Mallarmé, poeta francés autor de “Un Golpe de Dados” (poema con el que renovó esa magia que Molinari, casi un siglo después, daría por agotada) al referirse a la tarea del poeta decía que no era otra que la de “purificar las palabras de la tribu”.
El Escándalo de las Palabras
“Esta palabra inútil!”. Al final de su oda “Una Rosa para Stefan George”, Ricardo Molinari, tal vez la cumbre más alta de la poesía lírica argentina, expresa así su desesperada desazón: le ha sido revelado el motivo del fracaso; la palabra ya no le sirve, su magia le resulta un truco harto repetido.
Mas empeñoso, Mallarmé, poeta francés autor de “Un golpe de dados” (poema con el que renovó esa magia que Molinari, casi un siglo después, daría por agotada) al referirse a la tarea del poeta decía que no era otra que la de “purificar las palabras de la tribu”.
La palabra como valor de cambio, de uso, se desgasta como la moneda que ha estado mucho tiempo en circulación, se vuelve borrosa, equivoca, a tal punto que podría ser intercambiada por otro más aparentemente nueva, más aparentemente eficaz o atractiva…pero falsa.
Los llamados comunicadores, formadores de opinión, hombres públicos, medran con la palabra falsificada, en tal medida, que pueden llegar a mentir con la verdad: están, por así decirlo, operando desde el mismo centro del escándalo, el escándalo de las palabras.
“Hablando se entiende la gente”, asegura el proverbio, ¿pero ocurrió esto alguna vez, en algún tiempo?, porque en el nuestro tenemos exactamente lo contrario: los edificadores de esta nueva Torre de Babel (los ya aludidos) constituyen en un todo a este desentendimiento generalizado.
Y hoy impera la palabra- mascara. Vivimos en una cultura, en un mundo, en que la palabra-máscara, la palabra falsa, literalmente, nos descalabra
Grandes palabras que encubren o pretenden encubrir crímenes de lesa humanidad o que atentan directamente contra la credulidad de los pueblos, del hombre común, avanzan como una metástasis: vivimos en medio de un cambalache verbal en cuyo lodo estamos todos revolcados, parloteando, bordeando el sinsentido.
Lewis Carroll, en “Alicia en el país de las maravillas”, le hace decir a uno de los personajes: “no me preocupa el sentido de las palabras, el sentido se los da el Poder”.
Y el poder está cada día más loco y cada día habla más.
El Guardián – 02-07-03 – Por Leónidas Lamborghini