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El Espacio Personal
Es un contorno no una esfera, pues las exigencias varían si es de frente, de costado o detrás
El Espacio Personal

“El espacio que entorna a un individuo en cualquier punto dentro del cual la entrada de cualquier otro hace que el individuo se sienta afectado de una intrusión, lo que lleva a manifestar desagrado”.

Se trata de un contorno no de una esfera, pues las exigencias varían si es de frente, de costado o detrás.

Cuando son dos individuos solos en un espacio se manifiesta en forma de línea recta. Especular con el espacio personal ajeno es un arte que ejecutan hábilmente los punguistas mientras producen con el cuerpo situaciones molestas o irritantes, a veces se agrega a un «bloqueador» que transita frente a la víctima y se interpone o tropieza aprovechando la oportunidad para sustraer la billetera del caballero o la cartera de la dama.

Existen muchos factores que condicionan el espacio personal, la cantidad de gente, el objetivo de quien se aproxima, la ocasión social en la que se encuentra, el material circundante, etc, etc.

Por ejemplo estar de pie o sentado al lado de un extraño cuando el lugar se encuentra vacío, constituye una situación más desconcertante que si se encontraran abarrotadas de gente. Imaginemos estar viajando en un colectivo totalmente vacío, uno se encuentra sentado en el último asiento contra una ventanilla, y viene alguien y se sienta justo al lado. Uno tiene ganas de decirle: Querido tenés todo un colectivo y te pones al lado mío. El derecho a sentarse en cualquier lugar del transporte es el mismo que si se encontraría repleto. Pero sin embargo nos irrita porque afecta nuestro espacio, y eso es porque hay códigos que no están escritos pero existen. Pero sigamos en el transporte, la llegada de alguien produce una recolocación secuencial, así también, la salida de una persona lleva a comportamientos más complejos, pues un individuo que deja el lugar por otro que ha quedado vacío produce una señal abierta de que prefiere no estar tan cerca de su vecino, y si son de distinto sexo, produce una nueva complicación, dado que el no marcharse puede interpretarse como una señal de excesivo interés.

Pero es más difícil acercarse o alejarse de alguien que está junto a uno, esta discusión ha llevado a escribir varios tratados sobre el tema. Ocurre que cuando se vacía un colectivo habrá un periodo en que dos individuos señalan con su proximidad una relación que de hecho no existe. Supongamos que usted está sentado en el último asiento de la fila de dos de un diferencial, por supuesto altos respaldos, junto a usted del lado de la ventanilla una hermosa persona del sexo opuesto, obviamente colectivo lleno, llega a una parada y el pasaje se baja en su totalidad salvo ustedes dos, seguramente no se cambiaría de asiento, si en la parada siguiente, por esas casualidades de la vida, llegase a subir su cónyuge, como cree que a primer impacto interpretaría la escena.

Un lugar de extraños comportamientos son los ascensores, aquí se observan dos aspectos: Asignar equitativamente el espacio y la vez mantener una posición defendible, que en este contexto significa la orientación hacia la puerta y el centro con la espalda contra la pared en lo posible. Los primeros pueden entrar sin incomodar, pero al cabo del tiempo cada uno de los que van entrando hace que los presentes cambien de posición y se reorienten en secuencia. Muchos estudiosos del tema opinan que la salida introduce una tendencia a invertir el ciclo pero esto se ve moderado por la resistencia compensatoria a presentar la apariencia de que se está incomodo en una distancia establecida respecto del otro, así al vaciarse uno va quedando atrapado en un contradicción: obtener el máximo de distancia de los demás y no comportarse públicamente en forma ofensiva.

Este espacio también posee status, tal es así que hay ascensores privados y públicos, para personal jerárquico y para el personal que no lo es, denota una posición social que una persona tiene dentro de un grupo o una comunidad, lanzarse a colocarse en un ascensor prohibitivo tiene una sensación parecida al de tocar timbre y rajar, como lo hacíamos en nuestra niñez.

Ampliaremos.

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