Cuando la Limosna es Grande, la Desconfianza También
La palabra limosna procede del griego eleemosyne = «piedad, compasión, limosna». La compasión se relaciona con la tristeza que produce el sufrimiento de alguien, y que impulsa a aliviarlo, ayudándolo. En vistas de ello, la ayuda, generalmente, consiste en realizar colectas con fines benéficos u otorgar dádivas como un modo de paliar el camino del necesitado y por qué no del propio camino al cielo. Distintas religiones son afectas a realizar este tipo de acciones.
Pero hablando de dichos y/o refranes, el más conocido referido a este tema, reza así: “Cuando la limosna es grande hasta el Santo desconfía”
En la vida cotidiana se usa esa frase cuando una persona recibe un favor, un obsequio, una ayuda o una alabanza desmedida. Se intuye que hay algo más tras dicha acción, como puede ser pedir algo a cambio. La desconfianza radica en que se sospecha de la poca credibilidad del sujeto que entregó la limosna, e incluso también se duda de que lo recibido no posea el valor que aparenta.
Como sea, más allá de verdades, mentiras y o/ mentirillas, no hay nada como no necesitar de una migaja para la supervivencia, aunque muchas veces las situaciones límites golpean a todas las puertas, alguna vez. Llámese como se llame: donativo, altruismo, auxilio, ayuda, beneficencia, dádiva, caridad e incluso socorro, al hacerlo o recibirlo (nadie está exento de ello) sería bueno recibirlo desde el corazón y hacia el corazón. Esa forma humanísima le otorga una transparencia a la ayuda donde solo entra en juego el amor al prójimo/próximo, y desde esa óptica no habrá santos que desconfíen y si llegase a existir lo desmedido, es incluso hasta loable. Amen y amén, me gusta decir en tiempos de vacaciones, y en ese plano nada es un “toma y daca”.