Al Pie de la Letra
Fecha de Publicación:
Ciudadela Fumanchú y Jamaiquina
Relato de Pablo Diiringuer
Ciudadela Fumanchú y Jamaiquina

Mi amigo Lems era impredecible, después de varios días de haber hablado telefónicamente, quedamos en un perfecto acuerdo para encontrarnos en ese raro bar en el Gran Buenos Aires, específicamente en la localidad de Ciudadela, en donde según sus dichos, todo tipo de circunstancia acaecida en el sitio, jamás podría ser preciso y hasta lo más inesperado rompería cualquier esquema fantaseado con anterioridad.

El lugar estaba sólo a media cuadra de la avenida principal -la Gaona- y desde afuera sólo podía intuirse del mismo como «un lugar más»; sin embargo, tras ese paredón plano, pintado de un lúgubre color negro lleno de cicatrices, al trasponer el mismo, jamás hube de imaginar lo imponente del espacio brindado a quien osase visitar por primera vez tal espectro gigante y plagado de gente.

La idea de Lems en tales conversaciones para conmigo era que, él estaba pasando un momento muy feliz con una mujer que siempre pero siempre, lo invitaba a curtir ondas nuevas casi sin explicar minucias de ese impactante «por venir». El resultado de semejantes situaciones era por demás sorprendente para Lems, lo que motivaba sobremanera, el creer de su parte que cuando esa femenina le sugiriera algo, ciegamente él aceptaría lo que viniese. Yo lo veía feliz, muy feliz a Lems, y en cada oportunidad que nos enganchábamos a dialogar de lo que fuese, inmediatamente le era imposible el disimular lo contento que su momento reflejaba hasta en el sonido de su voz.

Habíamos acordado vernos directamente en el boliche; el mismo resultaba ser un espacio exclusivo de música regaee, por ende, ya desde el vamos, en la puerta del mismo, hallábanse toda gama de personajes bien estereotipos ligados a esa onda jamaiquina con los pelos enroscados y chalecos colorinches y barbas algo desprolijas y mujeres aceitosas haciendo firuletes todo el tiempo mientras sus túnicas y variados jeans de colores estiraban sus hilos al compás de la música.

Obvio era aclarar, que el olor a maconia formaba parte del enjambre volador hacia el mundo de las risas y metáforas por doquier; sobre esa previa en la vereda antes de entrar, hube de permanecer no menos de media hora esperando a Lems y su chica, pero como no hubo de aparecer, finalmente pagué mi ticket y traspuse los límites.

No había manera de imantar mi estatua, esa música en el volumen exacto, contagiaba las bisagras y aunque no se quisiese, esa marea humana hamacaba sin cesar una especie de dulce ola sin peces ni gaviotas pero con la muy agradable brisa del encanto contagioso de ganas; ese tiempo climático no cesaba, no había paréntesis para el olvido de algo aleccionador en la distracción sobre el foco del trance compartido: entre tema y tema amplificado por entre todos los rincones del ambiente, cuando los encargados del lugar completaban su tarea arriba del escenario, las notas musicales continuaban no ya con ningún tema en vinilo o en compactos o en cintas o grabaciones de lo que fuese, sino con una nueva banda que tocaba en vivo sobre un espacioso escenario al que prácticamente nadie prestaba demasiada atención sobre algún virtuosismo de los músicos, pero sí esa masa disfrutaba a más no poder que una y otra vez Bob Marley and Peter Tosh apareciesen vivitos y coleando como siempre y sus temas coreados por la amplia mayoría de los presentes.

En el medio de esa muchedumbre, de a ratos observaba si Lems había hecho su aparición con su acompañante… pero no, esa inundación musical no había provocado ninguna cresta que lo hubiese mostrado en ningún momento; seguí pues, mi ruta inédita de conocimiento básico del -para mí- inhóspito lugar; en algún momento me detuve a observar alguna mujer, que por demás llamase mi atención, pero la mayoría se hallaba dentro de grupos tal vez conocidos desde tiempo atrás; éso. Daba la impresión que esa especie de gigante pub estaba básicamente concurrido por grandes grupos de jamaiquinos o hipones que se frecuentaban y conocían desde hacía bastante tiempo, con lo cual, me era bastante difícil hacer pie en alguna mirada, alguna palabra, algo que denotase algún indicio que imantase las ganas de alguien para entablar en la profundización de algo con quien cruzarse. Los temas musicales archi-conocidos se los sabían todos y los cantaban a la par de los discos, era como un gran coro masivo el cual acompañado en movimiento por la amplia mayoría, solamente daba pie  sonreír y coincidir al unísono en la letra musical, lo demás eran gestos de felicidad ramificada a través de ese humo fumador y contagioso de la risa. Y entre nota y nota musical, al voleo, una ignota mano acercó un resto hecho tuca y mi succión envalentonó mis pulmones y pronto Peter Tosh anticipaba letras que todo mi ser sabía más que nadie. Hacía bastante que un humo gratificante no envalentonaba el desparpajo de mis gestos, por ahí algún espejo perdido me vio tal cual avión sin motores planeando complaciente sobre semejante marea displicente de ganas felices, es que… todos los allí presentes destilaban felicidad y yo… no era menos.

