Justo Antonio Suárez, hombre de Mataderos e ídolo de todo el país; su recuerdo seguramente, (como cuenta una milonga refiriéndose a un hecho histórico de ese enclave obrero) “Aún anda por la barriada / Vagando como en un sueño”.
Justo Suárez: El Torito de Mataderos
Siempre se dijo que el fútbol es una pasión de multitudes; totalmente cierto. Pero no hace muchos años comenzó a languidecer en las preferencias del público, otro deporte que en su época congregó masas: el boxeo. Se pueden ensayar interpretaciones muy variadas sobre éste fenómeno, pero lo cierto es que el box como en su momento el turf habría cumplido su ciclo, sin perjuicio de las nuevas generaciones que se forman y encuentran un camino en el pugilismo, incluyendo mujeres como las campeonas mundiales Marcela “Tigresa” Acuña y Alejandra Oliveras.
Y cientos de chicas que entrenan en clubes de barrio.
Cuentan los memoriosos y las crónicas deportivas que cuando combatían Gatica, Prada, Lausse, Monzón, Loche, Acavallo, Bonavena, “se paraba el país”. Y así fue. Pero esos años y nombres gloriosos tuvieron sus pioneros como Luis Ángel Firpo, “El Toro Salvaje de Las Pampas”; como esa es otra historia hoy nos ocuparemos de Justo Antonio Suárez, “El Torito de Mataderos”.
El hombre nació el 5 de enero de 1909 en el actual barrio de Mataderos, cuando en esa zona todavía se confundían la campaña con la ciudad. Esa fracción de territorio porteño debía su flamante nombre al traslado del Matadero Municipal que hasta poco antes había funcionado en el actual Parque de los Patricios; los “Corrales Viejos”.
Justo nació aproximadamente en la mitad de una prole de 25 hijos, producto de dos matrimonios del padre.
En la calle Guaminí, muy cerca del límite con la Provincia de Buenos Aires, nació y se crió Torito.
Habría abandonado la escuela a los 9 años como muchos pibes de su condición, para trabajar en lo que había: canillita, mandadero, lustrabotas, recolector de grasa vacuna para los fabricantes de jabón; todo sumaba algunas monedas para “parar la olla”, no había tiempo para estudiar. En pocos años más y cuando el físico se lo permitió, empezó a hombrear medias reses para los frigoríficos del barrio. El duro ambiente matarife de “Nueva Chicago” no habría sido ajeno a su temperamento moldeado a las “piñas” en la lucha por la vida. Así (probablemente) lo entendieron también otros campeones, como José “Mono” Gatica, Carlos Monzón y algunos más.
En su formación para el ring, Justo fue orientado por algunos de sus hermanos mayores. En 1924 con apenas 15 años debutó en condición de amateur en un combate a cinco rounds en un club del barrio de Flores. Resultado: empate. Pero algunos expertos en el rubro detectaron la potencia en ciernes de ese pibe, chiquito y desconocido.
Recordemos que un año antes, Luis Ángel Firpo enfrentó al campeón mundial de los pesados Jack Dempsey en New York. Nuestro hombre perdió por puntos en un fallo que todavía hoy, es discutible. Pero la repercusión que ese combate legendario tuvo en nuestro país, dio un espaldarazo al pugilismo que terminó de derribar las últimas barreras legales que entorpecían su desarrollo.
Se cuenta que José “Pepe” Lectoure (manager de box) quien junto a Ismael Pace fundaría luego el Estadio Luna Park de Buenos Aires, habría sido quien inició al Torito de Mataderos en la categoría Mosca del boxeo profesional.
Un poco antes, en 1925, el Pibe de Mataderos ganó el título de la categoría Gallo y un año más tarde, asciende al peso Pluma y también, sumó la corona de Campeón Sudamericano. Dos años después llega la codiciada categoría de los livianos, siempre en el campo amateur.
La consagración pública de Justo Suárez llega en 1928 cuando ya en el terreno profesional, en un predio del barrio de Retiro (Parque Romano), se enfrentó a Ramón Moya quien apenas le duró dos asaltos. La seguidilla de victorias siguió con las derrotas de dos italianos.
