Historietas
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La Historieta Argentina – 2 de 3
La década del 40, es la “hora más gloriosa” de la producción historietista argentina
La Historieta Argentina – 2 de 3

La Edad de Oro
En 1931 Eduardo Linage en Caras y Caretas alumbra “Las desventuras de Maneco”; otro vividor de la Reina del Plata, cuyas andanzas son muy similares a las de Isidoro Cañones.

En 1936 el diario La Prensa presenta a Don Fulgencio (El hombre que no tuvo infancia) de Lino Palacio, luego continuado en el vespertino La Razón. Ramona es otra de las criaturas de Lino Palacio convertida en clásico. Un año más tarde, el semanario Pif – Paf compite con Rataplán, El Gorrión y otras muchas publicaciones de vida más o menos efímera. Los kioscos se pueblan de tapas multicolores y nombres a veces inexplicables. Todas prometen en sus páginas un mundo de aventuras. Los argentinos y argentinas leen mucho. Hay publicaciones calificadas de “serias” como Selecciones del Readers Digest y las llamadas “para mujeres”: Para Tí, Damas y Damitas, las fotonovelas Anahí, Nocturno y otras que corrieron distinta suerte. Las de actualidad con gran despliegue de fotos, como La Hora; precursora de Así, que en los años ‘60 llegó a competir en número de lectores con los grandes diarios. Trik y Trake, La barra de Pascualin, El gnomo Pimentón, Capicúa… una multitud de personajes que con distintos niveles de calidad artística, hacen las delicias de grandes y chicos. Las historietas argentinas compiten con las que facturan los sindycates estadounidenses y el imperio Disney; con las “mexicanas” que en rigor, también proceden de los trust del país del norte; como las que llevan el sello SEA o Novaro o cualquiera de tapa en papel ilustración, denominadas así por los lectores locales.

Pero sin duda la década de 1940, es la “hora más gloriosa” de la producción historietista argentina.

El crecimiento económico y la democratización del consumo, pegaron fuertemente en la industria de la historieta nacional. A las publicaciones mencionadas deberíamos agregar Cascabel, con un staff de lujo: Nalé Roxlo, Oski, Flax, Laniro, Landrú y otros. Rayo Rojo, Misterix, Poncho Negro, Pimpinela y en 1944, la revista que simbolizó su época: Rico Tipo. Dirigida por Guillermo Divito, irrumpe en el costumbrismo y el humor argentino como un vendaval. Ejemplo de ello es “Buenos Aires en camiseta”, de Calé (Alejandro del Prado), donde en planchas breves el autor repasa la vida cotidiana en Buenos Aires; se “mete” en los sueños, las frustraciones y los prejuicios porteños. Tal vez esa intromisión sorpresiva, fue la clave de su éxito. Profundo observador de la idiosincrasia porteña, retrató para siempre una etapa histórica de la gran ciudad. En las páginas de Rico Tipo desfilan los personajes de autores de calidad como Oski, Lino Palacio, Ferro y el mismo Divito, creador de las famosas chicas y los señores de impecable vestimenta. Tuvo tal impacto esa gráfica, que dio lugar a la moda Divito; vestidos y polleras con cintura “de avispa” para ellas y sacos a cuadros y enormes solapas para los hombres. En sus picos de venta superó los 250.000 ejemplares por edición. Rico Tipo fue una de las pocas publicaciones que sobrevivió durante cierto tiempo, a la “masacre” gráfica generada por la televisión.

Mención aparte merece Tía Vicenta, dirigida por Juan Carlos Colombres (Landrú). Humor político desenfadado y sin ser agresivo, pero cuyas caricaturas y fotomontajes rayaban el grotesco. Landrú genera un fenómeno similar aunque menos masivo, al de Divito en los años ‘50. Su costumbrismo recopila hábitos porteños, señalando el sello de clase de los protagonistas. “Mersas” y “pirujas”, lo que es out e in, las trampas del lenguaje que tiende la sutil barrera de pertenencia social, Landrú las retrata con fidelidad. Sus ventas alcanzaron los 150.000 ejemplares por número. Bajo la dictadura de Juan Carlos Onganía sufre varias clausuras obligando a la publicación a cambiar de nombre: Tío Landrú,y María Belén fueron también sus apelativos, hasta el cierre definitivo.