Finalmente… la barra… en el incesante movimiento, de a ratos si bien la música no cesaba, el volumen algo descendía, lo que motivaba un cierto tobogán hacia la palabra, y en este sentido en esa acotada barra de rústica madera la cerveza resultaba ser la líder inmediata y complementaria del grato momento; mientras viajaba ni me acuerdo hacia dónde y masticaba maníes como chicles, una mujer líder de uno de los tantos grupos tocantes y sonantes de la noche, cantaba uno de los temas de Marley; el mismo era «No woman, don’t cry». Yo seguía con mis codos apoyados sobre la madera y la verdad que no me importaba demasiado el devenir inmediato, era como un gastador de vida, derrochador de viajes en esa especie de antesalas a punto de girar picaportes de puertas cuyos destinos tras las mismas, saltaban de punta en punta sin el menor indicio de nada y hasta me rompía la cabeza de a ratos el repensar cómo era que enganchaba un tema tras otro sin el menor indicio sobre cuál podía ser el eslabón de los mismos; mi saltimbanquis viajador de a ratos escuchaba a esa mujer cantar bien a Bob, de a otros ratos, hipnotizaba al espejo lleno de botellas que se empecinaba en ironizarme alguna persecuta. La manera de embaucar a ese otro mío del espejo era cobijarme sobre  el manto de voz y gestual de esa mujer que cantaba sin parar y me regocijaba con sus movimientos; ella era una mulata llena de rulos de rostro muy agradable, aceptables gomas y su cintura resultaba ser una perfecta conjunción de su hasta ahí fisonomía; luego… también de a ratos desviaba mi viaje hacia el guacho de Lems que vaya uno a saber qué carajo hubo de hacer para multifurcar actitudes sospechosas de infortunio, y cuando mis cables viajeros chispoteaban de fastidio por la inesperada ausencia del amigo, volvía a esa chica y su voz estilo Marley que seguía y seguía sobre el escenario pero por sobre todo, acuatizando sobre esa Jamaica que todos conocíamos, y nuevamente mi mirada sobre ella que analizaba minuciosamente sus movimientos bien sensuales y divertidos sobre la tarima y esa parcial vista de mi parte que logró de manera continua seguir desmenuzando su imagen mientras otro jarro de cerveza evaluaba la continuación del análisis de esa figura femenina que continuaba más hacia abajo con un algo atípico de mi propia visión que no tenía mucho que ver con lo de ella hasta esa parte de su físico; pues bien, ella todo bien y acorde hasta su cintura, pero después sus caderas si bien estaban camufladas por un muy suelto y fresco vestido de colores rayados, era en su ancho casi el doble de lo que armoniosamente a nivel visual podría considerarse una figura acorde a una fisonomía común. Evidentemente yo estaba en cualquiera algo borracho luego de tres jarros de cerveza artesanal y algo -también- fumado después de los varios trabajos pulmonares con yerbas colombianas o qué sé yo de dónde y mi minuciosa evaluación sobre la mujer cantante la comparaba dentro de las normas íntimas de mi manual visual de antaño en donde esos números detentados por ellas, deberían ser un «90-60-90» o cercano a las mismas, y en este caso, el de ella serían algo así como un «90-60-120″… Todo un logro llamativo de su parte que no condecía para nada con ese manual embrujado de lo que tenía que inevitablemente ser.

