Se trata de un grupo de cuatro amigas y escritoras, Mirta Villavicencio, Adriana Patricia Fook, Gabrielle Simone, Nicolina Marcela Montagnese; ellas, no solo están unidas por la palabra, sino también por esta historia que las identifica…
Por Claudio Valerio
Cuatro Amigas que Escriben con Fuego de Magma
Desde hace varios cientos de años, los volcanes han inspirado terror y espanto. Ellos, cuando entran en erupción, producen una corriente de lava que, al deslizarse por sus cuestas, destruyen todo lo que está a su paso… La lava, como el magma, se define como roca fundida, con la diferencia que la primera surge y se desliza sobre el terreno y la otra se encuentra debajo de la superficie terrestre. Es una palabra griega que significa ‘ungüento espeso’
Sobre el magma, materia prima de la actividad volcánica, también se ha contado mucho, tal el caso de “El Dragón de Magma”; además de cuentos para niños en donde se reflexiona acerca la igualdad y la tolerancia, tal el caso de “El volcán enfadado”.
La historia del magma que quiero compartir, no se trata de la roca fundida que es expulsada al exterior, ni tampoco de una poderosa y caprichosa diosa del fuego; se trata de un grupo de cuatro amigas y escritoras, Mirta Villavicencio, Adriana Patricia Fook, Gabrielle Simone, Nicolina Marcela Montagnese; ellas, no solo están unidas por la palabra, sino también por esta historia que las identifica…
La Leyenda de MAG.MA
Cuenta la leyenda que antes que en la superficie de la Tierra caminara el ser humano, en las profundidades más secretas, un mundo se había gestado.
No era un lugar silencioso ni sombrío. En sus entrañas entre ríos de magma y piedras ardientes, habitaban los seres de la llanura interior: pensamientos sin dueño, palabras sin boca, sueños sin soñador, música sin instrumentos, canciones sin cantante, todos ellos impregnados con el aroma del amor. Convivían en un torbellino de fuego entre ilusiones, secretos y pasión.
No tenían cuerpos ni rostros. Eran sutiles pero no frágiles.
Con el tiempo la tierra comenzó a poblarse. Primero fue el mundo verde y los animales. Pero con el paso del tiempo surgió un ser diferente. Con una inteligencia precaria, pero plagada de posibilidades.
En un principio eran cuerpos vacíos de canto y de voz. No sabían nombrar al mundo. No podían contar sus miedos ni sus ilusiones. Tampoco festejar sus alegrías.
Fue por aquella época que la tierra comenzó a agitarse y su superficie comenzó a resquebrajarse. Esas heridas dieron paso al fuego que emergió desde el interior en manantiales de magma. Pero no brotaron solamente llamas y piedras, sino también fragmentos de aquellos seres secretos que poblaban su vientre. Como un parto de voces que llenaron el mundo. Los seres humanos escucharon los susurros de fuego que escapaban de los poros de la tierra y dentro de ellos, la chispa les incendió el alma.
Entonces, de entre los susurros ardientes, se levantaron cuatro guardianas eternas.
La primera fue Mirta, guardiana del fuego y de las señales. Y en su voz resonaba un antiguo saber: “El alma es una chispa divina que enciende nuestro fuego interior y un núcleo inmortal atravesado por señales luminosas. Ambas transitan en comunión el camino de la vida a través de la alegría, la paz y el amor”.
La segunda fue Adriana, la armonizadora de las fuerzas. Ella sabía que en el mundo existen el bien y el mal, y que la vida es un equilibrio constante. Su poder no estaba en juzgar, sino en comprender. Sabía que todos los seres erraban, y que sólo la empatía podía sanar. Tenía el don de la risa, incluso en los peores momentos, porque entendía que el humor equilibraba la oscuridad.
Esa era su fuerza verdadera: sanar con la risa, con la esperanza, con la certeza de que siempre había un bien posible en el otro.
