Al Pie de la Letra
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Pensamientos Sensitivos Hacia los Amigos
Relato de Pablo Diringuer en donde se pregunta ¿Quiénes son los amigos? ¿Quiénes pueden considerarse "Amigos"?
Pensamientos Sensitivos Hacia los Amigos

Los amigos, son éso, una lente disipadora de tormentas desmenuzante de esa piña seca que mágicamente patina con la aceitosa caricia de los amigos los cuáles solamente contestan luego del timbre: -¡Qué hacés tanto tiempo, dáme un abrazo!

Pensamientos Sensitivos Hacia los Amigos
Esta tarde estuve con amigos… ¿Quiénes son los amigos? ¿Quiénes pueden considerarse «Amigos»?

Vivimos en un mundo en donde no es para nada fácil ocupar ese lugar tan selecto en cuanto a la consideración del otro. Sucede que, la tergiversación de las cosas es tan volátil y malinterpretada y hasta manipulada en las acepciones, que uno -cualquiera en su sano juicio- puede enlodar o caer en una bolsa agujereada o un barril sin fondo pensando previamente que, la simpleza abarca notoriamente el nacimiento eterno de la virginidad tangible en ese tallo imperturbable por sobre toda tempestad.

La Sociedad en que vivimos es una verdadera mierda; salimos de casa hacia donde sea, y antes de tomar un tren, o subte o bondi, nos cruzamos con transeúntes a la deriva que no esquivan nada en absoluto para mostrar a quienes ubican el lugar que ocupan en esta marchanta de vida… ¿Y cuál es nuestra reacción al respecto?… Monedas… solamente nos surgen monedas o un tenue acariciar transeúntemente el momento tanto como para aliviar el desasosiego o esa intimidad tan exclusiva de lo que somos como especie preservadora de nuestro acontecer desde que nacimos… «¡Me dio tanta lástima!» -decimos casi de inmediato a quien acercase orejas tipo curas confesionarios de iglesias- para luego seguir gastando gomas sobre el asfalto de Vidas.

Tal vez somos millonarios potenciales de vidas frustradas, primero, para con esa individualidad tan exclusiva de esa teta materna que jamás soltaremos, y luego, sí, ese “derroche” de intenciones para con el otro que tanto espera sobre la acera del espanto mientras el callo simbólico de la mano abierta hacia el cielo implora el dulce metal con una esfinge del líder carismático que fuese, representativo de esas épocas doradas de fortunio compartido.

¡Qué mundo de mierda!, y encima, derrochan palabras vomitivas esos repetidores ambiciosos de currículums “visionarios” del bienestar general cuando, plumas verdes flotantes de calvicies socarronas, vociferan el “no juzgar” cualquier situación advenediza alrededor de hechos carecientes de entendimiento social: se autojuzgan que “no juzgan” mientras este mundo pestilente se cae a pedazos y los diputados o senadores de los congresos que fuesen a nivel mundial se insultan todo el tiempo bajo las sesiones parlamentarias; o cañones o misiles o aviones guerreros o barcos fusiladores o bombas neutrónicas o… simplemente balas, derrochan sangre y riegan tierras arrasadas sobre esos conceptos bien pedorros alrededor del … “yo no juzgo”…

Pareciera ser que, la hipocresía, hija de la mentira, gobierna el espectro de lo que nos domina, y desde ese otro lado de la simpleza ciudadana, nos refugiamos en el ala protectora de los amigos, de esos seres que sólo saben ser como fueron pernoctados en una simple panza materna y al despertar, son la primera sonrisa mientras el tenue sol acaricia por primera vez la blancura del existir. Desnudos, completamente desnudos con la sola vestimenta de la caricia materna y ese vapor paternal de la emoción de lo nuevo y exento de imposiciones especulativas futuristas dolorosas.

Amigos… Hoy a primera hora de esta tarde, en el medio de mi vorágine ambivalente de Vida, no supe aguantar los mazazos… esos mazazos que tienen que ver con esa acumulación de una especie de aserrín visual que se mete caprichosamente por mis vías nasales y no sólo que impide el simple respirar exponencialmente, sino también se toma la atribución de empañar ojos y no ver ningún horizonte ni lejano ni cercano… los amigos, son éso, una lente disipadora de tormentas desmenuzante de esa piña seca que mágicamente patina con la aceitosa caricia de los amigos los cuáles solamente contestan luego del timbre: -¡Qué hacés tanto tiempo, dáme un abrazo!

Por Pablo Diringuer

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