Tango y Milonga
El negro supo que la libertad no era una dádiva, que debía pelear por conseguirla. Por eso se entreveró en las luchas civiles hacia 1815, en la Banda Oriental, junto al general Artigas y también por Entre Ríos. Era uno más, entre los criollos, los gauchos y los indios charrúas.

Milonga en Negro
El uruguayo Vicente Rossi, hijo de un genovés y una argentina, nacido en 1871 en el departamento de Canelones de la República Oriental del Uruguay y aquerenciado en la capital de Córdoba, desde 1898, fue el primero, creo, en reflexionar largamente, sobre el «odio de raza» y «de color».
Lo hizo en su libro Cosas de negros, (1926) muy citado por Borges e indispensable para conocer los orígenes del tango. Allí Rossi distingue el «odio de raza» que se dramatiza en «la persecución a los compatriotas de Jesús, los judíos» del «odio de color» que «se desarrolla en tierras de América». Ambos están muy presentes desde el tiempo del descubrímiento, como lo prueba una cédula real de 1501 en que se ponen condiciones para llevar al Nuevo Mundo «negros y caballos» y otras referidas a los marranos o conversos de España
Como se ve, la historia del prejuicio y la in tolerancia viene de muy lejos. Para el memorialista del tango, hay una omisión interesada de la figura del negro no solo en nuestra Historia (su participación en las guerras de Independencia, en las montoneras gauchas, en la cultura popular) sino también en otras partes de América. Por eso hace el elogio de «negros formidables como Maceo, los hermanos Cáceres y otros famosos jefes negros, con ejércitos invictos de negros heroicos, que levantaron y sostuvieron en Cuba el pendón de la libertad»,
Esta vindicación del negro va más allá de lo pintoresco, esa imagen aceptada de vendedores de empanadas y pasteles de las láminas es- colares. Exige una revisación, sin duda, un es- fuerzo por recuperar la memoria de todos. Es cierto que aquí la esclavitud tuvo formas mucho menos cruentas que en otros países hermanos, como Brasil. El negro se asimiló a las tareas domésticas, se aficionó a la música. Y peleo, como se sabe, por la libertad de todos. No obstante, sufrió el menosprecio. Hasta acceder al catecismo, al menos «hasta que se naturalizan de este modo escribe el cronista Alejandro Gillespie, en 1807-los negros africanos y sus hermanos nacidos en América, son estigmatizados por el vulgo, como infieles y bárbaros».

El negro supo que la libertad no era una dádiva, que debía pelear por conseguirla. Por eso se entreveró en las luchas civiles y anduvo por Villa Purificación, hacia 1815, en la Banda Oriental, junto al general Artigas y también por Entre Ríos. Era uno más, entre los criollos, los gauchos y los indios charrúas.
Hacia fines del siglo XIX, no son pocos los negros que integran las listas de «vagos y mal entretenidos» de las guardias nacionales y los jueces de paz de la campaña. Pendencias de pulpería, robos menores o el simple andar sin licencia, les son endilgados, con o sin razón. Y aparece otra vez el «odio de color» del que habla Rossi, el menosprecio del que ni se salva El Moreno, en su histórica payada con Martin Fierro.
A comienzos de este siglo, en Buenos Aires, en la Ciudad Opulenta, es de buen tono tener servidumbre morena o vestir de librea (Traje que los príncipes, señores y algunas otras personas o entidades dan a sus criados; por lo común, uniforme y con distintivos) a los ordenanzas «de color» del Congreso. Hay barberos, también, lustrabotas, músicos, trabaja- dores de curtiembre, changarines y vendedores ambulantes.

El eufemismo «moreno» amengua lo despectivo de “negro”, que, curiosamente, se endilga, décadas después, a la llegada del peronismo, al hombre de provincias. Curiosa transmutación: el “odio de color” se hace odio de clase. Iguala, desde el prejuicio, lo que la realidad impone. “Volvieron los negros”, se escucha ahora. Y algunos dicen que esa desventura es culpa de “la sinagoga radical”. El prejuicio otra vez, manejado por los sectores más retardatarios, que a falta de cedulas reales, cepo y hoguera, intentan desprestigiar el libre ejercicio de la voluntad popular.
Lo de siempre. En 1813, cuando se abolía la esclavitud en estas tierras, se oyeron voces semejantes. Entretanto, en la Banda Oriental, frente a la plaza sitiada, otras voces de gauchos, indios y negros, entonaban su convicción:
Cielito, cielo que sí,
no se necesitan Reyes
para gobernar los hombres,
sino benéficas leyes.
Más o menos, lo mismo que hoy.
Entre Todos – Diciembre de 1987 – Por Pedro Orgambide

