Miscelaneas
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Martina Chapanay: La Vengadora del Chacho
Chapanay es rescatada del olvido por Hernán Brienza en el libro Valientes - Marea
Martina Chapanay: La Vengadora del Chacho

I

Irazábal…La Martina dice que lo anda buscando-, Pablo Irazábal guardó silencio.- Apuró el trago de caña y miró el pulpero.- Hizo un chasquido con la boca y preguntó:

-¿Y para que me anda buscando la Martina esa?

-Para ajustarle la muerte del Chacho, Irrazábal…

El hombre achinó los ojos y recordó.- Hace años que lo venían persiguiendo los signos de una felonía.- El, que había sido el terror y la muerte, ahora temía la venganza de un fantasma.-

II

Año 1863.- La sombra del Chacho Ángel Vicente Peñaloza recorre los llanos riojanos tras el desastre de Los Gigantes.- Hasta allí lo persiguen las tropas nacionales que el presidente Bartolomé Mitre envió para someter a todos los caudillos federales.- En San Juan, la cara fiera del Ejercito es Domingo Sarmiento, quien sostiene que no hay que ahorrar sangre de gauchos porque es el mejor abono para estas tierras.- Detrás  de los pasos del Chacho va el coronel Irazábal, el chacal que bajo las órdenes  del coronel oriental Venancio Flores ejecutó a 400 prisioneros en la Cañada de Gómez.- El caudillo riojano llega a pequeño pueblo de Olta y se dirige a la casa de su amigo Felipe Oros.- Tiene setenta años y en la casa están también su mujer y su hijo adoptivo.-

Irrazabal no sabe dónde está el Chacho.- Pero utiliza el método habitual en los civilizadores para averiguarlo: la tortura.- Detiene a siete partidarios del caudillo y los somete durante días al cepo colombiano, que conste en un artefacto que se coloca en los tobillos y las muñecas y mantiene a la víctima en cuclillas acalambrando todos los músculos del cuerpo.- Seis resiste el dolor hasta la muerte, séptimo canta el lugar donde esta Peñaloza.-

El comandante Vera llega a la casa de los Oros y pode parlamentar con Peñaloza.- El Chacho, que ya había armado una tregua, entregó su puñal y está intercambiando pareceres con su adversario cuando un alboroto en la entrada de la finca llama la atención de todos.- Enceguecido, Irrazabal grita: “¿Quién es el bandido Chacho?”.- Pregunta que, digno, el Chacho responde: “Yo soy el general Peñaloza”, “¡pero no soy ningún bandido!”.- Sin perder tiempo el coronel unitario toma una tacuara y la clava en el vientre del caudillo federal.- La sangre mana generosa, como espantados los gritos de su mujer y sus gauchos.- Irrazabal ordena: “Acribíllenlos”, y una marejada de plomo se descarga contra Peñaloza y sus seguidores.- Como era costumbre de la época, el feroz militar manda cortar la cabeza del anciano y colocarla en una pica en la Plaza Mayor de Olta, para que todos los gauchos retobados supieran lo que les esperaba si seguían la huella de su líder.- Para culminar el rito macabro , obliga a la mujer del Chacho a barrer la Plaza todos los días que tendrían que pasar para que la cabeza de su marido se corrompiera en la punta de la lanza.-

III

Martina Chapanay, la mujer que nació entre los pantanales, había peleado al lado del Chacho Peñaloza.- Y también había combatido a la derecha del otro gran caudillo riojano, el indómito Facundo Quiroga.- Por eso cuando se enteró de cómo había sido asesinado el general de la Confederación juró vengar a su jefe: buscaría al asesino por toda la provincia hasta hacerle justicia.- Y, finalmente, lo encontraría.-