Pero indudablemente, fue Patoruzito Semanal en octubre de 1945 que ocupó el escenario editorial. Aventuras clásicas, humor, ciencia ficción, todo cabe en sus páginas. Con el nombre de la versión infantil del cacique tehuelche y tapas coloridas de alto impacto visual, lidera la demanda. El “Libro de Oro” Patoruzú anual, con una selección de tiras publicadas en el año, todavía hoy es codiciado por los coleccionistas. Ediciones Torino aporta lo suyo con “El conventillo de Don Nicola” y otros personajes, cubriendo una parte importante de la demanda. Historias Tangueras, Capicúa, Afanancio y una serie de publicaciones de factura modesta, completan la generosa oferta de historietas. Otro Patoruzú Semanal conteniendo tiras, viñetas humorísticas, deportes y crítica de cine, contó durante un tiempo con el interés de los lectores. A su vez en Editorial Abril, comienza a firmar sus trabajos para la colección infantil Bolsillitos, un joven geólogo especializado en libros de divulgación científica, responsable poco después de la revolución narrativa en los cómics nacionales: Héctor Germán Oesterheld.

Las publicaciones escolares líderes como Billiken (Atlántida), Selecciones Escolares (Codex) y más adelante Anteojito (García Ferré), contienen historietas de aventuras. Como también la multitud de revistas de vida efímera dirigidas al público infantil.

A esa altura de la historia, las tiras que muchas veces contaban con módicos dibujos y argumentos adocenados, se habían transformado en un innegable hecho cultural de masas.

Sobre ese punto reflexionaba hace años, Juan Sasturain: “En principio la aventura está como tal, asociada prejuiciosamente al pecado de evasión y, por esa vía, al entretenimiento tan temido. (…)

El mecanismo de exclusión de los exclusivos es fácil de describir: cierta crítica mayoritaria, por ejemplo, tenderá a omitir todo lo que no siga el itinerario clásico de libro – librería – biblioteca; sospechará de bastardía a los textos marcados como “comerciales” por su producción seriada y confección artesanal, oponiéndola a la artística (…). (1). Aún no existía internet. Resumiendo, la historieta enfrentó durante décadas el rechazo de la intelectualidad contenidista que la consideraba un género “alienante”, generalizando con desprecio, pero viéndose en figurillas cuando ésta pega un salto de calidad que todavía hoy asombra a la crítica.

El Canto del Cisne
Paradójicamente, cuando la historieta nacional alcanzaba su máximo nivel de calidad estética y madurez argumental, comenzó una lenta pero inexorable decadencia. Los factores que intervinieron para que ello se produzca, son muchos y todavía hoy se discuten.

Pero no cabe duda que la televisión fue determinante para los cambios de hábitos de millones de argentinos. La atracción de la imagen móvil y sonora fue irresistible, para muchos, adictiva; como en el siglo XXI puede serlo la multitud de aplicaciones que ofreciendo múltiples servicios audiovisuales, cautivan a los cibernautas. No obstante, en paralelo a ese proceso silencioso que se reflejaba en la caída sostenida de las ventas a finales de la década de 1950, otra historieta poderosamente imaginativa y de vigorosos trazos, se montaba en la cresta de la ola decreciente.