Igualmente no me importaba mucho que digamos, tenía la impresión, que si bien no era sapo de otro pozo, también era cierto que no había dado en el clavo que hubiese colgado mi cuadrito sobre ese muro totalmente en blanco y mientras algunas gotas laguneras aparecían nuevos viajes, al pedir mi cuarta cerveza, ese grupo de la chica de caderas pronunciadas dio lugar a otro grupo y en esa larga barra agrietada de vejez maderera, imprevistamente ella, esa caderona cantante, inesperadamente apoyó su trasero sobre un alto banco al lado mismo del mío. Yo seguía viajando por entre los yuyos alcohólicos y de a ratos me hacía el boludo y la espiaba por el espejo oxidado de botellas; también pude observar ciertos pantallazos de su mirada hacia mí, pero, atribuí semejante apreciación a ese saltimbanquis íntimo mío que no paraba de viajar en todo tipo de naves espaciales viciadas de humaredas laberínticas cuyo destino era simplemente el destino del destino y, como tal, dejaba al libre albedrío lo que tuviese que suceder; y lo que sucedió fue lo siguiente; ella -la que cantaba- se presentó ante mí y dijo: -¿Te gustó como sonó la banda?… Perdón, me voy a presentar, mi nombre es Laky, y no sé si prestaste algo de atención a los que tocaron recién, fuimos nosotros, tocamos tres temas… ¿Qué te pareció?

Yo estaba bastante en Japón y hasta dudé si me lo estaba diciendo a mí o… quien sabe a quién; semejante incertidumbre se debió más que nada a que en ese lugar Laky era bastante conocida, cuando comprobé que efectivamente las palabras estaban dirigidas a mi persona, allí animé una respuesta, no sin antes descender mi aeroplano con un nuevo trago cervezal que me hizo aterrizar momentáneamente en una no tan disimulada mirada hacia ese enorme trasero que desbordaba la banqueta vecina a la mía.

Mi sonrisa previa, tal vez, no pudo evadir mis frases algo arrastradas, no obstante le dije: -Marley y Tosh se hubieran enamorado de vos…

Laky tuvo unas décimas de segundo mezcla de sorpresa, duda y hasta de gestos inesperados por mis palabras, aunque, finalmente rió al compás de mi irónico viaje y mientras alzaba su jarro lleno de espuma, brindó con el mismo en alto y señalaba con ganas: -¡Al fin algo que me haya levantado el ánimo, por fin unas palabras aleccionadoras luego del bajón reinante!

¿Bajón reinante? -pensé extrañado- En ese lugar lleno de gente a mil por hora en donde pululaban las expresiones soltadas a flor de piel no encajaba en lo más mínimo semejante expresión de ella, máxime viniendo de quien venía, para mí, una mujer feliz haciendo lo que le gustaba y expresando a viva voz su aparente alegría sin límites arriba de ese escenario y, encima, en un sitio lleno hasta el tope de gente que la acompañaba disfrutando su arte. Pero no, en esa circunstancial conversación con ella, tras esa cortina de personalidad dicharachera, el alcohol fue esa compuerta descargadora del garrón disimulado que escondía.

Yo, de a ratos me iba un poco de la conversa, no estaba muy entusiasmado con el rollo de Laky, tal vez por la desaparición de Lems que me había sacado de mi ruta original que era ir a un lugar más cercano por Palermo, y, en cambio, estaba en ese descontrolado lugar por iniciativa de él, y el guacho sin ton ni son hubo de borrarse inexplicablemente y ni siquiera decir algo; de a ratos miraba el celular, de a otros ratos lo llamaba y el puto contestador se me cagaba de risa, entonces volvía en mi mezcla de pedo con humos viajeros a las palabras de ella que irradiaba ensalada de palabras y frases contrastadas de colores opuestos en donde las risas amaban el momento, pero inmediatamente, una rara nostalgia entre enojosa y melancólica invadía el casi monólogo de ella que hasta hacía fuerza para evitar la transpiración de sus ojos y que yo me percatase de ello. Pero no pude desentenderme y entre trago y trago el vaho etílico del diálogo fue congruente.

Un poco ella, un poco mi persona: Laky se subió al tren de su desahogo y yo, saqué el boleto en primera clase y el fumo que me mandó en el cohete a Plutón, pronto se disipó, y mi conciencia se tomó a sí misma y se miró sentada sobre esa alta banqueta mirando nuevamente el gigante culo de ella.

-Todavía no caigo en mi realidad, o mejor dicho, me niego a que esto esté sucediendo, no lo puedo creer -continuó Laky con sus dichos- hoy habíamos quedado con un novio que tengo que como tenía que cantar en este lugar, él me iba a acompañar desde temprano para traer algunos instrumentos y que después se quedaría todo el tiempo para ayudar a acomodarlos tras el escenario hasta el momento de tocar; hasta me dijo que tenía unas ganas terribles de verme en acción y que fantaseaba con estar bajo el escenario y verme cantar… ¡Y el muy hijo de puta me llamó una hora antes de salir diciéndome que le iba a ser imposible estar, que le había surgido un imprevisto y que no podía llegar a tiempo; te imaginás si le hubiese pedido que me hiciera la gamba para hacer algo de… sonido! ¡Por ejemplo!…

