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Star Trek: La Serie Original
“LA LÓGICA ES EL PRINCIPIO DE LA SABIDURÍA, NO EL FINAL” — DISPONIBLE EN NETFLIX
Star Trek: La Serie Original

El espacio: la última frontera. Estos son los viajes de la nave estelar “Enterprise”, en una misión que durará cinco años, dedicada a la exploración de mundos desconocidos, al descubrimiento de nuevas vidas y nuevas civilizaciones, hasta alcanzar lugares donde nadie ha podido llegar.

El 8 de septiembre de 1966 una de las aperturas más icónicas de la historia para una serie se estrenó en la televisión estadounidense. Esta obra de ciencia ficción debutó tres años antes de la legendaria llegada del hombre a la luna, en una época en donde los científicos luchaban una guerra fría particular, intentando colonizar la primera frontera espacial para el ser humano.

Los viajes espaciales siempre fueron una obsesión para el ser humano. Tal vez el antecedente más antiguo conocido por el hombre sea Historia Vera, escrita por el sirio Luciano de Samósata, en el siglo II d.C. Si bien es una obra que parodia las incomprobables aventuras de los exploradores de aquella época, contiene todos los elementos que caracterizarían al género. Allí se relatan las extraordinarias peripecias del narrador (el propio escritor) iniciando un viaje por mar pero, debido a ciertos inconvenientes en su trayecto, termina arribando a la luna. Allí encontrará razas alienígenas que habitan el satélite natural de la tierra y se verá envuelto en una guerra intergaláctica, antes de volver al planeta para encontrar criaturas aún más increíbles.

Julio Verne casi predijo el alunizaje en 1865 (ciento cuatro años antes del evento) en su clásica novela De la Tierra a la Luna.

Les Voyague dan la Lune, o como se conoce en habla hispana, Viaje a la Luna, es una de las primeras producciones de ciencia ficción para la gran pantalla. Dirigida por el pionero Georges Méliès en 1902, el cortometraje francés puso en evidencia la curiosidad de nuestra especie por lo que existe más allá del cielo que observamos a diario.

La exploración del espacio siempre fue una obsesión para las civilizaciones. Basta mirar hacia arriba una noche estrellada para dejar volar la imaginación, para que la mente se abra y se inunde de preguntas. Muchas personas se han inspirado para a dar con descubrimientos revolucionarios, muchas otras para crear obras imperecederas en distintas ramas del arte.

Gene Roddenberry se había hecho un nombre escribiendo historias cortas del género western, y llevaba trabajando en la industria televisiva como guionista prolífico. Sin embargo una de sus pasiones era la investigación aeroespacial y las historias de ciencia ficción, con especial énfasis en el aspecto humano de estos relatos. De a poco fue concibiendo el concepto de lo que sería Star Trek, una serie cuyo foco no serían las batallas y los personajes aguerridos, sino una tripulación de exploradores, como los pioneros en la historia de la humanidad, cuya finalidad era ampliar el conocimiento colectivo, entablar relaciones con otras razas y, como dice aquella legendaria apertura, alcanzar lugares donde nadie ha podido llegar.

Para llegar a lugares donde nadie ha podido llegar porque la tecnología no lo permite existe un vehículo mucho más poderoso, veloz y carente de limitaciones: la imaginación.

Ubicada en el Siglo XXIII, Roddenberry diagramó a sus personajes con un mix racial y de género nunca antes visto en la televisión. Su filosofía era simple: en el futuro la humanidad debería haber superado todo tipo de prejuicios y podrían vivir en armonía, colaborando para un bien mayor. Así pudimos obtener a personajes inmortales como James T. Kirk (William Shatner) quien tuvo una relación con la Teniente Nyota Uhura (Nichelle Nichols). Ambos protagonizaron el primer beso interracial de la historia de la televisión, un evento que —por suerte— hoy es común pero que en 1969 era controversial.

Spock (Leonard Nimoy) era el primer oficial y científico de la nave, y era hijo de una madre humana y un padre vulcano, una raza extraterrestre basada en la lógica. George Takei le dio vida a Hikaru Sulu, el entrañable teniente de origen asiático. “Bones” McCoy (DeForest Kelley) era el médico de la nave Enterprise y tenía como ayudante a la enfermera Christine Chapel (Majel Barret). James Doohan le dio vida al memorable Scotty, el ingeniero mecánico de la nave. Chekov (Walter Koenig) se incorporó en la segunda temporada de la serie para borrar aún más las fronteras en el marco de un clima geopolítico tenso entre la Unión Soviética y Estados Unidos.

Roddenberry fue un hombre de avanzada, un pionero como los personajes que buscó retratar, y creó un producto que pasó a la historia pese a que su creación más querida fue cancelada tras bajos raitings al finalizar la tercera temporada. Fue el empuje de una base de fanáticos los que consiguieron salvar a Star Trek del olvido definitivo: inundaron de cartas a las cadenas televisivas, crearon convenciones para encontrarse con otros amantes de la serie y, también, conocer a sus estrellas favoritas.

