Uno y los Otros
Fecha de Publicación:
Jorge Montes y Uno
¡Despertá Jeringa! – Continuación de su libro Jeringa
Jorge Montes y Uno

¡Despertá Jeringa! de 1985 es la Continuación de su libro Jeringa de 1974

Portada del Libro ¡Despertá Jeringa!

En Aras de Vaya Uno a Saber qué Fantasía
Para estos contras del ensueño todo debía ejecutarse con los pies sobre la tierra, y el Cachu, con su cara a lo Semillita, era una especie de loca farfalla, de gorrión errante. Sólo la yeca, el largo caminar sobre veredas y empedrados, parecía ser su única compañía; patruyaba de la mañana hasta a noche gastando las zapatiyas hasta romperlas. ¿En busca de qué? Ni él mismo lo debía saber. Arrastrado por una indescifrable ansiedad, en aras de vaya uno a saber qué fantasía, siempre quería ir más allá. Era como perro de caza que, perdido el rastro de la presa, olfatea el suelo, desesperado, escrutando hasta la última mata de pasto.
¡Despertá, Jeringa! – Página 16– Jorge Montes – Atlántida – 1985

Porque las Quinientas Naifas, que Uno se Bajó en la Davi
No porque aqueyas jugaran en su estilo sino por la baranda de orina. ¿Sufrían del mismo accidente pestoso de la pardita, o era el lugar…? Bah… ¿Qué importa . . .! Pese a la esputsa, fue una etapa inolvidable; porque las quinientas naifas, que uno se bajó en la davi, no vinieron todas juntas, ni tampoco escalonadas; a veces me pasaba semanas sin nada en la ganchera; eran dolorosos días de veda en que soñaba, delirante, ser el lígarotti de una pierna a la cual poder echar el diente con saña, sabor, y tranquilidad.
Despertá, Jeringa! – Página 86– Jorge Montes – Atlántida – 1985

Uno y la Venturosa Libertad de Gorrión Perseguida en Vano
Uno pianta sin haber tenido un segundo propio para paisajear, sin haber pensado un cacho, ¿qué pito vino a hacer aquí, siempre de cinchada entre el encierro a lo canario y la venturosa libertad de gorrión perseguida en vano?
¡Despertá, Jeringa! – Página 104 – Jorge Montes – Atlántida – 1985

A Uno no le Falta una Gamba
El  morfi no era para tanto drama como el que hice. Recuerdo que, para adornarlo, yevaba siempre frasquitos con sal, pimienta, o queso rayado, y que, con esos condimentos, le mataba el punto al eterno menú del conventiyo. Lo único que en verdad me reventaba, era no atorrar hasta por los menos las diez de la matina y que en vez de despertarlo a uno con un romántico toque de clarín igual al de las películas, le dieran a un silbato que rompía los tímpanos y que me tenía en vela, horas antes de sonar. Pero aquel trajín al aire libre, entrenándome para soldado como quien se prepara para rajar de los botones, resultó piola y divertido. Al final, a uno no le falta una gamba, ni le faya el balero, y jugar tanto a menos era de avivado a gofio.
¡Despertá, Jeringa! – Página 176 – Jorge Montes – Atlántida – 1985

El Ataque le Agarrase a Uno en Cualquier Parte
Yo me siento muy feliz de mis rajes, y no me arrepiento de ser como fui. ¡Ese desatarse a toda máquina y quedar planchado contemplando el cielo en un … ¡gracias Dios…! ¡Qué polenta…! ¡Y qué papusa que el ataque le agarrase a uno en cualquier parte y que ayí mismo fuese la masacre…! Los bosques de Palermo, paredones, placitas, azoteas, pasiyos, potreros, zaguanes, escaleras, ascensores, yuyales, ligustros… ¡Qué sé yo…! Cualquier lugar venía bien para el ultimátum. En cambio las mujeres no son así. Yega a la luna la lista de las fulanas a las que el mimo no les va ni les viene. Por suerte, a mí me tocaron algunas de las pocas moscas blancas que Dios puso sobre el mundo. Y la principal fue tal vez Carolina. Era un torrente arrebatador que arroyaba hasta hacerme tirar a la marchanta el mínimo hacer pinta. Chiflada por los cuatro costados; con el mismo espiante de mis amigos del Spinetto, andaba siempre de raje, pensando en hacer el amor donde fuera, como quien devora curvas a ciento ochenta. Sólo Carolina logró que yo no quisiera más Lola con otra namis con eya bastaba.
¡Despertá, Jeringa! – Página 202 – Jorge Montes – Atlántida – 1985

