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La Restauración Oligárquica – 2 de 2
Se la llamó “La” Década Infame, en singular. Nadie, ni el más pesimista, imaginó que sólo sería la primera
La Restauración Oligárquica – 2 de 2

El 20 de febrero de 1932 Justo asume el gobierno. Dijo Raúl Scalabrini Ortiz: “Falsas las creencias económicas con que nos imbuyeron. Falsas las perspectivas mundiales que nos presentan y las disyuntivas políticas que nos ofrecen. Irreales las libertades que los textos aseguran”

Dibujo Irónico de un Desocupado Estudiando Inglés. Mundo Argentino – 1931

La Restauración OligárquIca: 2 de 2

Los Cadetes del Colegio Militar en la Calle
En las frenéticas horas previas a la asonada uriburista, el edificio del diario Crítica fue uno de los puntos de encuentro de los conspiradores, pero también dirigentes políticos involucrados como el socialista independiente (liberal – conservador) Federico Pinedo, el nacionalista Nicanor Costa Méndez, el radical “antipersonalista” Leopoldo Melo, el conservador Antonio Santamarina y otros dirigentes de ésta última línea, todos ellos protagonistas muy importantes en los próximos gobiernos de la Década Infame, se dirigieron al Colegio Militar (partido de San Martín) para sumarse a la rebelión capitaneada por el general retirado.

El motivo para partir desde ese lugar, se debería a la escasa adhesión que el golpe tuvo en Campo de Mayo, la principal guarnición de Buenos Aires. De allí sólo lo siguieron varios escuadrones del arma de Caballería y tropas de la Escuela de Comunicaciones de El Palomar. El director de la institución, coronel Reynolds, sumó a la rebelión el personal a su cargo y al cuerpo de cadetes. La columna se puso en marcha; destino: la Casa Rosada.

Por su parte, el gobierno no intentaba dar una respuesta clara. El presidente debido a un estado gripal severo delegó el mando en el vice Enrique Martínez, quien decretó el Estado de Sitio en la Capital Federal y luego en todo el país. La renuncia días antes del ministro de Guerra general Luis Dellepiane, hombre fiel al gobierno, aumentó la sensación de debilidad del Ejecutivo.

José Félix Uriburu, Presidente de facto de la República Contempla un Desfile del Colegio Militar

La confusión reinante en los altos mandos fue inclinando la balanza a favor de los golpistas. De a poco se fueron registrando nuevos pronunciamientos y lo que al comienzo parecía sólo una aventura de un puñado de uniformados, a medida que la columna uriburista integrada mayormente por cadetes del Colegio avanzaba sobre la Capital, se le sumaron contingentes de civiles que en algunos casos estaban armados y muchos más, sólo eran simpatizantes inconscientes del peligro que corrían si fuerzas leales al gobierno abrían fuego.

En vísperas del golpe además de los militares, políticos e intelectuales complotados, se movió activamente el general Agustín P. Justo. Éste militar e ingeniero civil, fue ministro de Guerra del gobierno de Marcelo T. de Alvear. Hombre cercano al radicalismo antiyrigoyenista, no se opuso al derrocamiento del gobierno, ya que aspiraba heredar mediante elecciones condicionadas, una trama de acuerdos políticos y el apoyo del Ejército, la presidencia de la Nación; como efectivamente sucedió.

Los sediciosos se desplazaban por la avenida Córdoba, cuando desde el Palacio de Aguas Corrientes (Obras Sanitarias) fueron tiroteados sin consecuencias.

Luego al llegar a Callao y Rivadavia, la columna recibió fuego desde el Congreso de la Nación, la Confitería Del Molino y otros edificios. El saldo fue más de veinte muertos y decenas de heridos, pero el incidente no frenó el avance a la Casa de Gobierno, donde arribaron pasadas las 17 horas en medio de una multitud fervorosa.

