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Tirar del Carro
Los “Cartoneros” se Agruparon en Distintas Organizaciones
Tirar del Carro

Entre las transformaciones que la globalización trajo aparejada a nuestras tierras, está la metamorfosis del botellero en cartonero. La diferencia, en apariencia secundaria ya que indica que el núcleo de la actividad pasó de la botella de vidrio al cartón, junto a otros materiales con valor agregado por ser reciclables, oculta una realidad mucho más profunda.

El botellero no dejaba de ser un agente económico, un cuentapropista con capacidad de decisión, ya que él fijaba el precio que pagaba por los trastos y el papel que obtenía. El circuito comercial seguía luego con la venta del producto a un mayorista, como después lo hicieron los cartoneros. Desde mediados del siglo XX y hasta el comienzo de las cíclicas crisis económicas, generadoras de una desocupación de dos dígitos que se convirtió en estructural durante años, en la calle el número de botelleros era bajo, comparado con el total de población económicamente activa. Quizá ese dato explique el valor agregado de aquella mercancía, que permitía al botellero pagarle unas monedas al vendedor; y aún así el hombre obtenía una modesta ganancia que era su jornal.

Los cartoneros en cambio, después de la crisis de 2001 sumaban miles sólo en la ciudad de Bueno. Aires. Según fuentes de la actividad, unas 50.000 personas más se dedicaron entonces a la recolección. No salían en busca de vendedores de “cama vieja, algo para vender…!” como anunciaba el clásico pregón. Los cartoneros, en cambio, recogen lo que encuentran: papel, cartón, botellas de vidrio, plásticos, metales. La disposición final del material es la misma que hacían los antiguos botelleros; vender a un mayorista o “acopiador” como se le llama en el oficio.

Pero con la catástrofe económica, la competencia fue muy grande y los precios de venta muy bajos: por lo que redondear un jornal representaba muchas horas de búsqueda, a veces infructuosa. La fuerte devaluación monetaria de principios de 2002 y la desocupación arrojaron a miles de familias a esta actividad, como última alternativa de supervivencia. Al margen de ilustrar la dimensión del descalabro social, la recolección cartonera al hacerse notoria, obligó a los medios de comunicación a ocuparse del tema. Así comenzaron a tomar estado público las cifras millonarias que se manejaban en el negocio de la basura: más de 1.300.000 toneladas de residuos domiciliarios, producidos sólo por la ciudad de Buenos Aires anualmente. Haciendo un poco de historia, vale recordar que los residuos ingresaron de lleno al circuito de la economía formal, cuando durante la dictadura militar iniciada en 1976, se creó el Cinturón Ecológico Area Metropolitana Sociedad del Estado (CEAMSE), actualmente Coordinación Ecológica Área Metropolitana Sociedad del Estado, conservando la sigla original, para la recuperación de espacios útiles mediante el llamado “relleno sanitario”, eufemismo de basura tratada previamente. La privatización del servicio de recolección domiciliaria en la ciudad de Buenos Aires y gran parte de los principales municipios del Conurbano completó el negocio, ya que las empresas recolectoras obtienen importantes contratos y el CEAMSE cobra por tonelada depositada por los camiones del servicio.

La profundización de la crisis en 2002, combinando inflación con una prolongada recesión económica, afectó también a los que vivían de la basura, ya que mientras en 1998 el 24% de la recolección era recuperable, en 2002 ese guarismo había descendido al 17%. Eso representó en aquel último año para las empresas, una pérdida de veinte millones de pesos.

Los concesionarios sostenían que entre un 5% y un 10% del total del volúmen recolectable, era desviado por los cartoneros. La otra realidad es que la baja en la generación de residuos domiciliarios, está en relación directa con la caída del consumo. Otras estadísticas sobre la rutina laboral del cartonero, hacen creíble los porcentajes difundidos por los empresarios de la basura: en el año 2002 según datos oficiales del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, se desempeñaban en esa tarea unas 30.000 personas diariamente en el distrito capitalino.

En noviembre de 2001 (un mes antes del estallido de la crisis que acabó con el gobierno de Fernando De La Rua), ingresaban a la ciudad unos 480 carros que luego retornaban cargados a la Provincia. Otros centenares de vehículos manuales llegaban a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA) transportados por el Tren Blanco (furgones acondicionados para los carritos y sus dueños) desde el conurbano bonaerense, también diariamente. Ese esfuerzo representaba para el recolector un ingreso diario muy modesto, pero que le permitía seguir viviendo.

A pesar de las quejas de algunas empresas la actividad se extendió y en muchos casos, los cartoneros se agruparon en cooperativas que hoy operan en un extenso territorio, también con vehículos automotores, pero son muchos los que continúan con la tarea individual y el carrito, manual o tirado por un caballo. La creación del subsidio por desocupación denominado Plan Jefes y Jefas de Hogar, consistente en un aporte mensual mínimo y luego otros tantos planes oficiales de ayuda, no desalentaron la actividad sino que se convirtieron para la mayoría de quienes pudieron acceder a ese beneficio, en un complemento de la actividad.

Un tema no menor es la tracción a sangre. Sin duda que en algún momento deberá terminarse, pero como está ligado a una compleja cuestión social, junto con las normativas deben generarse los recursos para ejecutar las medidas.

Distintos gobiernos a lo largo de los años, intentaron regular la actividad con leyes y ordenanzas municipales, que en su aplicación, corrieron suerte diversa. En el marco de la pandemia covid – 19 que golpeó duramente a los sectores de menores ingresos, las sucesivas cuarentenas acorralaron a los “cartoneros”, al restringir la circulación. El auxilio gubernamental expresado en el Ingreso Familiar de Emergencia (IFE) y otros subsidios, sumado a los comedores comunitarios, ayudaron a paliar la emergencia de la pandemia.

Los “cartoneros” se agruparon en distintas organizaciones, como la Federación Argentina de Cartoneros, Carreros y Recicladores – UTEP, la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP) adherida a la Confederación General del Trabajo (CGT), y distintos espacios de organización donde obtienen organización, contención y apoyo.

En la provincia de Buenos Aires donde se registra una fuerte actividad de reciclado, el Organismo Provincial para el Desarrollo Sostenible (OPDS) es quien certifica y aprueba los procesos de reciclaje de las cooperativas, e implementa las recomendaciones sanitarias en los lugares de acopio durante la vigencia de la pandemia covid – 19.

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