Pienso que Uno Jamás Debe Quejarse de la Davi
Pero, doctor, pienso que uno jamás debe quejarse de la davi, porque si algo no aparece por un lado viene por otro, y a veces es mejor no desear mucha suerte.
¡Despertá, Jeringa! – Página 234 – Jorge Montes – Atlántida – 1985

Volver, a Veces, Significa Matar lo Único que a Uno le Queda
La verdad es que no sé si llegué a decir;  chau. Salí y de la chinche que llevaba encima ni usé el ascensor. Me largué por la escalera casi sin tocar los peldaños, volé como si el Arcángel, me hubiera prestado sus alas. Detrás quedó la voz de ella llamándome a gritos: ¡Vení! ¡Volvé, volvé! ¿Para qué iba a volver? Volver, a veces, significa matar lo único que a uno le queda: el sueño de lo perfecto. Entonces se pierde hasta la nostalgia de lo que pudo ser.- Solo se vuelve en el engrupe que suministran las letras de los tangos. En la vida real, con la frente marchita, las  sienes plateadas o transformados en espectros, de nada sirve volver, porque cuando el alma se encuentra machucada, pide que le tiren la toaya, no quiere más Lola.
¡Despertá, Jeringa! – Página 265 – Jorge Montes – Atlántida – 1985

Jorge Montes – La Semana – 14-07-77

Saludo de Jorge Montes de su Libro Jeringa
A Buenos Aires, y el recuerdo y la presencia siempre querido Carlos Gardel, Juan Perón, Julián Centeya, Celedonio Flores, Armando y Enrique Discépolo, Roberto Arlt, Fray Mocho, Manuel Gálvez, Pascual y José María Contursi, Joaquín Gómez Bas, Ignacio B. Anzoátegui, Tita Merello, Raúl y Enrique González Tuñón, Azucena Maizani, Elías Alippi, Segundo Pomar, Carlos de la Púa, Last Reason, Parra, Leopoldo Marechal,, El Hachero, Enrique Muiño, Pepe Barcia, Nicolás Olivari, Diego Lucero, Leónidas Barletta, Alfredo Le Pera, Borocotó, Álvaro Yunque, Cátulo Castillo, Pichuco, Manuel Mujica Laínez, El Pibe de Palermo, R. Scalabrini Ortiz, Julio de Caro, Cesar Ratti, Gagliardi, Fidel Pintos, Bernardo Krdo, Iván Diez, Homero Manzi, Francisco Gil, Enrique Cadicamo, Felix Luna, Rodolfo J. Walsh, Vicente Rossi, Quino,  Minguito Tinguitella, hermanito menor de Jeringa.

Todos ellos: amigos, ciudadanos, historia de esta ciudad que amo y me hizo como soy. Los evoco a vivos y ausentes para agradecerles oír haber sido mi cultura, pedirles perdón por la locura y deschave de este broli, y entregarles mi respetuoso saludo desde la cuna de todos: el barrio.

También a la muchacha del Social Bar, de Santa Fe y Bustamante en los años 30 y 40; el ingenuo y la gracia del os reos cuya chifladura traté de revivir en estas páginas (en algunos casos hasta usando sus propios nombres) y a Maria, mi mujer, que me dejó vivir.
Jorge Montes
Aquí, junto a mi perro Rocky – 1974

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