Visión general creada por IA
La milonga «Milonga en negro», letra y música de Edmundo Rivero, fue estrenada y popularizada en una icónica grabación con la orquesta de Aníbal Troilo alrededor de 1949 (específicamente el 31 de marzo), aunque la composición se atribuye a Rivero como autor y compositor, con una letra inspirada en el romance popular español «Boda de negros».
Boda de Negros, por Francisco de Quevedo (Primera Mitad del Siglo XVII)
Vi, debe de haber tres días,
en las gradas de San Pedro,
una tenebrosa boda,
porque era toda de negros.
Parecía matrimonio
concertando en el infierno,
negro esposo y negra esposa,
y negro acompañamiento.
Sospecho yo que acostados
parecerán sus dos cuerpos,
junto el uno con el otro
algodones y tintero.
hundíase de estornudos
la calle por do volvieron,
que una boda semejante
hace dar más que un pimiento.
Iban los dos de las manos,
como pudieran dos cuervos;
otros dicen como grajos,
porque a grajos van oliendo.
Con humos van de vengarse,
que siempre van de humos llenos,
de los que por afrentarlos,
hacen los labios traseros.
Iba afeitada la novia
todo el tapetado gesto,
con hollín y con carbón,
y con tinta de sombreros.
Tan pobres son que una blanca
no se halla entre todos ellos,
y por tener un cornado
casaron a este moreno.
Él se llamaba Tomé,
y ella Francisca del Puerto,
ella esclava y él esclavo,
que quiere hincársele en medio.
Llegaron al negro patio,
donde está el negro aposento,
en donde la negra boda
ha de tener negro efecto.
Era una caballeriza,
y estaban todos inquietos,
que los abrasaban pulgas
por perrengues o por perros.
A la mesa se sentaron,
donde también les pusieron
negros manteles y platos,
negra sopa y manjar negro.
Echólos la bendición
un negro veintidoseno,
con un rostro de azabache
y manos de terciopelo.
Diéronles el vino tinto,
pan entre mulato y prieto,
carbonada hubo, por ser
tizones los que comieron.
Hubo jetas en la mesa,
y en la boca de los dueños,
y hongos, por ser la boda
de hongos, según sospecho.
Trujeron muchas morcillas,
y hubo algunos que, de miedo,
no las comieron pensando
se comían a si mesmos.
Cuál por morder el mondongo
se atarazaba algún dedo,
pues sólo diferenciaban
en la uña de lo negro.
Mas cuando llegó el tocino
hubo grandes sentimientos,
y pringados con pringadas
un rato se enternecieron.
Acabaron de comer,
y entró un ministro guineo,
para darles agua manos
con un coco y un caldero.
Por toalla trujo al hombro
las bayetas de un entierro.
Laváronse, y quedó el agua
para ensuciar todo un reino.
Negros dellos se sentaron
sobre unos negros asientos,
y negras voces cantaron
también denegridos versos.
Negra es la ventura
de aquel casado,
cuya novia es negra,
y el dote en blanco.
Milonga en Negro
Allá en una negra casa
Bajo un negro firmamento
Y donde en negro momento
Una negra escena pasa
Donde es negro el dueño ‘e casa
Y negros sus habitantes
Pero negros muy galantes
Y de educación no escasa
La negra doña Tomasa
Que una negra hija tiene
Con otro negro pretende
A su negra hija casar
Resulta que el negro novio
Todo con muy negra idea
Quiere que de negro sea
La fiesta más singular
Se van a una negra iglesia
De su negra religión
Donde con negro mantón
Un negro fraile esperaba
Negro un sacristán estaba
Sentado en negro sillón
Y con negra devoción
Un negro a Cristo besaba
Negro es el novio y la novia
Negro es el suegro y la suegra
Siendo la madrina negra
Negro también el padrino
Negros también sus vestidos
Y negra la concurrencia
Que con su negra presencia
Olían a negro vino
Se sientan en negra mesa
Negros manteles tendieron
Y negros los brindis fueron
Hechos con negra pereza
Después que negra tristeza
Aquellos negros cantaron
Un negro tango bailaron
Dentro de la negra pieza
Después de esta fiesta negra
Los negros novios se fueron
A un negro cuarto subieron
Negra sábana tendieron
Y allá sobre la media noche
Cosas de negros hicieron
La negra durmió en la cama
Y el negro durmió en el suelo
Fuente: Musixmatch
Compositores: José González Castillo / Santiago Roberto Fugazot / Lucio Demare Y Riccio
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