizaban sus amigos; hijo de Valle Inclán y del simbolismo francés, la realidad la servía de pretexto para amasar sobre ella sus fantasías, sus aguafuertes cuajadas de humor y tragedia, esperpentos en los que campeaba la picardía criolla y la erudición, el ensueño y la queja. Raúl González Tuñón lo llevó entonces a Florida, donde compartió “la bondad infinita del gran Macedonio Fernández”, el estruendo de la vanguardia. Sería inútil, sin embargo, afiliarlo a una de las dos corrientes: exuberantes y jocoso en sociedad, Oliveri se refugiaba en su poesía, y en ese universo mágico, a veces grotesco, estaba solo hablándole a la humanidad.

Escribió piezas teatrales y artículos, cuentos y estampas; de su infancia, y del Buenos Aires de la época, dejó un retrato conmovido y placentero, El almacén (1959), “novela parroquial” que copiaba el tono sentimental y desparejo, truculento y profundo de sus poemas. No obstante, hay que trasegar sus seis colecciones de versos para sacarlo del olvido, para adivinar sus señales de briosa camaradería, para adivinar en él a ese albatros con quien su admirado Baudelaire comparaba el poeta, a ese viril y delicado trovador que reverenciaba y Villon.

Los poemas de Olivari salen, temerosos e ingenuos, a buscar su sitio en un mundo desviado, poco apto para la locución lirica (y pocos argentinos fueron tan liricos como el), ocupado en devorar la belleza. Pero salen, luchan por instalarse allí, jirones de un espíritu que es capaz de permitírselo todo menos la complacencia. Jirones o borbotones, trozos de respiración que se reflejan en su discurso quebrado, en su métrica irrespetuosa, en su idioma plagado de neologismos y voces populares. Refinado y caricaturesco, el mensaje de Olivari no cesa de brotar ni de ilustrar su única religión: amarse los unos a los otros. En eso, era hombre de todos los tiempos, hechizado por el pasado, crítico del presente, cuidadoso del futuro. En lo demás, en su estilo sabiamente administrado, cálidamente pulido, no tiene parangón.

Porque la poesía la costaba, porque entraba en ella como el sacerdote en el éxtasis de la misa, a cada libro prometía no volver a insistir. Lo perseguía La musa de la mala pata (asi se llama a  su segundo volumen, en 1926), la certidumbre de que sus palabras carecían de eco. Hasta sus iniciales eran una barrera; N.O. Pero el poeta no es quien decide, y Olivari siguió haciendo versos, dejándose arrastrar por su pasión, nunca por su oficio. Pues, según pronosticó, “quedarán los que dijeron bien de belleza, los que escribieron con alma y vida, con fuego y rabia, con hondura y altura”. Como él (R.de C.)

Nicolás Olivari -argentinometropolitano.blogspot.com

También Entre Nosotros hay Gato por Liebre y Demasiado Gato Acaso… Pero El Gato Escaldado
El artista futuro que no tenga como un don precioso de la naturales: imaginación, no pasara de profesor en un Liceo de provincias. La musa literaria despojará a todas sus hermanas, las otras musas, y se producirá en la turbulencia de la independencia sonora y agresiva. Tomará las malas palabras de los idiomas bajos para enaltecer las sonoras y bellas palabras gastadas por el roce en los cráneos de los liricos piangentes. Los escritores provistos de formula y técnica, caerán en las redes del periodismo y no se desenlazarán nunca de la sección “Noticias de Policía”.

El poema nuevo, local, pues no traspasará las fronteras para nada, dirá de la única belleza existente. Liga especiosa de todo el detritus literario que dejaran las profesionales de las letras en su desbandada, será aderezada con la  salsa tártara de la imaginación. Y ¡ay del que no la desarrolle! Mejor será que se ahorque de un pino, como todo aquel que  en su hora no fue romántico. El arte, en su maravillosa formula irreparable y definitiva: “El arte es perfectamente inútil”, vivirá su inutilidad concluyente en el mundo irreal de lo imaginado. Habrá así la división natural de lo que produce y de lo que no produce. Trabajarán los artistas del poema nuevo en sus labores de atrofia. Serán empleados, obreros, mecánicos, médicos, abogados, diputados y aviadores, con la insensibilidad del condenado para siempre a la rutina de la jornada de / horas.

Luego, en las ocho restantes, desarrollaran la imaginación en reposo y producirán la magnífica inutilidad de sus poemas por los cuales, con toda justicia, no percibirán un solo cobre. Labor inútil que será bella de tanto ser desinteresada, como quien trenza y destrenza una misma cuerda, repito. Será también la venganza de la inutilidad contra el trabajo impuesto y del cual no habrá escapatoria a riesgo de sucumbir de hambre. Hay algo de ello ya en la sociedad contemporánea, pero la futura, indudablemente, será una vasta  colmena humana donde habrá que trabajar sin reposo ni distinción, apenas quede abolida la propiedad y la herencia. Y ya no existirán las odiosas jerarquías intelectuales de la actualidad. Los que venderán su pluma están, desde ya, descartados.

