Arturo Jauretche fue un hijo de vascos entrañablemente argentino. Criado en un medio rural en la provincia de Buenos Aires, nació en 1900 y falleció el 25 de mayo de 1974.
Se inició en la actividad política desde muy joven, adhiriendo a la Unión Cívica Radical (UCR) cuando ésta era conducida por Hipólito Yrigoyen. Por su vocación militante sufrió persecuciones y prisión, participando además en el último alzamiento armado protagonizado por el yrigoyenismo en 1933. Cuando Jauretche y un grupo de sus correligionarios percibieron que el viejo partido ya no representaba el modelo de país por el que habían luchado siempre, crearon la Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina (FORJA), en 1935. Nacida como una tendencia interna del radicalismo, la agrupación años más tarde decide desvincularse de la UCR, al considerar que el partido había cumplido su ciclo y no se diferenciaba en lo esencial, de las fuerzas políticas que sostenían “el régimen” conservador y que habían derrocado a Yrigoyen en 1930.
Con el surgimiento del peronismo el 17 de octubre de 1945, FORJA se disuelve y la mayoría de sus miembros se integran a las filas del flamante movimiento.
Fiel a su estilo, Jauretche prefiere seguir siendo militante antes que funcionario; así es que luego de ser designado al frente del Banco de la Provincia de Buenos Aires, renuncia al poco tiempo por diferencias con algunos de sus pares. Continúa con sus actividades siempre vinculado al peronismo y cuando éste es derrocado en 1955, se lanza de lleno a la lucha política en defensa del modelo depuesto. Bajo las condiciones que impuso la proscripción del justicialismo, Don Arturo dicta conferencias, escribe en periódicos y produce libros que además de desnudar la realidad económica y social de la Argentina, aporta sus reflexiones al pensamiento nacional. Varios de esos libros se convierten en revelaciones para una franja juvenil con vocación política, que no quiere repetir los errores de quienes los precedieron; en particular frente al fenómeno peronista. Así es que Jauretche lo mismo que Scalabrini Ortiz y otros autores, se convierten en referencia obligada de esos jóvenes preocupados por los destinos del país en los años sesenta y setenta. Por tal motivo, cuando las condiciones lo permitían, Jauretche se reunía con chicas y muchachos que disfrutaban las enseñanzas de ese hombre que con estilo desenfadado, abordaba con pasión, sencillez y aguda inteligencia, las cuestiones más complejas de la nacionalidad.
Su fama de polemista temible agrega otro lauro a su frondoso historial, y por esos años, ya era una leyenda viviente.
En uno de esos encuentros con un grupo de jóvenes en que el historiador Norberto Galasso había sido el nexo, la riqueza de la charla por momentos se veía trabada por el embarazo de los visitantes, cuyo respeto por el hombre que tenían delante, parecía sorprender al mismo Jauretche.
En un aparte de la conversación, Don Arturo con su sonrisa pícara y el filoso sentido del humor que lo caracterizaba, le “reprocha” a Galasso:
“Che… ¿hasta cuándo me vas a hacer trabajar de prócer?”.