El vicepresidente Martínez entregó su renuncia en mano a Uriburu y a su vez, Yrigoyen sólo acompañado por un correligionario se dirigió a la ciudad de La Plata. Horas después, ingresó al Regimiento 7 sito en la capital provincial, para entregar al jefe de Unidad su propia renuncia a la presidencia de la Nación.

Esa misma noche grupos de exaltados saquearon el departamento donde vivía Yrigoyen en el barrio de Constitución, destrozando la vivienda y el mobiliario.

Con un “amanecer primaveral de la Revolución” para algunos, como imagina el tango “Viva la Patria” de Anselmo Aieta y Francisco García Giménez; o un atardecer muy oscuro para una democracia con flaquezas, pero democracia al fin, se iniciaba la Década Infame.

Juan Pueblo se Queja por el Sistema de -Voto Cantado- Caras y Caretas – 1938

Uriburu al Gobierno – El Patriciado al Poder
El flamante dictador tuvo como máxima aspiración reemplazar la Constitución Nacional de cuño liberal, que con algunas modificaciones menores regía desde 1853, por otra de contenido corporativo similar a la de la Italia fascista.

Grupos de poder económicos, partidos políticos presuntamente democráticos y algunos militares mesiánicos, confluyeron -por acción u omisión- en el entronizamiento de Uriburu. La mano dura a aplicarse se demostró con la publicación de un “Bando” militar emitido por el Gobierno Provisorio de la Nación advirtiendo que se aplicaría pena de muerte a quienes incurrieran en acciones atentatorias contra la seguridad pública y otras situaciones que las autoridades así las consideraran. Luego se verá que la pena máxima en algunos casos, se aplicó indiscriminadamente.

También clausuró el Congreso de la Nación, intervino provincias y desencadenó una represión implacable contra anarquistas, yrigoyenistas, comunistas y opositores de distintas tendencias.

Enfrentaron el pelotón de fusilamiento: Joaquín Penina, obrero anarquista detenido en Rosario mientras repartía panfletos antidictatoriales; en Mendoza, Pedro Iscazatti (anarquista) y el prófugo “ácrata” más codiciado, Severino Di Giovanni junto a su compañero Paulino Scarfó; ambos ejecutados en la Penitenciaría Nacional.

Archivo General de la Nación (AGN) – Fusilamiento del Anarquista Italiano 
Severino Di Giovanni el 1° de febrero de 1931.

Un rol clave que sentaría un precedente funesto para la democracia argentina, lo cumplió en la emergencia la Corte Suprema de Justicia. El dictador al asumir el gobierno se lo comunicó a ese organismo, destacando que no realizaría cambios en el máximo tribunal ni vulneraría derechos constitucionales. La respuesta de los jueces puede interpretarse como un acto de realismo frente a un hecho consumado o devolución de gentilezas:

“(…). La Corte Suprema entendió que el nuevo gobierno, que detentaba por la fuerza de las armas y tenía bajo su control la paz y la seguridad del país, había jurado por la Constitución respetar la Constitución, respetar la libertad, la propiedad y las garantías individuales. Si así no lo hiciera, la Corte se reservaba el derecho de actuar igual que como lo hubiese hecho frente a un gobierno legalmente constituído”(…). (1)

Vale tener presente los nombres de los integrantes del Alto Tribunal: José Figueroa Alcorta (ex Presidente de la Nación); Roberto Repetto; Ricardo Guido Lavalle y Antonio Sagarna; y el Procurador General Horacio Rodríguez Larreta.

Pero más sorprendente que la posición de la Corte, para muchos que se habían ilusionado con la “Revolución” fueron los nombres de quienes integraron el gobierno:

“En vez del grupo joven y ágil que habría exigido la realización de un programa revolucionario, Uriburu exhumó un elenco de valetudinarios (salvo alguna que otra excepción), que parecían haber sido conservados en naftalina durante los tres lustros de auge radical, e hizo de ellos sus ministros y sus interventores en doce provincias”(2).

