«Sin contar redes sociales, ni mensajes de trabajo o chats: ¿Cuántas horas dedicó la semana pasada a leer de forma detallada textos que tomaran más de 10 minutos como artículos, reportajes, ensayos, manuales técnicos o libros?»
¿Cuántos Libros Lees? – Una Métrica Errónea para Medir el Hábito de Lectura
¿Cuántos libros lees al año, a la semana, al mes? Es una pregunta común, una medida social rápida para calcular la intelectualidad y hábito de lectura de una persona, como me sucedió recientemente, esta pregunta genera una reflexión, por lo menos para mí no es un simple número, porque conozco muchas personas que leen artículos, se informan a través de periódicos digitales, ensayos y fuentes diversas y confiables, entonces esas lecturas ¿no sirven? Esto nos lleva a un debate urgente: ¿estamos midiendo el hábito de lectura de manera correcta o solo es un parámetro de medición fácil y práctico?
La respuesta es un parámetro y se elige el libro como medición por dos razones: 1) La practicidad y tradición estadística, y 2) La carga cultural e histórica que tiene el libro como objeto. Sin embargo, usar el libro como único parámetro es como medir la salud alimenticia de una persona por el número de platos que come, sin importar si cada plato contiene alimentos nutritivos o es comida chatarra. Asimismo, otra conclusión que tengo es que utilizan el libro porque es mucho más fácil para una persona recordar cuantos libros leyó «3 libros» en un año, además es una medida tangible, aunque imperfecta, el desafío es que esta practicidad sacrifica precisión. La realidad de cómo consumimos información y construimos el conocimiento no es que ha evolucionado por la tecnología sino las métricas nunca reflejaron las diversas fuentes que las personas poseen para adquirir información.
Igualmente, ¿un artículo científico revisado por pares de 10,000 palabras contiene menos valor que un libro de 30,000 palabras de calidad dudosa? La respuesta es no. Los formatos como artículos académicos, de opinión, análisis, reportajes de investigación, monografías, tesis entre otros, son elementos importantes de conocimiento y formación intelectual. Limitar solamente como «lectura válida al libro» y todavía como el único elemento para medir la lectura y obtener conclusiones de un país o región, es un error.
En consecuencia, ¿Qué se debería medir? se debería medir ¿qué has leído?, ¿cómo lo has leído? y ¿qué has aprendido de ello? Es más completo y engloba la concepción del hábito de la lectura.
Hay que resaltar, que un libro de tamaño media carta puede contener más de 30,000 palabras. Pero ¿qué hay detrás de esas palabras? pueden carecer de profundidad, originalidad o rigor. O caso contrario, como en Bolivia, los procesos de depósito legal, ISBN o SENAPI son netamente administrativos; no evalúan la calidad, veracidad, valor intelectual del contenido del libro, es más hasta tienen errores de ortografía.
El acto de leer va más allá de nombrar palabras, también es importante la comprensión lectora. de qué sirve leer decenas de libros si no se desarrollan habilidades de análisis, reflexión y crítica para transformarlos en conocimientos. Por otra parte, también hay que considerar las formas de lectura: no es lo mismo la lectura por ojéo que la lectura selectiva para encontrar información específica o lectura detallada. Las dos primeras son más usadas por el exceso de información, pero resulta en una comprensión lectora deficiente, un problema que afecta desde niños hasta adultos y no se soluciona obligando a leer más «libros» o únicamente libros.
Considero que el parámetro más práctico para reemplazar o complementar al «número de libros» es «número de horas dedicadas a la lectura” durante un período fijo por semana o mes. Es mejor alternativa porque incluye todos los formatos, es fácil estimar, mide el hábito no solo el resultado es practico para encuestas y sobre todo es un indicador cuantificable que une aspectos esenciales de la lectura como el qué has leído, cómo y aprendizaje. Los libros leídos son fáciles de inflar y premia la cantidad, mientras las horas de lectura, es una métrica de hábito, porque refleja el compromiso real.
La neurociencia y los expertos en hábitos como James Clear en su libro “Hábitos Atómicos” señala quela regularidad es más importante que la duración, por ese motivo se recomienda para formar un hábito de lectura empezar con una meta de 15 a 30 minutos al día. Esto equivale a 1.75 a 3.5 horas a la semana. Asimismo, muchas organizaciones de fomento lector como Reading Agency de Reino Unido sugieren 30 minutos diarios, lo que suma 3.5 horas a la semana.
No obstante, también se puede caer en subjetividad, al preguntar cuántas horas lee en una semana o mes, ya que la persona puede entender como lectura a los memes, titulares de Facebook, instrucciones de la lavadora, subtítulos de una película o chat de WhatsApp y sobre estime el tiempo que lee “supuestamente” y otorgue una respuesta errónea. Entonces la pregunta debiera ser:
«Sin contar redes sociales, ni mensajes de trabajo o chats: ¿Cuántas horas dedicó la semana pasada a leer de forma detallada textos que tomaran más de 10 minutos como artículos, reportajes, ensayos, manuales técnicos o libros?»
Analizando la pregunta: Inicialmente se mencionó tres dimensiones esenciales de la lectura: ¿qué has leído?, ¿cómo lo has leído? y ¿qué has aprendido de ello? Por consiguiente:
Por tanto, la pregunta reemplaza la métrica del número de libros sin perder la practicidad y facilidad de la encuesta.
Mientras las instituciones como la UNESCO sigan usando las mismas métricas por siglos, hemos obtenido una distorsión de la realidad y de la cultural de las personas con respecto al hábito de lectura que no solo nos debiera dar información de un número frío sino de PROBABILIDADES MÁS OBJETIVAS, sin importar el formato en el que la información llegue a las personas. “No se puede medir la forma sino el fondo”…