IV

Hija del Cacique huarpe Ambrosio Chapanay y de la huinca Mercedes González, Martina nació en 1800 entre los pantanos de Guanache.- De niña descubrió que la vida le iba  a ser difícil.- A los trece años murió su madre y su padre la envión a San Juan a educarse y formarse con Clara Sánchez.- Pero la adolescente ya llevaba adentro el germen de su destino, sabia montar, pelear, lacear y era hábil con el uso de las armas.- La ciudad, entonces, se convirtió en una cárcel para ella, y la impiadosa disciplina de su tutora en un régimen de opresión  para ese espíritu libre.- No tardó mucho la chica en escaparse de San Juan y refugiarse en el monte junto con su gaucho malo conocido como Cruz Cuero.- Difícil de rastrear el momento en que se conocieron.- Una primera versión supone que se vieron por primera vez en la casa de Sánchez.- Él era un bandido que recién empezaba y que bajaba a la ciudad para elegir sus próximos golpes.- Ella una muchacha que se enamoró  del malevo y que supo que la única forma de liberarse era ir tras ese hombre brutal y de “mala vida”.- Pero Martina no le iba a la zaga en bravura.- Una noche, daga en mano, le indicó cual habría de ser la nueva regla del juego: lo robado seria para los pobres.-

Otra es la versión que más nos gusta- aunque inverosímil- para agregarle un poco más de romanticismo a esta historia de bandidos: Martina se había escapado sola de la ciudad y había armado su propia banda cuando el gaucho malo, que asolaba la zona de Medanales (hoy Lavalle), se le acercó y le dijo: sé de su fama y vengo a buscarte…

La piba no dudó.- Ligera saco de entre sus ropas de gaucho su faca y kle encajó un planazo en la cara y, segundos después, Cruz sintió la convincente punta del hierro en el vientre.- El hombre logró zafar y desde lejos y entre carcajadas gritó:

-Pará la mano, Martina, que solo quería que arrimáramos para vivir juntos.-

Brava indómita, altiva, la Chapanay, que era dueña de su cuerpo y de su gozo, contestó desafiante mientras guardaba su puñal:
-Entonces, habrá que pensarlo…

V

Imaginemos a Martina.- Los libros nos dan algunas señales:

-Era mestiza, de piel cobriza y ojos negros.- De pelo lacio negro, como las crines de un caballo azabache.-

-Era delgada y fibrosa.- Fuerte y ágil, de pechos turgentes y brazos magros.- Con piernas ligeras, escuetas pero duras, envolventes.-

-Era bonita.- Pero con la belleza de esas mujeres ariscas, desobedientes, lejanas.- Seguramente generaba el deseo entre los hombres porque era dueña de su sexo y ejercía esa potestad.- Porque tomaba al hombre que quería y era imposible que uno llegara a acostarse con Martina son la decisión de ella, cosa nada frecuente en ese tiempo.-

-Su mirada debería ser hosca, profunda, pero con la belleza de la astucia y la desconfianza.- Ojos vivaces, movedizos, con los parpados achinados y pestañas oscuras, lo que reafirmaba su fiereza.-

-Vestía de gaucho, con botas de potro, chiripá, cinto de cuero, casaca y poncho.- Y llevaba siempre el rebenque en la mano derecha, el facón cruzado en la espalda y el “verijero” escondido entre las ropas  del vientre.-

-Sabia montar y sabia pelear,.- Pertenecía al cuerpo de Caballería, al arma más eficaz de las montoneras federales.- Cuando no estaba en batalla, muchas veces ni siquiera sacaba su facón y arremetía a piño limpio contra quienes osaban enfrentaría.- La mayoría de las veces ganaba las peleas a trompadas limpias.-

VI

Muchos sospechan que Cruz Cuero no existió.- Que fue solo una leyenda.- Otros, en cambio, sostienen que fueron compañeros durante casi una década, que combatieron juntos bajo las ordenes de Quiroga, y que en los tiempos libres se dedicaban al bandidaje social,  a robar a los ricos por los caminos y repartir el botín entre los pobres de la región.- Dicen, incluso que asaltaban las iglesias para que los cielos hicieran justicia en la tierra.- Pero lo que parece cierto es el recuerdo de las fiestas inolvidables que ofrecían cada vez que cometían un atraco sustancioso en dinero.- Los bailes populares, cuentan, duraban varios días y, claro, siempre terminaban cuando los borrachos comenzaban a desconocerse y pelearse entre ellos.-