Roída su imaginación por la puerilidad de las pequeñas dosis de arte que darán al mercado para disfrutar mayor beneficio, su producción literaria será fruto de avidez, de avaricia, de contubernio entre editores y autores irresponsables. Cuando se disponga a escribir un libro o un párrafo, que basta solo un párrafo desinteresado y sincero para justificar una vida literaria, fracasara, darán hijos muertos, fetos para las vitrinas editoriales, con el olor reciente de las pequeñas noticias que aderezaron en las columnas de los diarios, los que verán desalojada su apretada y sedicente prosa por la visión gráfica, la nota brevísima, casi telegráfica, y por el cinematógrafo.

Asusta pensar en la cantidad de individuos que actualmente escriben en Buenos Aires, que publican libros de versos peinaditos, ripiosos, libros de ensayos estériles como los mulos, libros de prosa pesada y fangosa como los chicos de las esquinas suburbanas dejadas de la mano de la Municipalidad. Libros tontos, rematadamente tontos, solemnemente tontos, tanto que no tienen la disculpa de ser malos siquiera, porque ser tonto es peor que ser malo indudablemente. Pero, ¡bah! Ellos morirán y ni sus acreedores se acordaran del santo de su nombre, cuando menos de sus libros. Pero quedarán los que dijeron bien de belleza, los que escribieron con alma y vida, con fuego y rabia, con hondura y altura. Y las generaciones futuras sabrán del título de nuestro único orgullo, de nuestra suprema vanidad. Nosotros escribimos iniciando la revuelta, el motín, el cuartelazo contra la guarnición vieja que se iba disecando dentro de su uniforme de académicos ante las puertas de la Academia. Trajimos la voz del pueblo, del hombre argentino de hoy, del tipo racial nuevo, donde solo había profesionales de libro. Al literato de salón opusimos el poeta joven, hambriento y desesperado, pero ladrando su verdad con hidrofobia de verdad.

Queremos dejar constancia que en el titulo general de poemas, englobamos toda pieza literaria que sea bella, fuerte, sentida o definitiva; verso novela cuento, poema propiamente dicho, versículos, líneas liricas con la unidad sensacional de dolor relatado, de tristeza narrada, de nostalgia hilada. No hemos querido perder el tiempo, que tanto lo necesitamos para vivir, en ese trabajo de ta-te-ti de la rima. Que es labor de afeminamiento indigno, ésa de ponerse a elegir palabras con un ruido en la punta para acariciar el oído de los haraganes. Porque el verso rimado es para haraganes que se dejan llevar por el rumor de organito de la música de vals de los sonetos.

Nosotros quisimos sintonizar el lirismo en líneas gruesas fuertemente acusadas sin preocuparnos de si eran cortas o largas. Eso es oficio de tenderlo, mas no de poeta. Con tal de expresar totalmente nuestro pensamiento, nuestra tristeza y nuestro dolor, todo está dicho. Lo demás, la técnica, el oficio, el modo, la forma, son distintos aspectos del cuento del tío literario.

Y por comodidad, para no perder el tiempo en discusiones estériles, en estrategias de manera de decir, contra los fenicios de la forma clásica, propongo se llame poema u obra poemática todo lo que escriba la nueva generación. Lo que escriba de bueno, se entiende, pues también en nuestro jagüel ha caído hacienda baguala con la seca, es decir cuando se le secó el pedacito de cerebro que les quedaba a los pseudos escritores sin escuela a fuerza de tener mucha y se vinieron a fingirse de los nuestros. También entre nosotros hay gato por liebre y demasiado gato acaso….pero El gato escaldado.

Ilustaraci´on Miguel Lucero – 2000

Nos toca iniciar en el Plata la nueva era del poema. Hasta ahora este género que no requiere más condición esencial que una fascista sinceridad, ha sido desvirtuado entre nosotros. Reivindico el derecho de haber escrito el primer poema sin metro, sin escala y sin medida, digno de su título, porque sería canalla que nosotros, vanguardias efectivas de la nueva generación, saliéramos escribiendo con arroz con leche como Rabindranath Tagore- robes y manteaux orientales-. Y como la mentira nos es odiosa como un forúnculo en la grupa de una bella prostituta, dejo declarar que en mi poema “Mi mujer” de mi libro La musa de la mala pata está en germen, acaso, la posibilidad poemática argentina que he querido aguzar renglones antes.

Estamos escribiendo para nuestros compañeros y para el pueblo. Demás está, desde luego, endosarnos una vanidad que nunca ha tenido nuestra vida, obscura y triste de poeta maldito y negado en toda redacción rica. Eso lo saben mis amigos y bien. El juicio diverso de mis sistemáticos negadores- los que dicen que escribo mal y pienso peor- no me es posible deshacerlo. Por eso me tiene sin cuidado. Acaso ellos respeten algún juicio, el de Guiraldes posiblemente. Para ellos doy este juicio que le ha merecido el poema que me he permitido dar como tipo- base, como fundamento del poema local argentino que me gustaría ver en crecimiento robusto en la producción de mis compañeros de edad y en lucha artística.

Dijo Guiraldes del poema de marras: “…ha hecho Ud. una cosa viva, capaz de evadirse del libro de Ud. que la ha hecho”.

Nicolás Olivari – Fragmento de la Introducción de El Gato Escaldado – 1966

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