Quién asaltó el poder constitucional para terminar con la “política”, terminó rodeado de políticos conservadores históricamente antidemocráticos y representantes de la más rancia oligarquía; como lo reconoció Ernesto Palacio, uno de los intelectuales más destacados del nacionalismo uriburista.

Yrigoyen fue detenido en un buque y luego confinado en la isla Martín García; e indultado por Uriburu el último día de su gobierno en 1932.

Leopoldo Lugones, a la izquierda de Lisandro de la Torre
y el presidente de facto, José Félix Uriburu

En el imaginario de “Von Pepe” como le apodaban sus propios camaradas a José Felix Uriburu por su fascinación por el militarismo germano, la prioridad fue restablecer el principio de autoridad y otros valores que a su juicio, habrían naufragado por la Ley Sáenz Peña. Es decir, democracia es sinónimo de desorden pero “jerarquía” con un claro contenido de clase, la solución; no importa si el camino es una dictadura.

Von Pepe actuó en consecuencia. La reforma constitucional fascistoide podía esperar, la prioridad fue el “orden”. Las cárceles se llenaron de presos políticos, cientos de testimonios por torturas y la invención de la picana eléctrica, atribuida a Polo Lugones, (hijo del poeta) jefe de la Sección Orden Político de la Policía de la Capital, fueron vox populi.

En el terreno económico, la dictadura no resolvió ninguno de los problemas generados por la crisis mundial y todavía hoy, se debate si el golpe tuvo “olor a petróleo». La metáfora refiere a una ampliación del intercambio que el gobierno de Yrigoyen venía realizando con la Unión Soviética y que en los días previos al alzamiento, aumentaría la importación de combustibles en detrimento de los trust anglo – norteamericanos. Lo cierto es que en la gestión de Uriburu finalizó todo comercio con la URSS.

En el terreno político, el gobierno creyó que debido a la proscripción del “Peludo” Yrigoyen, el radicalismo podía ser derrotado en las urnas por los conservadores.

En el comicio del 5 de abril de 1931 en la provincia de Buenos Aires, la UCR se impuso con comodidad. El dictador anuló la elección y suspendió las previstas en Córdoba y Santa Fé. Cerrado el camino para una salida democrática, en julio el teniente coronel Gregorio Pomar secundado por militantes radicales, intentó con las armas deponer al dictador. El intento fracasó pero sirvió de excusa para encarcelar a Alvear (ajeno a los hechos) y luego desterrarlo. Por convicción o presiones del poder, Uriburu aceptó llamar a elecciones presidenciales para el 8 de noviembre del mismo año. La fórmula radical fue Marcelo Alvear – Adolfo Güemes, vetada por la dictadura.

Lisandro de la Torre – PDP y Nicolás Repeto – PS Integran la Alianza Civil

Los “boinas blancas” se abstuvieron. Entonces se enfrentaron la Alianza Civil (Demoprogresistas y socialistas) con la Concordancia (conservadores, radicales “antipersonalistas” y socialistas independientes), con la dupla Agustín P. Justo – Julio A. Roca (h).

El 20 de febrero de 1932 Justo asume el gobierno, iniciando la época que haría decir a Raúl Scalabrini Ortiz: “Falsas las creencias económicas con que nos imbuyeron. Falsas las perspectivas mundiales que nos presentan y las disyuntivas políticas que nos ofrecen. Irreales las libertades que los textos aseguran” (3).

Se la llamó “La” Década Infame, en singular. Nadie, ni el más pesimista, imaginó que sólo sería la primera.

1) Dalmazzo Gustavo. Asalto a la democracia: la primera dictadura- Todo es Historia, N° 517 – Buenos Aires, 8/2010.-
2) Palacio Ernesto, Historia de la Argentina – Citado por Gerassi Navarro Marysa, Los Nacionalistas – Ed. Jorge Álvarez S.A. Bs.As. 1968.-
3) Scalabrini Ortiz Raúl, Política Británica en el Río de la Plata – Ed. Fernández Blanco – Bs. As. 11/1957.-

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