Una versión sostiene que Cruz- vaya la literatura de su nombre- encontró la muerte en la batalla de la Ciudadela de Tucumán, en 1931, esa gran victoria federal que terminó con las andanzas del unitario Gregorio Aráoz de Lamadrid.-

Sin embargo hay otra versión de cómo murió el amante de Martina.- En uno de los tantos asaltos de la banda produjo en la primera mitad del siglo XIX, los bandidos secuestraron a un extranjero que al primer vistazo excitó a la Chapanay.- Esa noche se llevó al prisionero a su lecho y lo amó hasta el agotamiento.- Pero por la mañana, Cruz entró en la pieza y los descubrió juntos.-Abofeteo a la mujer y con su pistola mató al amante con un disparo certero.- Martina, entonces, la mujer a quien nadie le decía que tenía que hacer con su cuerpo, tomó una lanza tacuara y se la clavó en el pecho a su compañero.- En esos segundos interminables en que se apagaron los ojos de Cruz, Martina le dijo con la mirada que no había nacido todavía el hombre que podía ser su dueño.-

Martina quedó así como única jefa de la banda.- Durante años se dedicó a saquear y repartir el botín entre la gente pobre, defendiendo al paisanaje de las levas unitarias.- En los valles y en los llanos se la conocía como la “montonera federala” y ella hacia honor a su apodo montada en su yegua tordilla, con el poncho colorado, sembrando el miedo a los ricos y los unitarios.-

Pero cuando cayeron los federales, después del combate de Caseros- 3 de febrero de 1852-, y sobre todo después de la caída de la Confederación ante los pies de Bartolomé Mitre en la escandalosa batalla de Pavón- septiembre de 1861-, las cosas comenzaron a complicarse.- La llegada del Ejercito Nacional a San Juan, comandado por el mata gauchos de Domingo Sarmiento, y el temor impuesto por los coroneles orientales – Sandes, Paunero, Flores, Arredondo e Irrazabal, entre otros- empujó a los federales a refugiarse en las montañas.- Perdido, el Chacho Peñaloza, comprendió que no tenía más salida que firmar la paz.- E iba camino a firmar la tregua cuando fue asesinada cobardemente por Irrazabal.-

VII

Martina había quedado sola de toda soledad.- Nazario Benavidez había sido asesinado por los unitarios.- Lo mismo había ocurrido con el Cacho Peñaloza.- Acorralada en las montañas. Con una compañía de apenas 200 montoneros, decidió negociar con el nuevo poder que surgía en Buenos Aires.- A cambio de la paz logró un indulto y el grado de sargento mayor del Ejército Nacional.- No era la utopía federal, pero tampoco era la muerte.- Y permitía ganar tiempo  hasta que los vientos políticos cambiaran.- Los vientos, claro, no cambiaron durante más de medio siglo.- Pero Martina pudo reivindicar a su líder asesinado.- Porque hay muchas formas de vengar a un muerto.- La más sencilla, la más torpe, es matar a hierro al que a hierro mató.-  Hay formas más sublimes.- La Chapanay, sin quererlo, contra su voluntad, incluso, fue más sutil, aplico una justicia menos primitiva.-

Fue una noche de fiesta.- En un baile ofrecido a la soldadesca en la ciudad de San Juan.- Martina tomaba y bailaba, se reía, elegía los cuerpos, las miradas, observaba a esos hombres curtidos por la guerra, por el crimen, familiarizados con la muerte.- Porque es en esas parrandas entre hombres y mujeres que matan donde se festeja con mayor alegría la vida.- Porque la risa, el alcohol, el sexo son quizás los mejores aliados contra el horror y la angustia.- Bailaba la federala una cuequita en el centro del salón cuando lo vio.- Allí estaba él, morochazo, de ojos como la noche sin luna, con el pelo encrespado y graso, sonriente con una mueca de hiena.- Feo hombre era Pablo Irrazabal, el asesino de Peñaloza.-

