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Vuelta de Obligado
no fueron pocos los argentinos que Apoyaron la Intervención Extranjera
Vuelta de Obligado

Son muy conocidos los pormenores de la invasión anglo francesa que la Historia registra como el combate de Vuelta de Obligado, el 20 de noviembre de 1845. Si bien ese episodio fue una pieza más de un tablero mundial complejo, en el Río de la Plata se expresa como un conflicto entre las potencias europeas que pretendían la libre navegación de nuestros ríos interiores y la Confederación Argentina que se oponía. Esto se desencadena en medio de la guerra civil entre los dos modelos antagónicos; el federal democrático y proteccionista enfrentando al proyecto unitario, extranjerizante y librecambista. Ya en 1838 la Nación Argentina liderada por el gobernador bonaerense Juan Manuel de Rosas, había soportado un conflicto que comenzó con un tema menor, y escaló hasta llegar al bloqueo del puerto porteño por parte de buques de guerra franceses. Atacaron la isla Martín García y apoyaron abiertamente al bando unitario, atrincherado en Montevideo.

Varios de aquellos exiliados venían en los buques agresores extranjeros. Luego del fracaso de esa intervención, los franceses se retiraron y Rosas salió airoso, quedando descolocados los argentinos que habían apostado a la intervención. El Tratado Mackau – Arana de 1840, refrenda ese acuerdo y aleja los cañones europeos de las costas argentinas. Rotundo triunfo de la causa americanista. En 1845 la situación era más grave. La guerra civil se libraba también en la Banda Oriental y la flota argentina sitiaba Montevideo, afectando intereses del comercio europeo. La tensión internacional se complicaba ante la presunción de que en caso de guerra, el imperio esclavista brasilero podría reflotar sus apetencias sobre la cuenca del Plata.

Agotadas las presiones de la diplomacia imperial sobre El Restaurador de las Leyes, llega la guerra. Un golpe de mano de buques intrusos sobre la flotilla argentina estacionada frente a la capital oriental, deja expedito el acceso a nuestros grandes ríos interiores. Pero como la rapiña comercial no era una bandera lo bastante atractiva para vender al mundo, Inglaterra y Francia alegan razones de “humanidad” para justificar la aventura. Echar al “tirano” es el argumento. Los argentinos del exilio, esperan ansiosos. Cerca de noventa buques repletos de mercaderías importadas y bajo la protección de una veintena de naves de guerra, se internan en el Paraná para derramar los bienes de la “civilización” en éstas tierras, pero sin pagar impuestos; contrabando a la luz del día protegido por la artillería de Su Graciosa Majestad Británica y la Francia de la Igualdad, Libertad y Fraternidad.

El Olimpo barrio de Vélez Sarsfield
entre las calles Olivera, Ramón Falcón, Lacarra, Fernández y Rafaela

Ya se sabe que la flota intrusa penetró río arriba y luego tuvo que volver, maltrecha. El castigo recibido fue tan importante que no se atrevieron a repetir el atropello. Desde la prensa latinoamericana hasta el general José de San Martín en Francia, expresaron su apoyo a la causa argentina. Pero también hubo argentinos que se solidarizaron… con los agresores. Vale la pena conocer algunos de los nombres de aquellos personajes que por razones de política doméstica, aplaudieron la invasión de su patria por potencias extranjeras, que en definitiva sólo perseguían sus propios objetivos económicos. Uno de ellos es Florencio Varela. El político unitario se entrevistó con Lord Aberdeen, Secretario de Estado para Relaciones Exteriores del Imperio Británico, para ofrecerle la independencia de Corrientes y Entre Ríos, a cambio de apoyo militar para derrocar a Rosas. Imaginamos en la órbita de qué país girarían esas republiquetas si se concretaba la secesión. El general José María Paz, jefe del ejército unitario, guardó testimonio en sus “Memorias ” de semejante felonía. También el coronel argentino José Luis Bustamante, secretario del líder uruguayo Fructuoso Rivera (protector de los unitarios) enfrentado a Rosas y al oriental Manuel Oribe, en su libro “Los errores de la intervención anglo francesa”, expresa sus deseos poco patrióticos: “Los pueblos del Alto Perú saludando a sus nuevos amigos y protectores prontos a continuar la campaña santa de la libertad, verían con placentera esperanza flamear en sus costas y fuertes la bandera de la Francia y la Inglaterra.” Días después del combate de Obligado, el diario montevideano “El Comercio del Plata” escrito por argentinos, rinde tributo a “Las dos banderas – inglesa y francesa – que juntas se impusieron en Navarino y han vuelto juntas a cubrirse de gloria en el Paraná.” También Bartolomé Mitre en las páginas del diario “El Nacional” de la Nueva Troya, como llamaban los sitiados a la modesta Montevideo, en poéticas entregas del 14 y 21 de noviembre de 1840, se quejaba de la deserción francesa en 1838, lamentando que las enseñas de ese país ya no flameen en Martín García:

“Y hoy entre el polvo se ven
Porque el inmundo tirano
las arrancó con la mano.”

Resumiendo, no fueron pocos los argentinos que en su afán de derrocar la “tiranía”, no dudaron en llamar a las puertas de embajadas y cancillerías de las grandes potencias ofreciendo su país como moneda de cambio.

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