La tercera fue Gabrielle, el beso. En ella explicaba que no los besos son de amor: dormía la dualidad; podía ser el beso que uniera en amor, o el beso que traicionara con dolor. Así lo anunciaban los antiguos: “Luego del beso de la traición, la tierra que sangra lava recibirá la sangre que estallará del cuerpo férvido del Crucificado”. Su fuego era erupción, volcán que despierta y sacude los cimientos del mundo.
Y finalmente, la cuarta fue Marcela, el calor de la familiaridad, la protectora. Un calor envolvente recorría los corazones de aquellas mujeres fuertes cuando Marcela las abrazaba con su llama. Era un calor ancestral, casi eterno, como la hoguera que nunca se apaga. Rozaba los cuerpos con chispas de magia, de verdadera unión. Ella era la llama eterna que guiaba a las cuatro hacia el sueño común, sosteniéndolas con el fuego de la protección y del amor incondicional.
Cuando estas cuatro guardianas tomaron forma humana, sus nombres se unieron para formar MAG.MA: MA de Mirta, G de Gabrielle, MA de Marcela y A de Adriana. Así se convirtieron en las primeras escritoras, capaces de encender corazones y transmitir el fuego de la llanura interior a través de la palabra escrita.
Juntas forman MAG.MA: Mirta, Adriana, Gabriele y Marcela. Cuatro llamas que, sin proponérselo, se encontraron para custodiar la herencia del magma eterno.
La leyenda dice que cuando escriben juntas, sus palabras se vuelven señales de fuego, besos de luz, luchas que sanan y abrazos de filialidad. Entonces, el magma despierta otra vez, no en un volcán que arrasa, sino en un canto que crea.
Así nació La Leyenda del Magma: una historia de amor, de lucha, de secretos y de besos. Y hoy ellas —las cuatro escritoras— quienes siguen escribiendo esta leyenda, son las herederas de ese fuego sagrado que nunca deja de arder.
Y fue entonces cuando los humanos aprendieron a nombrar al río, al árbol, a la noche, al cielo…
Cada palabra era brasa del magma secreto que comenzaba a arder en sus corazones… Pero luego la palabra no alcanzó. No era suficiente para manifestar la fascinación que les producía la naturaleza. La emoción comenzó a temblar y los hombres y las mujeres comenzaron a soñar despiertos.
Se dice que las guardianas entregaron sus dones a la humanidad: Mirta legó las señales y el misterio; Adri la sanidad y el equilibrio entre luces y sombras; Gaby la pasión en el beso —ya fuera amoroso o traidor— como lava que rompe la tierra; y Marcela el calor de la protección, la llama del cuidado que jamás se extingue. Juntas eran más que guardianas: eran heroínas, guías del fuego sagrado que aún hoy arde en los corazones de quienes sueñan.
Y como MAG.MA, continuaron legando su fuego a través de la escritura: cada relato, poema o símbolo que creaban llevaba el magma secreto de la llanura interior, recordando a todos que la palabra es fuego sagrado. Y surgieron así los primeros relatos, los primeros cantos, los primeros símbolos en la piedra, herencia de los seres de la llanura interior.
Pero un día la palabra se volvió canto puro y desbordado, sin otro fin que arder, como el fuego del que había nacido. Ese día nació la poesía. Desde entonces, la leyenda cuenta que cada vez que un volcán se despierta para lanzar su furia hacia el cielo, son los seres de la llanura interior, acompañados por las cuatro guardianas —Mir, Adri, Gaby y Marcela—, que gritan para recordarle a la humanidad que la palabra no es sólo una herramienta, ni un arma para herir, sino que es fuego sagrado. Y que en cada verso, en cada poema, en cada relato, late el antiguo magma que nos dio la voz.
Y las MAG.MA siguen escribiendo hoy, encendiendo corazones con sus historias, heredando el fuego de la llanura interior a todos los que escuchan su voz a través de la palabra escrita.
Desde la ciudad de Campana (Buenos Aires), recibe un Abrazo, y mi deseo que Dios te bendiga, te sonría y permita que prosperes en todo, y derrame sobre ti, Salud, Paz, Amor, y mucha Prosperidad.
Claudio Valerio
® Valerius