El alumbrado público en Buenos Aires tiene una rica y larga historia, lejos quedaron el cebo, el gas o el querosene, pero sobre todo el farol. Éste fue el buen amigo del guapo porteño, que con cigarrillo en mano, descansaba apoyado sobre él.
El último farol a alcohol carburado dejó de brillar el 19 de marzo de 1931, en una sencilla ceremonia, el intendente José Guerrico llegó hasta la esquina de Avenida del Trabajo y Escalada, se subió a una escalera y apagó para siempre el último farol de Buenos Aires.
El paso del encendido manual a una red eléctrica, se puede tomar como un progreso urbano y social. También para muchos fue una perdida grande que se llevó a un testigo de cientos de vivencias, uno de ellos Catulo Castillo, quien escribió la letra, y otro Aníbal Troilo, que cedió la música para ese hermoso tango “El último farol”.
El precursor del alumbrado fue Domingo Ortiz de Rozas, gobernador de las Provincias del Río de la Plata, que en 1744 ordenó a los dueños de tiendas y pulperías, colocar y mantener encendidos faroles «desde la oración» y hasta bien entrada la mañana. Según Rozas, las malolientes velas de sebo servirían para que «se eviten muchas ofensas que se cometen contra Dios Nuestro Señor», Además, redactó un bando donde dispuso que los faroles, debían permanecer encendidos desde el toque de oración hasta las 10 de la noche en verano, y hasta las 9 en invierno, con esta medida quiso evitar el gobernador “muchas ofensas que se comenten contra Dios, nuestro Señor“.
Luego la orden se extendió al uso en zapateros, sastres, barberos, herreros y otros oficios el 3 de noviembre de 1766, con esta medida el Gobernador D. Francisco de Paula y Bucarelli intentó evitar “que los ladrones y demás delincuentes puedan con más libertad cometer sus delitos. El bando debería cumplirse hasta las 11 de la noche en verano y una hora menos en invierno.
Las dos medidas anteriores se hicieron extensivas a todas las calles colocando en las esquinas faroles de vela de sebo desde las 8 de la noche a las 12 de la noche por orden del último Gobernador del período hispánico, D. Juan José de Vértiz y Salcedo firmada el 2 de diciembre de 1774. Quienes se tuvieron que hacer cargo de los costos fueron los vecinos por medio de un impuesto, quienes lo recaudaban y mantenían el servicio, la policía, que lo hizo hasta 1856 cuando se Fundó La Municipalidad de Buenos Aires.
Vértíz precisó en la forma de encender los faroles y de efectuar su limpieza al detalle, fijando la pena de“50 azotes para el criado de color que los rompiera al tiempo de encenderlos, de limpiarlos o de retirarlos por la malicia que puede llevar con ello contra el amo.”
Al correr 1780, los faroles a velas de sebo pudieron recibir, el título de primer alumbrado público. El sostén de tal servicio era suscrito por donaciones vecinales, se abonaba una pequeña moneda por cada puerta favorecida con una farola.
En toda cuadra había un encargado de percibir tal importe y tenía la obligación, asimismo, de que los faroles se hallasen en perfecto estado de limpieza para obtener el mejor rendimiento de proyección de luz.
Hasta 1853 no hubo más mejoras que las velas de estearina (1830) y el cuerpo de serenos (de 1834 a 1873) que, armados con una lanza corta, daban vueltas manzana cantando las horas y el estado del tiempo.
Recién en 1853 se aprobó el contrato para instalar el alumbrado a gas, a cuyo efecto se constituyó la Compañía Primitiva de Gas, esta empresa tenía en 1857 ya 1071 faroles públicos de gas y en diciembre del año siguiente sumaban 1593 las casas alumbradas con gas.
Hubo después una experiencia de alumbrado eléctrico por obra del doctor Juan Echepareborda y dese 1882 comenzó a ponerse en práctica el sistema de las lámparas de arco voltaico. En 1880 se produce la declaración de Buenos Aires como Distrito Federal y la Avenida de Mayo fue la primera avenida de esa Buenos Aires. Estrenó sus primeras farolas ornamentales eléctricas instaladas a fines de la década de 1890.
Mientras que la primera Usina Eléctrica fue fundada en Buenos Aires por W.R.Cassels, representante de la Brush Electric Company, de Estados Unidos; Rufino Varela (h) instaló en 1887 la primera usina eléctrica particular, en 1893 se puso en marcha la Compañía General de Electricidad de Buenos Aires.
Casi doscientos años de historia se terminó un 19 de marzo de 1931, el Farol encendido a mano y que daba luz y calor, le dio paso a la modernidad. Muchos festejaron este cambio, con la honestidad del pensamiento, porque vieron un avance urbanístico de la ciudad. Otros, lo comenzaron a extrañar desde ese día.
El Último Farol
Lo vi lucero… y lo pensé crecido…
Fue la llama feliz que nos llamaba
Se dio en la calle un paredón de olvido
Se dio en la noche un corazón de ochava.
Soñaba, ayer, la espera del silbido,
Y ayer, no más, pintaba de arrebol,
Con el grito total del alarido
La soledad del último farol.
¡Farol!…
Dolió la llama fraternal
Igual
A la tristeza del alcohol…
Señal
En la querella de la esquina
Y en la pena que adoquina
Tu dolor sin dejar huella…
Tan alta la ciudad
Que nos dejó sin sol,
Que nos tapó la estrella
Del último farol.
Dobló la esquina del amor dolido
Tras el salto mortal de la billarda.
Yo esperé tanto la verdad que tarda,
Ni me di cuenta que ya estaba herido.
Me dijo: Adiós… adiós… ya sin sonido,
Su corazón de luna y caracol…
Por la calle sin fin que va al olvido
Se fue llorando el último farol…
Letra: Cátulo Castillo
Música: Aníbal Troilo
A los Restos de un Farol a Gas
Allí en esos pedazos de hierro enmohecido,
en lo alto del muro musgoso, húmedo, trémulo,
sobreviven,
desgarradoramente poéticos, humanos,
soportando, el olvido y la atroz intemperie
los patéticos restos de lo que fue un farol.
No sé por qué ahora me recuerda
El farol de la calle dela Vieja Linterna
Donde se ahorcó Gerardo de Nerval
(o lo ahorcado, o él se equivocó de luna).
¿Por qué evocas, Juancito Caminador, la lúgubre
Esquina de aquel tiempo?
Será porque en la calle de mi niñez ansiosa
había faroles, y era más hermosa
la luz de gas azules y plateados matices,
y era brujo el oficio farolero.
O será porque allí se ahorcó en mi infancia
el postrer barrilete que no pudo llegar
al farol que se enciende por la noche en el cielo.
A las Sombras de los Barrios Amados – 1957
Raúl González Tuñón