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El Diablo a Todas Horas
LA GRAN TRAGEDIA AMERICANA – DISPONIBLE EN NETFLIX
El Diablo a Todas Horas

Algunas personas nacen para ser enterradas.

Esta frase, dicha por el oficial corrupto Lee Bodecker, parece resumir a la perfección la atmósfera que rodea El diablo a todas horas (The Devil All The Time), un film que mezcla el drama con el thriller psicológico ambientado en el medio oeste estadounidense, que comienza después de la Segunda Guerra Mundial, cuando el soldado Willard Russell (Bill Skarsgård) vuelve tras una experiencia traumática que lo alejó de la religión católica, cuando vio a un compañero crucificado y moribundo que él mismo tuvo que ejecutar para acabar con su sufrimiento.

De camino a su pueblo natal conoce a Charlotte (Haley Bennett), una mesera de quien se enamora a primera vista y termina casándose un tiempo después. Ambos tendrán un hijo, llamado Arvin (Tom Holland) quien será el personaje eje de todo el relato.

El largometraje, dirigido por Antonio Campos basado en una novela de Donald Ray Pollock (quien ofrece su voz como el narrador omnisciente de la historia) puede catalogarse dentro de lo que conocemos como historia coral, una colección de relatos que terminarán cruzándose en algún punto. El común denominador entre todos es que la tragedia los rodea, la muerte inminente los acecha, algo ominoso parece perseguir a todos. La Espada de Damocles cuelga sobre ellos, atada por una simple hebra de crin equina, como en el cuento griego.

Arvin verá morir a su madre de cáncer y a su padre, quien se suicida el mismo día, y comenzará una vida con su abuela y tío abuelo, quienes tuvieron que criar a Leonora (Eliza Scanlen) como su propia nieta tras el asesinato Helen (Mia Wasikowska), madre de la pequeña que se había casado con un fanático religioso que creyó poder resucitar gente con la mera intervención de sus manos. Los “hermanos” se criaran juntos, él emulando la personalidad cerrada y agnóstica de su padre, mientras que ella será una devota religiosa como su mamá, y ambos deberán afrontar a su manera la llegada de un nuevo pastor a la iglesia, el joven y carismático Preston Teagardin (Robert Pattinson) quien, como todo el resto de los personajes, esconde un oscuro secreto.

Mientras tanto, en las rutas más apartadas del oeste un asesino serial irá captando desprevenidos viajeros que hacen dedo en los caminos, utilizando a su novia como cebo. Carl (Jason Clarke) y Sandy (Riley Keough) obligan a los hombres a tomarse fotografías pornográficas, primero con las víctimas vivas, y después con los cadáveres. Ella ya está harta de aquel estilo de vida, pero el sheriff Bodecker es su hermano y no puede hacer mucho para escapar a la trampa en la que cayó años atrás.

El fanatismo religioso también atraviesa el centro de los personajes principales, y encontramos un interesante contrapunto entre las prédicas cristianas (que hablan del poder sanador de Dios, su amor infinito y la esperanza que ofrece la religión) y el nihilismo inherente a esta historia desgarradora.

Cuando se empieza a ver El Diablo a todas horas es imposible evitar estar todo el tiempo intentando evitar encariñarse con alguien, porque todos parecen ser la potencial víctima de alguna mortal tragedia, y aún los más fanáticos creyentes en poderes divinos parecen estar condenados a algún tipo de muerte espantosa.

El narrador, que va atando los cabos, siempre tiene un tono que oscila entre la seriedad que requiere una película tan oscura y frases irónicas que enfatizan el caos creciente de la narrativa. Este largometraje no busca dejar contento a nadie, no busca quedar bien parado con el espectador. El Diablo a todas horas cuenta lo que quiere contar, no hace concesión alguna y poco le importa llevar alivio. Así como la vida muchas veces se ve interpelada por eventos sin sentido aparente, capaces de terminar con las personas en el transcurso de un parpadeo, el film busca emular esa sensación caótica, desesperanzada y trágica hasta el último fotograma.

El elenco es uno de los más impresionantes que se hayan visto en mucho tiempo. Tom Holland toma un papel dramático distinto a todo lo que había hecho hasta el momento, creando un rol contenido, alejado de los chistes permanentes y las acrobacias que lo llevaron al estrellato como el último Spider-Man. Junto con Robert Pattinson (quien se negó a tener un coach de dialecto para establecer el acento de medio oeste estadounidense, sorprendiendo a todos por el increíble trabajo que realizó en solitario) brillan en una película repleta de estrellas dando actuaciones dignas de todo tipo de premios.

La dirección de Campos es precisa, no le escapa a mostrar todo tipo de asesinatos y muertes de forma gráfica, pero siempre sin cruzar la raya del mal gusto. Le tocó trabajar con una historia coral que, de por sí, es difícil de balancear, pero consigue consolidar un proyecto cinematográfico ambicioso, distinto a los dramas habituales en donde se busca dar algún tipo de satisfacción al espectador después de hacerlos pasar por dos horas de tragedias e historias tensas, oscuras. El director, apelando al material original, no intenta suavizar nada, sino que busca plasmar el nihilismo del caos absoluto que significa estar vivo en este mundo.

El Diablo a todas horas es un largometraje que dividió a la crítica y a los espectadores. Algunos apreciaron el esfuerzo por contar una historia realista, sin un “final feliz” de película. Otros pensaron que fue un film demasiado oscuro y “pesado”, duro de digerir. Las actuaciones solamente valen la pena las dos horas de duración. No es una experiencia para cualquiera, pero quienes sean fanáticos de los dramas con tintes de thriller psicológico encontrarán acá una obra difícil de olvidar.

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