Probaron que detrás de la serie de ciencia ficción de presupuesto modesto existía un producto que trataba de hablar sobre temáticas profundas, con mensajes positivos en una época en donde la paranoia por una posible guerra nuclear era cuestión de cada día; en donde los vestigios de inocencia remanentes de la Segunda Guerra Mundial parecían extinguirse y las esperanzas de una unidad se alejaban día a día.

El universo de Star Trek no es una utopía. También existen enemigos que la tripulación debe enfrentar.

La serie (y los subsiguientes spin-off) ha dejado memorables razas y personajes que antagonizaron con los protagonistas. Por nombrar algunos: Khan, los Klingons (que hasta tienen un idioma completo que se puede estudiar y todo), los Borgs o los Romulanos son algunas de las creaciones que traspasaron las barreras del tiempo para insertarse en la cultura popular. Algunos aparecieron en las películas originales derivadas de la serie, otros directamente en la primera tanda de episodios. Todos se las ingeniaron para complicar las misiones de la tripulación del Enterprise.

El fanatismo también llevó a una grieta, la famosa disputa que ya lleva más de medio siglo: o se es Trekker —vocablo no peyorativo, asociado a la gente que disfruta la serie— y Trekkie, que a menudo se utiliza para señalar a aquellos que pasan del fanatismo a la obsesión. Esta discusión tuvo un famoso episodio desafortunado cuando William Shatner, en un sketch de Saturday Night Live que buscaba parodiar las convenciones de fans, lanzó un polémico chiste que lo condenó a un ostracismo bastante largo dentro de la comunidad.

Saben, antes de contestar más preguntas hay algo que me gustaría decir. Habiendo recibido todas sus cartas a lo largo de los años, y tras hablar con muchos de ustedes, y que muchos de ustedes hayan viajado cientos de kilómetros para estar acá, me gustaría decir… CONSIGAN UNA VIDA, ¿quieren? Quiero decir, por favor, ¡es sólo un show de televisión! ¡Miren como está vestidos todos ustedes! Convirtieron un pequeño trabajo que disfrutaba, que hice durante muchos años, en una colosal pérdida de tiempo.

Esto sucedió en 1986, cuando Shatner estaba promocionando la película Star Trek IV. En Estados Unidos es habitual que las celebridades vayan al popular programa de parodias para visibilizar algún producto, y que jueguen alguna broma a expensas de la película o serie que protagonizan. Pero los fanáticos no tomaron a bien la humorada, y criticaron al actor por el “chiste” ya que lo consideraron más una crítica encubierta que una broma.

Una serie con más de medio siglo de vida está repleta de historias que han llenado miles de páginas de libros, revistas y portales. Star Trek es la serie de televisión con más producciones derivadas de la historia, con diez shows que se desprendieron de la original, más una que está en pre-producción.

También existen trece largometrajes con diferentes elencos, convirtiéndola en una de las franquicias del séptimo arte más prolíficas. Las historias se expandieron en formato de historietas, novelas, cortometrajes hechos por fanáticos. Existen productos de todo tipo basados en este universo. Star Trek es un fenómeno que jamás deja de generar contenido, porque el público siempre se renueva y el amor por las aventuras de estas tripulaciones no merma.

Es muy difícil calcular el impacto que tuvo Star Trek, pero podemos dar dos ejemplos que gozan de belleza poética. El primero tiene como protagonista al creador. Gene Roddenberry falleció en 1991, y en 1997 se convirtió en una de las veinticuatro personas cuyas cenizas fueron lanzadas al espacio. También existe un asteroide, el 4659, que lleva su apellido.

La segunda anécdota es reciente, e involucra al actor William Shatner quien, tras años “fingiendo” viajes espaciales, se subió a uno de los cohetes del magnate Jeff Bezos (creador de Amazon) y se convirtió en la persona de mayor edad en viajar al espacio. El Capitán Kirk tenía nada más y nada menos que noventa años el pasado 13 de octubre. Una hermosa forma de cerrar el círculo que inició hace cincuenta y seis años en un estudio televisivo.

En Netflix se encuentran, entre otras series del mismo universo, los setenta y nueve episodios originales. Para el público más joven tal vez los efectos especiales y el ritmo narrativo les sea lento al principio, pero hay que entender que esta es una serie que tuvo un escaso presupuesto, que se ancló más en las historias bien pensadas y en personajes desarrollados antes que el espectáculo visual. Sin embargo, la razón primordial para adentrarse en este fascinante mundo es que Star Trek es una producción histórica, uno de los pilares de la cultura popular y un testimonio de cómo la gente en la década del 60 concebía el futuro.

Los episodios desbordan nostalgia y estilo, y si bien la serie tiene lugar en el siglo XXIII, Star Trek: la serie original es un viaje al pasado inolvidable.

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