Por Claudio Valerio
El derecho regula las relaciones entre las personas; pero, en realidad, el acto por el cual una persona ataca la vida del planeta, sea porque lo contamina y/o enferma, o le quita recursos, no lo puede regular… ¡Nadie tiene derecho al maltrato, a la agresión de la tierra! Ello, en realidad, indirectamente lleva al suicidio del que lo hace y a asesinato de otros.
¿Estaríamos obligados a ayudar al enfermo que, consciente o inconscientemente ataca a nuestra “Madre del mundo”, a la “Pachamama”,¿si este por sí mismo quisiese terminar con la vida de alguna de las especies que habitan la tierra?… Porque, Si alguien ataca al planeta, rompería con sus relaciones humanas, dejaría de participar en el derecho, dejando de cumplir sus deberes como miembro de la sociedad.
¡Defendamos el territorio!; seamos defensores activos de la tierra, de los mares, y de los bienes comunes dentro de ellos, como ser sus bosques, selvas, ríos, lagunas; de sus peces, y especies marinas todas.
En ausencia de placer, la serenidad es una de las formas de la felicidad… La felicidad es la armonía en nuestra persona; el placer sólo nos lo da el cuerpo.
La escritora y poeta argentina Betty Santella, nos comparte un pensamiento suy acerca de lo que implica el cuidado y la protección del medio ambiente, promoción alentando al justo equilibrio de nosotros con el mundo.
El Mundo
A él le dolía el mundo. Había renunciado a la frivolidad y a la moda, había sido un buen maestro hasta que eligió las calles y allí andaba, juntando ropa, libros, y todo aquello que podía remendar, o arreglar, para darle a la gente que no tenía nada. A él le dolía el mundo. Le pesaba en la espalda como si fueran mil toneladas. A veces se sentaba en la plaza para ver correr a los niños y se alimentaba de sus sonrisas, de sus juegos de su inocencia. A veces lloraba de solo imaginar que iban a crecer en un mundo donde los adultos eran traidores e indiferentes.
A él le pesaba el mundo. Un día lo llevaron por loco; en su buena fe, se le ocurrió que podía salir a la calle portando una bandera blanca y reunir a toda la gente gritando ¡Paz para el mundo! ¡Paz para el mundo! pero la gente estaba ocupada en sus cosas, en correr a su trabajo, en ir a llevar los niños a la escuela, en ir a pagar las boletas de la luz, en llamar al pintor porque había que pintar el frente porque pronto llegaba la Navidad, mientras, a él…
A él le pesaba el mundo.
El mundo de aquellos que no tenían nada, de aquellos que morirían de hambre, de sed, y de frío, de aquellos que como él mismo, no tenían a nadie, y la rueda giraba y él estaba solo, junto con otros muchos que andaban solos y desparramados por ahí, al tiempo que otros andaban corriendo y ocupados para luego dormir en sus camas con sábanas blancas y perfumadas. Así se lo llevaron por loco, y el mundo que a él le pesaba quedó encerrado junto con él, en un cuarto sin ventanas y con rejas. Algunos muy pocos notaron su ausencia en el barrio y en la plaza se preguntaron que podría haberle pasado pero nadie en realidad se molestó mucho y nadie más salió a buscarlo, entonces, el mundo que a él tanto le preocupa terminó aplastándolo sin piedad ante la indiferencia de aquellos que podrían haber hecho algo para cambiar la historia sin embargo, no fue así, porque todos estaban ocupados.
Desde la ciudad de Campana (Buenos Aires), recibe un saludo, y mi deseo de que la vida te sonría y permita que prosperes en todo, derramando sobre ti, Salud, Paz, Amor, y mucha prosperidad.
Claudio Valerio
© Valerius