No dudó, Martina.- Y le envió sus padrinos para desafiarlo a duelo.- Quería vengar el asesinato de su líder.- El coronel apenas miró a los enviados: “Digale a esa que Irrazabal no se bate con ladrones”.- La mujer, ya entrada en años, con las canas cubriendo su cabeza, se abrió paso entre la gente.- Se hizo silencio duro, quejoso.- Y Martina atacó: “Yo jamás me he quedado con lo que no es mío.- Siempre se lo di a los pobres”.- Irrazábal la miró con desprecio y contestó: “Siendo asi las cosas, y como soy el ofendido, tengo derecho a elegir las armas”.- Dura como era esta mujer de cien batallas, retrucó: “La ofendida soy yo, pero lo dejo elegir a usted para que sepa que la vengadora del Chacho no es ninguna cagona”.- Los duelistas, entonces, coincidieron que el desafiaba a ser a sables y a muerte.-

Irrazabal debe haber soñado con Peñaloza la noche antes del duelo.- O su fantasma se le debe haber presentado entre las penumbras  a su habitación.-  Tal vez, solo ocurrio que cuando se despertó intuyo que esa iba a ser su última mañana.- Lo cierto es que a la hora señalada para el duelo, las manos le temblaban y un sudor frio nacía en su nuca y le recorría la espalda.- La Chapanay, en cambio, estaba valerosa.- Tiraba estocadas y mandoblazos al aire para atemperar  el brazo.- Y cuando el brutal general Arredondo dio la señal para iniciar el lance, Martina miró implacable a su enemigo y ella, que era mujer, le gritó:

-¡Defendete hijo de puta, porque te voy a matar, y te voy a matar como matan los hombres, no como vos mataste al Chacho!

Nadie sabe que ocurrió exactamente en ese momento en la cabeza de Irrazabal.- Nadie sabe si fueron los ojos de la muerte, la voz contundente de Martina o el nombre asesinado lo que quebró la voluntad  del chacal.- Su rostro empalideció, comenzó a sudar rio, sintió que flaqueaban sus piernas y que sus tripas se revolvían.- Ante la primera estocada de la Chapanay, su mano soltó el sable y echo su cuerpo hacia atrás, como mareado.- Se hizo un silencio ruin, burlón, quebrado apenas por las risas chuscas.- Irrazabal, el brutal coronel, el asesino implacable, el que supo sembrar el miedo, retrocedía como un chico avergonzado.- Martina comenzó a reírse a carcajadas.- Los cronistas escribieron : “El coronel se retiró del lugar víctima de un ataque de nervios”.- La verdad era otra.- Irrazabal, literalmente, se había cagado en las patas.-

VIII

Se vuelve de cualquier lado excepto del ridículo, dice la sabiduría popular.- Por eso Irrazabal no pudo volver a pisar la provincia de San Juan y fue trasladado a otro destino.- Martina volvió al valle.- La policía la dejó en paz.- Y ella se ganó la vida en sus últimos años como rastreadora y baqueana.- Murió en 1874 en Mogna, una aldea al sur de Jachal.- Algunos dicen que por el veneno de una serpiente.- Nos gusta creer en la otra versión.- La que refiere que Martina murió a los 74 años por la mordedura de un puma que había cazado con su boleadoras.-

Audaz combatiente en las montoneras de Peñaloza y mujer de férreos principios, Chapanay es rescatada del olvido por Hernán Brienza en el libro Valientes (Marea).-

No hay más macho que la gata
Martina Chapanay

Lagunera fue, si señor
hija del cacique Juan Chapanay y
de la Teodora, la
que el huarpe añora en
el alma nuestra debe perdurar.

Lagunera fue, si señor
heroína fuerte cual ñandubay
la que el huarpe añora
en el alma nuestra debe perdurar.

Fue Martina Chapanay
la nobleza del lugar
cuyanita buena de cara morena
valiente y serena
no te han de olvidar.

La Martina Chapanay – Cueca
Hilario Cuadros

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