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Los “Pamper” como comenzamos a llamarlos los argentinos crecieron en popularidad rápidamente y sus locales brotaron en las principales ciudades, llegando a contarse entre sesenta y setenta mediante el sistema de franquicias.

Pumper Nic el Fast Foods Criollo
Al principio fue el Paty. Como sucedió con otras novedades gastronómicas que denominaremos comidas rápidas, a comienzos de la década de 1960 la penetración en el mercado local fue paulatino. El paladar argentino estaba acostumbrado a consumos importantes de carne vacuna (más de ochenta kilos anuales por persona) y un “bife” basado en carne picada pudo generar cierta suspicacia; pero el exquisito sabor y la velocidad con que se puede cocinar, lo popularizaron rápidamente. A tal punto que en pocos años surgieron medallones similares producidos por marcas de antigua data en la industria frigorífica argentina y otras de origen desconocido y que de a poco, comenzaron a compartir parrillas callejeras con el argentinísimo choripán.
Tal vez por haber sido pionero en esa línea o el sabor y textura inconfundibles, Paty se convirtió en sinónimo de hamburguesa; pasó a ser un genérico.
Así sucedió por ejemplo con otros rubros como Curitas, nadie pide en el kiosko un apósito protector que es el nombre verdadero; sólo pronuncia “Curitas”. Y así sucesivamente con una variedad enorme de marcas que se fusionaron con el producto.

¿Cuál es la relación de Paty con Pumper Nic? el apellido Lowenstein.
En la década de 1930 el joven Luis Lowenstein oriundo de Alemania y de tradición familiar carnicera, se dedicó un tiempo a la ganadería en el Interior, para luego fundar un frigorífico en Buenos Aires. De sus tres hijos, el mayor fue Ernesto (Tito), quien en 1960 se asocia a dos allegados a los negocios de su padre y crean la empresa Quickfood; productora de Paty. Sus asociados son Luis Juan Bameule y José Moché.
En aquellos años los fabricantes de alimentos industrializados enfrentan un fuerte desafío: seducir al paladar argentino acostumbrado a comidas tradicionales. Eso les sucedió a los productores de salchichas de viena envasadas al vacío y también a los caldos concentrados en cubos; la empresa Knorr Suiza tuvo que librar una larga batalla que incluyó fuertes campañas publicitarias y degustaciones públicas, para que el “caldito” ingresara en los hogares locales.
El debut de Paty fue más silencioso pero también enfrentó la barrera cultural, hasta lograr la aceptación y convertirse en un fenómeno gastronómico de masas.
El emprendimiento comenzó en la planta de Santos Lugares (Gran Buenos Aires) con pocos empleados y una producción que en su primer año sólo superó el medio millón de unidades. Los memoriosos recuerdan que la empresa encuestaba a los vecinos del barrio, quienes opinaban sobre las hamburguesas, seguramente haciendo sugerencias que fueron tenidas en cuenta por los fabricantes.

En 1964 Tito Lowenstein se retira del negocio y luego lo hace Moché, permaneciendo sólo Bameule, pero en 2007 Quickfood fue comprada por el holding alimentario brasileño BRF, también propietaria de Vieníssima, Good Mark y otras tradicionales marcas nacionales. A su vez, en 2018 BRF transfiere Quickfood y Paty a su similar Marfrig Global Foods, otro gigante del vecino país.
Si realizamos un salto en el tiempo hasta 1974, encontramos a Alfredo Lowenstein (el menor) en Estados Unidos, observando in situ el funcionamiento y el éxito de las cadenas de comidas rápidas en ese país, las fast food. El empresario pensó entonces en ensayar un emprendimiento similar en Argentina, en el Centro porteño; luego se expandió mediante una estructura de franquicias.
Exhibiendo una escenografía con colores vivos, música funcional, aire acondicionado, moderna maquinaria de cocina y servicio novedoso, generó una línea de productos que recordaban al estadounidense Mc. Donald’s; la criatura surgió en nuestro país con el nombre Pumper Nic; con la imagen de un sándwich de hamburguesa y el simpático hipopótamo verde que lo identificaría.
El nombre deriva de pumpernickel, que es el nombre de un pan de cereales de origen alemán; si recordamos la saga familiar de los Lowenstein, que abandonaron su país de origen en el comienzo de la persecución racial hitlerista, esa reminiscencia tiene su lógica.

Los sándwiches de distintas variedades y combinaciones, tenían nombres propios según los contenidos que podían acompañarse con papas fritas, lechuga y otros ingredientes, a lo que se debe agregar souvenirs y otros tipos de elementos que generaban un marketing atractivo, sobre todo en los clientes más pequeños.
Los “Pamper” como comenzamos a llamarlos los argentinos crecieron en popularidad rápidamente y sus locales brotaron en las principales ciudades, llegando a contarse entre sesenta y setenta mediante el sistema de franquicias.
Pero como suele pasar con no pocos establecimientos que trabajan con marcas concesionadas (como en éste caso), el crecimiento exponencial trajo aparejado cierto desorden en el cumplimiento de las normas fijadas para la explotación de la marca, generando diferencias en el producto final, que no pasó desapercibido para los clientes.
Pero como la lógica de los mercados es inflexible y Argentina se había convertido en un territorio apetecible para las fast foods internacionales, en 1986 desembarca Mc Donald´s y tres años después lo hace Burger King.
Ambas marcas con poderosas espaldas económicas, se convierten en rivales difíciles para la pionera Pamper; y poco después Burger King entabla un juicio contra la hamburguesería argentina por presunto plagio del logo, ganándole la acción judicial.
Pumper Nic debió resignar el logo y acortar su nombre a “Pumper”.
En 1999 cierra todas sus sucursales, desapareciendo definitivamente en mayo de 2000. Una persiana más que se bajó en aquel sombrío comienzo del siglo XXI.
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