Junté mi banco más cerca del de ella y le sugerí un nuevo brindis al que accedió mientras chinchineábamos los jarros, luego le tomé la mano como quien le toma a una… novia tal vez, y ella apretujó con cierta fuerza la mía. Justo en ese momento donde apareció el silencio -tal vez más el de ella, mientras el brillo ocular impacta junto a los míos- hubo de sonar mi celular; era Lems a quien ya había dejado de putear unos cuantos minutos atrás, casi tantos como el tiempo de la conversación con Laky. Me disculpé un momento con ella y me aparté un poco hacia el lado de los baños para poder entender mejor lo que me decía; el primero en largar el rollo fui yo, por lo que recriminé su falta sin aviso en ese inhóspito lugar, entonces le dije: -¡Pedazo de boludo me hiciste ir hasta Ciudadela, que estabas con una mina que conocía otras para presentarme y ni siquiera apareciste, que zorongo te pasó!

Lems parecía acelerado en sus respuestas, entonces me dijo: -¡Sabés lo que pasó, es que… tuve que irme a otro lugar hoy a la mañana, y conocí una mina que me dio vuelta la cabeza, no sabés las cosas que me dijo y… que yo le dije… creo que me enamoré hasta las bolas y algo más, y encima ella me invitó más tarde a una casaquinta que tiene por Pilar… y no te pude avisar, está re-buena y no sabés en qué lugar estoy ahora es tremendo!
-¿Y la novia que tenías, qué pasó? ¿Tan rápido cambiaste?

-¡Uh, no me hablés, yo le había dicho que la iba a acompañar a ese lugar que me quería presentar a no sé quién, etc. pero… No sabés qué culo que tiene, parece que tiene cachetes en stéreo… y como le mandé cualquiera se rayó y me mandó a la mierda… Además me dijo que iba a cantar, pero bueno, ya fue!…

Corté la comunicación con Lems y regresé a la barra, ella estaba algo pensativa y sólo la cortó con su viaje cuando me senté nuevamente a su lado. Otra vez sus ganas de decirme: -¿Todo bien? -preguntó-

Le dije que sí, pero…
-¿Pero qué? -repreguntó-
-Estoy un poco… pasado de vueltas de alcohol, vos sabés que cuando vine a este lugar invitado por un amigo, y como él no vino, me tomé un tinto antes de las cervezas y se ve que… las tripas están enojadas…

Ella puso cara de desconcierto pero también de algo de fastidio, se bajó del alto banco y partió hacia detrás de las bambalinas; tal vez no supe decir ni preguntar a la altura de los acontecimientos; tal vez, no me animé a decir que ese amigo se llamaba Lems; tal vez, no tenía mucho que ver el salir con la ¿novia? de un amigo… Lo que podía asegurar era que el culo de Laky era un fenómeno bastante irrepetible, tal vez, siempre tal vez, nunca la certeza emboca y desemboca en aquellos lugares en los que uno no se encuentra a sí mismo.

Por Pablo Diringuer

Temas
Comentarios
Tradiciones
Vaquería y el Comercio del Cuero

Vaquería y el Comercio del Cuero

La cacería, deporte que, cuando empieza a resultar un buen negocio, se constituye en trabajo autorizado por el Cabildo, en las llamadas vaquerías: cacerías autorizadas del ganado cimarrón que se aprovecha por su cuero y sebo y luego se abandona.
Columna
Miedos – Peligros y Adolescencia

Miedos – Peligros y Adolescencia

Es importante hablar de ciertos peligros, pero no es posible evitarlos a todos, la construcción de conciencia es una variable que solo se alcanza con una buena relación y dialogo entre padres e hijos.
Identidades
Boleros para Todo el Mundo

Boleros para Todo el Mundo

El bolero es parte del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad y será considerado entre las expresiones, prácticas, saberes o técnicas que las comunidades transmiten de generación en generación, según la definición de la UNESCO.
- Central -
Milstein: de Aquí y de Allá

Milstein: de Aquí y de Allá

Milstein decía a quién lo querías escuchar: “Gran parte de una persona es su educación. Y yo toda mi educación la hice en mi país. Recién viajé por primera vez cuando tenía más de treinta años”.
Gestión Cultural
Modelos de Cambio Cultural

Modelos de Cambio Cultural

Si la memoria colectiva, los mitos, los valores y las representaciones propias del grupo humano que conforma la organización no se hacen explícitos en términos operativos concretos difícilmente se pueda impulsar cambio alguno.
Columnistas
Más Artículos