En 1948 la Editorial Abril había lanzado una revista de aventuras: Misterix. Nada nuevo en ese escenario con abundante oferta. Pero allí comienza a escribir guiones Héctor Oesterheld y dibujado primero por Paul Campani y luego por Francisco Solano López, crea en 1952 el primer personaje trascendente llamado Bull Rockett; un científico que protagoniza episodios dignos de las buenas novelas de espionaje de la época, en una trama cuya tensión se mantiene en cada entrega semanal y se mantendrá incólume a lo largo de toda la década. Previamente, Oesterheld junto al italiano Hugo Pratt, habían lanzado el policial Ray Kitt. En 1953 el inquieto guionista crea una de las criaturas que será ineludible a la hora de repasar la Historia de la Historieta nacional; se trata del Sargento Kirk. El escenario en que se mueve Kirk es el trillado Far West, pero sus argumentos se parecen muy poco a los que están en boga. Profundos conocimientos de historia y geografía del autor, le dan marco a su personaje. Kirk es un antihéroe, un desertor que no encaja en su mundo ni en el uniforme. Tiene dimensión humana. El plumín de Hugo Pratt hace el resto.

Pocos años después Pratt crea, con guión propio, El Corto Maltés. El personaje que sin duda, fue el alter ego del inquieto italiano.

Oesterheld en 1957 considera llegado el momento de “largarse solo” creando su propia editorial. Se asocia a su hermano Jorge y nace Editorial Frontera. Allí convergen Hugo Pratt, Solano López, Alberto Breccia, Del Castillo y otros dibujantes talentosos. Las revistas Frontera (con predominio del far west) y Hora Cero (bélica, policial, ciencia ficción) en sus ediciones semanal, mensual y extra. Paralelamente aparece “Ernie Pike – Batallas Inolvidables”. Con guiones de Oesterheld y dibujos mayormente de Hugo Pratt. El personaje es un corresponsal de guerra, basado en un periodista muerto en el Pacífico en 1944, mientras cubría un combate. El “escriba” de ficción recorre todos los frentes de la Segunda Gran Guerra. Sus relatos son dramas humanos y rompe el maniqueísmo dominante en el género. No es exagerado afirmar que “Ernie Pike” fue la primera revista de divulgación histórica que alcanzó una enorme difusión. A las historias ficcionadas, se le agrega una cantidad enorme de información gráfica y escrita de los principales escenarios de guerra. En Hora Cero semanal aparece en episodios continuados, la obra máxima de la historieta argentina: El Eternauta. Se trata del argumento clásico de la invasión extraterrestre. Pero desde los primeros cuadros se percibe algo distinto. El eje del drama comienza a desarrollarse en un chalet del conurbano,donde un grupo de amigos queda atrapado por el brutal ataque cósmico; que a modo de una pandemia imprevista se descarga al unísono sobre todo el planeta mediante una nevada mortal. El resto es un canto a la solidaridad colectiva y la voluntad de lucha humana. Escribió el autor a modo de prólogo: “… El Eternauta es una de mis historias que recuerdo con más placer. El héroe verdadero de El Eternauta es un héroe colectivo, un grupo humano. Refleja así, aunque sin intención previa, mi sentir íntimo: el único héroe válido es el héroe ‘en grupo’, nunca el héroe individual, el héroe sólo”. (2) y-www.testimoniosba.com/2020/09/09/hector-oesterheld/

Francisco Solano López fue el primer ilustrador. Luego (1969), siguió una versión de la obra dibujada por Alberto Breccia, para el semanario Gente. El tinte gótico y atmósfera densa de cada cuadro, en que el texto se reduce a su mínima expresión, sumado a cambios argumentales que para algunos podía tener un tufillo “político”, impulsa a la Editorial a levantarla. Los lectores de Gente rechazaron esa obra considerada extraña y que no obstante, sacudió al género. Luego Oesterheld se aleja de Editorial Columba donde guionaba Brigada Madeleine y otras historias. Comienza a escribir para Ediciones Record que nos legó “Skorpio”, otra gran revista. Record en 1977 edita El Eternauta II; continuidad de la anterior, pero donde el concepto de “héroe colectivo” luchando contra el enemigo extraterrestre, desborda cada cuadro. En ese mismo año, por su compromiso político, Héctor Germán Oesterheld fue secuestrado y desaparecido por el terrorismo de Estado.También cayeron bajo la represión sus cuatro hijas, tres yernos y un nieto apropiado.

 (2) Oesterheld Héctor – El Eternauta – Ediciones Record – Buenos Aires, 1994

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