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Cabecita Negra
Provinciano que llegó a la Ciudad de Buenos Aires durante el proceso de industrialización a mediados de los años cuarenta
Cabecita Negra

Cabecita Negra: Leng. Pop. Frase despectiva. Adj.
Cabecita: Sustantivo Común –  Cabecita Negra -Provinciano, persona.
Cabecita Negra: Sustantivo Masculino – Ave cantora de la familia de la familia de Frigílidos que habita en las zonas arbustivas y en toda la región andina.
Cabecita: Sustantivo Común – Provinciano que llegó a la Ciudad de Buenos Aires durante el proceso de industrialización a mediados de los años cuarenta.
Cabecita: Por Extensión – Despectivo – Persona de condición humilde, generalmente de tez oscura y rasgos aindiados.

Diccionario de Habla de los Argentinos  – Academia Argentina de Letras

Los Cabecitas Negras
El mundo emergía de la Segunda Gran Guerra. Un conflicto caracterizado, además de la tradicional lucha por espacios territoriales y económicos que caracterizó siempre  a los conflictos europeos, por un marcado enfrentamiento ideológico. En Alemania y sus socios, el racismo había sido doctrina oficial y la supremacía del hombre blanco no admitía discusión. Pero también en el bando aliado había países con ciudadanos  de segunda categoría. Basta con mencionar a Estados Unidos: en 1956 el presidente Dwight Eisenhower tuvo que ordenar a la Guardia Nacional que escoltara a los escolares negros en su asistencia a clases en algunos estados del sur, ya que los vecinos blancos se oponían al funcionamiento de escuelas que admitieran chicos sin diferencia de color. En la Argentina esas noticias parecían exóticas y por supuesto, ajenas. Nuestra Constitución garantizaba la bienvenida “a todos los hombres de buena voluntad” que quisieran habitar entre nosotros. El proceso inmigratorio abierto a mediados del siglo XIX todavía no estaba cerrado,  pero la asombrosa y rápida amalgama de culturas y sangres provenientes de lejanos países, parecía augurar una permanente y  apacible integración, en el marco de una notoria recuperación económica y una redistribución del ingreso sin precedentes.

El golpe militar que en 1943 depuso al presidente Ramón Castillo, luego de algunas contradicciones iniciales tomó un rumbo nacionalista en el aspecto cultural y proteccionista en el terreno económico. Hubo un florecimiento del folklore y cierta revalorización de las tradiciones autóctonas. La sustitución de importaciones que generó la guerra mundial, provocó un desarrollo acelerado pero desparejo de la industria liviana que se tradujo en una creciente demanda de mano de obra. A partir de 1946, con la asunción de la primera magistratura por el General Perón, el crecimiento económico se ordena y logra un ritmo sostenido; los salarios siguen incrementándose  y se establecen convenios laborales en todas las ramas de la actividad económica. La capacidad de consumo se horizontaliza y para quien no tiene una especialidad laboral, el trabajo fabril se convierte en una alternativa interesante. La continua oferta de empleos atrae a muchos trabajadores rurales a las grandes ciudades: en particular Buenos Aires. En pocos años La Reina del Plata recibe a cientos de miles de provincianos que en primera instancia se alojan en pensiones baratas, conventillos y también villas de emergencia, que ya existían desde l930.A pesar del intenso ritmo de construcción de viviendas populares, la inmigración supera la oferta de alojamiento. El recién llegado combate la nostalgia nucleándose en círculos y sociedades donde se reencuentra y puede mantener costumbres y códigos que en la ciudad son extraños. Pero también el tiempo libre ve a los provincianos paseando por el Centro, por Palermo o el legendario Parque Japonés. El provinciano accede al turismo social, gracias a los planes estatales o a los servicios de su sindicato. Algunos centros turísticos, en especial Mar del Plata, son “invadidos” por la gente del interior, quebrando el monopolio de la clase media porteña en esos sitios.

La Nación – 28-01-23

Entonces una especie de broma, típico exponente de la “viveza” porteña, se transforma en el mote lapidario para los compatriotas del Interior, entre los cuales abundaban aquellos de pelo oscuro: los cabecitas negras.

El pájaro conocido popularmente por esa denominación, fue la figura tomada por el dudoso ingenio ciudadano para estigmatizar a millones de argentinos. La presunta broma inicial, se convirtió con el paso del tiempo, en un adjetivo desvalorizador. Como habían sido las voces de “payuca” y “pajuerano”. Pero Ahora tenía una carga adicional: el “cabecita” además de “pajuerano” era morocho. Y sus gustos, diversiones y costumbres fueron  pesados en esa siniestra balanza invisible que dictaminaba que cosa era “blanca” y cual “cabecita”. Es que ese encono de claro orígen porteño y pequeño burgués, enmascarado en una aparente superioridad frente al hombre del Interior, seguramente ocultaba la inseguridad de quienes en muy poco tiempo, vieron transitar en “sus” espacios de ocio, empleo y habitat, a una multitud de “extraños” que en la mayoría de los casos, llegaban para quedarse. Como sucediera décadas atrás entre los despreciados gringos y las familias patricias, esa legión de argentinos que motivara el adjetivo en cuestión, se mezclaban con los habitantes de la gran ciudad y su Conurbano, dando orígen a otras generaciones que llevan en los rasgos y las costumbres, elementos de ambas culturas.

Referencias

“En llamas porque no fue invitado para jugar el Abierto de Golf de la Argentina (empieza el 29 de marzo y reúne a las principales figuras del Tour europeo), el chaqueño José Cóceres se despachó en el programa Golf Magazín, de radio América: ‘Me dejaron afuera porque dicen que soy un cabecita negra’. Y agregó: ‘No se puede organizar un torneo de tanta importancia en un país en el que todos los días hay gente que se muere de hambre’. Una bomba, dos bombas. Dos bombas en uno.”
Diario Olé – 23-03-01

“El ‘cabecita negra’ representaba a la vez la industrialización del país -causa del empobrecimiento de la burocracia pequeñoburguesa- y el surgimiento de un proletariado genuinamente nacional. La asimilación del emigrante de las provincias al proletario, hizo que se terminara por colgarle el despectivo mote de ‘negro’ y ‘negrada’ a todo obrero, aunque fuera rubio. Desde un punto de vista individual y sicológico, el verdadero anticabecita negra es el pequeñoburgués. La alta burguesía se mueve en un mundo privado de barrios apartados, de casas herméticas, de automóviles veloces, no tiene, por lo tanto, casi oportunidad de encontrarse en su camino con un cabecita negra y puede darse el lujo de ignorarlo. El pequeñoburgués, en cambio, debe viajar en colectivos repletos, sintiendo el olor del cabecita sudoroso. La familia pequeñoburguesa vive pared por medio de un conventillo y oye las rudas expresiones de alegría de la familia cabecita negra y hasta tiene que soportar las exigencias de la sirvienta -cuando la tiene- también cabecita negra. Un cuento de Julio Cortazar Casa Tomada expresa fantásticamente esta angustiosa sensación de invasión que el cabecita negra provoca en la clase media.”
Buenos Aires Vida Cotidiana y Alineación – Juan José Sebreli – Editorial Siglo XX – 1990.

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