Al Pie de la Letra
Fecha de Publicación:
Romance con los Ganadores
Del libro “Goles Mixtos” Finalista Faja de Honor de la SEP 2018 - 2019
Romance con los Ganadores

A veces me he sentido salmón en ruta del desove, remontando el río de dificultades, saltando obstáculos a diestra y siniestra, sin olvidar que  hay un paraje final que a todos iguala y del que nadie se salva.  Y esto de aprender a conocer el mundo, las almas y los corazones, es ardua tarea cuyo fondo blanco suele ser turbio.

Solemos vivir romances con aquellas cosas que nos gustan, nos emocionan, nos desvelan: la música, los deportes, un pasatiempo y enésimos etcétera.

A muy corta edad, no tendría más de siete años, fui  testigo de un romance entre la redonda y dos divisiones de clubes de barrio. Justamente del barrio de mi casa, aledaño a la estación de ferrocarril, allí donde todo se mide con el pitido del tren.

Yo era la única niña de la cuadra, y como si eso fuese poco, había dos canchitas de futbol en la misma manzana, razón por la cual no tenía con quien jugar, y mis muñecas no tuvieron más remedio que convertirse en porristas de fútbol para amenizar los minutos previos a los partidos.

”Los pibes de la estación “y “Los primos del Rulo” estaban últimos en la tabla.  Ya desde muy niña me gustaba  alentar a los rezagados, será por eso de que la victoria es siempre un espejismo que  poco refleja.

En el barrio existen otras reglas y fue entonces que  el Club de la estación organizó una final  entre los cuatros últimos de la tabla. Y mis dos equipos elegidos, después de disputar partido revancha con “Los panaderos “  y “Los olboys “ quedaron como finalistas. El premio a disputar era un cajón de gaseosas, las de botellas pequeñitas, esas que guardan la magia de las burbujas dulces en su pequeñez.  

Las madres de los jugadores llevarían tortas para engordar el premio y por supuesto, mis siete muñecas porristas, estaban convocadas.

Ese domingo memorable, el de la final, la madre del Rulo apareció con dos tortas gigantes: una era rectangular simulando la cancha de fútbol con los jugadores, y la otra era una pelota toda de chocolate.

Nos enamoramos a primera vista de la redonda, tan brillante, tan apetecible, tan perfecta, tan tentadora. Hubiese pellizcado el balón para probarlo, pero no lo hice porque las muñecas hubiesen querido también y yo nunca fui egoísta y la torta hubiese perdido encanto.

El partido fue muy aburrido y la definición por penales le dio la victoria a “Los pibes de la estación”, que dieron la vuelta a la cancha con la pelota de chocolate ante la vista de todos.

Nosotros tuvimos la  ilusión de que nos convidarían aunque sea un confite, pero se llevaron la pelota al vestuario.

“Los primos del Rulo” en cambio, compartieron la cancha gigante recubierta de dulce de leche y grana verde, y alcanzó para un pedacito para cada uno. Pero la verdad es, que mis muñecas y yo, no dejamos de pensar en lo rica que debía de haber estado la pelota de chocolate. Y la imaginé derritiéndose dentro de mi boca y chorreando entre mis labios hasta saciarme; fue en ese instante cuando vimos brillar la bandeja de la pelota de chocolate, en manos del capitán del equipo ganador, y como si eso fuese poco,  venia hacia donde nosotros estábamos ubicados. La decepción sobrevino cuando depositó a nuestros pies la bandeja con restos de chocolate manoseado y confites mordidos.

La madre del Rulo vio todo a distancia, hasta que se aproximó y nos dijo que estábamos invitados todos para el próximo domingo y que traería una pelota de chocolate para compartir. Y como si todo eso fuese poco, sacó de adentro del baúl de su auto dos tortas con merengue. Una la cortó para convidar y la otra la colocó en la bandeja de los restos de la pelota de chocolate, previo a limpiarla con un repasador cuadrillé. Y lo llamó al capitán, al Rulo, y le dijo que se la llevase al equipo ganador. El Rulo, su hijo, se aproximó al grupo de “Los pibes de la estación” y les dijo que era para festejar. Y yo y mis muñecas y los demás nos quedamos sin palabras, hasta que me animé y le pregunté a la madre del Rulo porqué le había dado la bandeja con una torta tan rica si a nosotros nos habían querido convidar las sobras, y ella con ternura, acarició mi mejilla para decirme al oído: “cada uno dá aquello que tiene en su corazón”.

Y fue entonces que mis muñecas y yo nos hicimos hinchas del equipo del Rulo, porque después de todo aunque «Los pibes de la estación» se creyeron ganadores, yo vi al equipo del Rulo  ganar por goleada…
Del libro “Goles Mixtos” Finalista Faja de Honor de la SEP 2028/2019

Temas
Comentarios
- Central -
La Educación Superior y la Exclusión como Política

La Educación Superior y la Exclusión como Política

Decir que “el que quiere puede” frente a aranceles dolarizados o indexados es cinismo institucional. Y cuando el Estado se retira deliberadamente de su rol de garante, la exclusión deja de ser una consecuencia y pasa a ser una política.
Reflexiones de un Nuevo Día
Todo Final es…

Todo Final es…

Educar para la Paz es usar lentes positivos., lentes de luz. Educar para la Paz es mirar al futuro aprendiendo del pasado y de los errores cometidos. Educar para la Paz es pensar que el final es un nuevo comienzo…con esperanza y alegría.
Testimonio, Conciencia y Reflexión
El Día de San Esteban

El Día de San Esteban

Ah, el Día de San Esteban, o Lá Fhéile Stiofáin como decimos en gaélico, el 26 de diciembre. Un día lleno de historia, mito y un poco de travesura. Mientras el resto del mundo está recuperando la resaca navideña, nosotros los irlandeses seguimos festejando...
Al Pie de la Letra
Nubes de Gases

Nubes de Gases

Ella, a través del tiempo en que nos tratamos laboralmente, y si bien no logro dilucidar hasta qué grado de confianza aceptamos tener, no se priva de nada en cuanto a esas actitudes intempestivas y hasta fuera de lugar bajo mi inocente punto de vista.
Literatura Iberoamericana
Los Fantasmas del Pasado

Los Fantasmas del Pasado

No desperdiciemos los momentos presentes, ellos pueden alimentarnos el alma; ellos nos pueden fortalecer… ¿Te has dado cuenta de que quedarnos en el pasado nos lleva a convivir con los fantasmas de la adversidad...
Columnistas
Más Artículos