Al Pie de la Letra
Joan de la Hoz siempre se había ganado la vida como payaso. Era la quinta generación que desarrollaba el oficio de hacer reír, pero últimamente se lo veía preocupado: los pibes del barrio ya no reían con sus bromas, piruetas o trucos y a pesar de cambiar su maquillaje y pelucas, no lograba atraer la atención. Los niños preferían jugar con los juegos que descargaban en sus teléfonos celulares o se divertían con los payasos interactivos de la computadora. Joan de la Hoz se sintió perdido en un mundo cada vez más lejano, pero amaba los niños y su oficio.
Aquella mañana memorable, ajustó su cinturón de payaso y se dirigió a la Facultad de Ingeniería en Sistemas. Ensayó mil formas de convencer a los estudiantes de la necesidad de la risa humana y liberadora, y los entusiasmó con la idea de generar un proyecto que contemplase programas y juegos con la propia imagen para ser utilizados por internet.
Luego de meses de arduo trabajo, finalmente eligieron la música y lograron un juego interactivo de alta calidad. Joan se sintió satisfecho. En el barrio comentaban el éxito del juego del payaso Joan. De cómo ganaban o perdían frente a él. De los pantalones estridentes, y el cambio de escenas, de los saltos mortales sin red y de los puntos acumulados para cambiarlos por un saludo “payasesco”.
Con el paso del tiempo se convirtió en un juego exitoso y Joan era imitado por cientos y miles de niños anónimos. A pesar del reconocimiento, Joan de la Hoz se tornó taciturno. Apenas salía de su casa y muy pocos niños lograron verlo en persona, sobre todo cuando la luna destellaba infinita, él era una sombra entre las luces. Después de todo, los héroes se parecen a los humanos…
Ana Caliyuri
Del libro “Cuentos de Estación” – 2016
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