En marzo del año siguiente derrotó al español Luis Rayo, en la primitiva cancha de River Plate, cerca del actual estadio Monumental. Poco después se midió con el italiano Vittorio Venturi, venciendo por puntos.
La carrera ascendente del Torito era imparable: en 1930 venció a otro español, Hilario Martínez y al estadounidense Babe Herman. En el mismo año se produce el duelo entre Suárez y el otro gran liviano argentino Julio Mocoroa, en River y ante miles de espectadores. El hombre de Mataderos venció por puntos.
En el mismo año viaja a Estados Unidos y derrota al crédito local, Joe Glick y también se impuso a otros retadores de aquel país. Dos de esos combates los libró en el Madison Square Garden, el célebre palacio del box de New York.
De vuelta a la Argentina, enfrentó a un chileno, un italiano y un uruguayo; noqueando sucesivamente a los tres.
El 25 de junio de 1931 vuelve al Madison Square Garden para enfrentar a Billy Petrolle, quien mandó a la lona al argentino en el noveno round. Suárez perdió el invicto y el sueño de llegar a pelear por la corona mundial de los livianos.
El hombre libró algunos combates más (triunfantes), pero ya los médicos le habían diagnosticado tuberculosis. Pese al mal que padecía siguió subiendo al cuadrilátero y en marzo de 1932 en el flamante Luna Park, enfrentó a Víctor “El Jaguar” Peralta quien lo venció por knockout en el décimo round. El triunfo fue inobjetable desde el punto de vista técnico, pero Peralta, quien había ganado Medalla de Plata en los Juegos Olímpicos de Amsterdam de 1928 en la categoría pluma, se encontraba en muy buen estado físico; por lo contrario, El Torito ya sufría los estragos de la enfermedad. Tal vez por eso el público no recordó bien el triunfo de Peralta.
El ídolo comenzó un lento pero indetenible declive. En 1933 su esposa con el flamante hijo, lo abandona y se radica en el exterior.
Buscando mejorar su salud se radicó en Córdoba, pero se cree qué por falta de dinero, en 1935 vuelve al ring enfrentando a Juan Pathenay. El estado físico penoso de Suárez, decidió al árbitro a detener la lucha, la que quedó sin definición.
El Torito de Mataderos, ya no volvería a pisar el cuadrilátero.
Internado en un hospital de Cosquín, Justo se fue pero no llegó lejos.
Lo encontraron en muy grave estado y murió poco después. el 10 de agosto de 1938 con apenas 29 años.
La permanencia del Torito en la memoria popular duró mientras su oficio siguió generando nuevos ídolos. Por ejemplo el protagonista de una historieta publicada en la revista Rayo Rojo en junio de 1955, con guión de Héctor Oesterheld y dibujos de Carlos Freixas, se llamó “Indio” Suárez; un pibe de hogar muy humilde del barrio de La Boca, que triunfa en el box neoyorkino y sufre los avatares que marca el guionista.
El personaje es un porteño de barrio pobre, promesa del box argentino, New York y hasta el apellido coincide. ¿Casualidades? o silencioso homenaje de aquellos artistas en los años de oro del pugilismo, cuando el “Luna” quedaba chico para tanta pasión.
Previamente, Carlos Freixas había dibujado en la exitosa revista Patoruzito a otro boxeador: ”Tucho, de canillita a campeón”. Estos personajes que el plumín y la imaginación de los historietistas ubicó sobre un ring, eran consumidos por miles de lectores; reflejo de la vigencia del box en aquellos años.
A su vez el escritor Julio Cortázar inmortalizó en su cuento “Torito”, (Las Armas Secretas, 1956), al ídolo nacido en la Chicago criolla.
Justo Suárez no alcanzó a ver la era de los Grandes del oficio: Eduardo Lausse, José “Mono” Gatica, Pascualito Pérez, Alfredo Prada; y los que siguieron, cosechando títulos y prestigio mundial para nuestro país, como Nicolino Loche, Horacio Acavallo, Carlos Monzón, Oscar “Ringo” Bonavena y otros.
Justo Antonio Suárez, hombre de Mataderos e ídolo de todo el país; su recuerdo seguramente, (como cuenta una milonga refiriéndose a un hecho histórico de ese enclave obrero) “Aún anda por la barriada / Vagando como en un sueño”.