Costumbres
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El Té
El té como otros tantos productos de consumo universal, tiene orígenes difícilmente comprobables
El Té

El té como otros tantos productos de consumo universal, tiene orígenes difícilmente comprobables. Y por supuesto, cuenta con su cuota de leyenda. Se dice que aproximadamente en el año 2.700 antes de Cristo, el emperador chino Sheng Tung habría recomendado a sus súbditos, comenzar a hervir el agua para consumo humano. Si la historia es cierta, es probable que la región atravesara una epidemia u otra calamidad sanitaria. Es curioso el dato de la recomendación de potabilizar el agua mediante hervor, en una época tan temprana. Difícil de comprobar.

Continuando el relato, se dice que hojas de un arbusto cercano, arrastradas por el viento, cayeron en el recipiente que contenía agua caliente. El monarca habría saboreado la infusión entusiasmándose con su sabor y así, la costumbre de introducir hojas de la plantita en agua hirviente, se popularizó en esas comarcas.

El arbusto en cuestión, responde al nombre científico de Camellia Sinensis; vulgo, té.

Muchos siglos más tarde (VIII de nuestra era) y tal vez producto del intercambio comercial, el té fue adoptado por los japoneses, quienes le descubrieron nuevas propiedades y lo convirtieron en un exquisito ritual.

En Europa se comienza a difundir alrededor del año 1.200, consumido sólo por la nobleza debido a su elevado costo y se cuenta que en el siglo XVII, la reina portuguesa Catalina Enriqueta de Braganza en su ajuar para la boda con el monarca inglés Carlos II, llevó un baúl repleto de hojas de té, ya que su Graciosa Majestad lusitana era fervorosa consumidora de té. La nobleza británica adoptó el hábito de consumir té, como una moda de la gente de palacio, pero no pasó mucho tiempo hasta que la infusión comenzó a servirse también en hosterías y llegó a los sectores populares que podían comprarlo. Se vendía en dosis medicinales y la costumbre de beberlo “liviano”, provendría de la necesidad de gastar pocas hojas en cada infusión, debido como se ha dicho, al elevado costo.

Los cortesanos y las clases altas lo bebían más cargado y cortado con gotas de leche fría.

De Europa el té llegó al Nuevo Mundo y se popularizó a tal punto, que los recaudadores de impuestos británicos pretendieron gravar también el consumo de té en sus colonias de Norte América. Los habitantes de Boston en 1773 reaccionaron arrojando al mar la carga de tres navíos británicos, antes que aceptar el pago de la nueva imposición. El incidente conocido como “La fiesta del té” de Bostón, preanuncia lo que comenzaría apenas tres años más tarde: la Guerra de Independencia que daría nacimiento al país del norte.

Retornando a la planta en cuestión, podemos agregar que pertenece a la familia de las  cameliáceas y su sabor depende de las regiones donde se cultiva.

Los conocedores encuentran diferencias muy marcadas en los sabores; por ejemplo, entre las que provienen de Asia con las que se cultivan en el noreste argentino, en particular, Corrientes y Misiones; en ésta última, los primeros cultivos datan del año 1923, cuando arribaron las primeras semillas desde Georgia (entonces Unión Soviética).

Las hojas de té se dividen en entera y partida: clasificación que a su vez, se fracciona en tres tipos. El té Suave (Oolong) de color cobre subido; el Negro,el que genera el mayor sabor, color y aroma y el té Verde, de color más pálido.

Entre los grandes productores como China, India, Kenia o Turquía, sus productos tienen sabores diferentes muy marcados. En nuestro país se cultiva té considerado “puro” (autóctono) o mezcla, con hojas importadas.

Pero el auténtico té (camellia sinensis) comparte el nombre con otros parientes que no tienen nada que ver con el tradicional, nos referimos a las tisanas o “té de yuyos” como la manzanilla, boldo, tilo, laurel, peperina, pezuña de vaca y una interminable lista de “tés” digestivos, sedantes y con otras funciones; sin olvidarnos del criollísimo mate cocido.

Recordemos que el té clásico también se suele beber bien helado en verano, con limón u otros ingredientes.

Un dato interesante es el balance mundial de producción de té que se dio a conocer en 2014. Nuestro país produjo en ese año 96.572 toneladas de hojas, ubicándose en el noveno lugar del ranking global, por encima de Japón, tradicional y sofisticado bebedor de té.

En el siglo XXI al té se lo considera la segunda infusión más popular del mundo, después del café.

En Japón con sus rituales; en Rusia con el tradicional samovar; en Gran Bretaña con el five o’clock tea gestado en la era victoriana; en la Argentina, comparte la mesa de desayuno o merienda con el café con leche, el pocillo, la “lágrima”, pero todos ellos sin duda, detrás del mate con bombilla; ese argentinismo tan castigado por la pandemia covid – 19.

Pero en cualquier país, sean cuales fueran sus costumbres y preferencias, sin duda es posible encontrarse frente a una humeante aromática taza de té.

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