Si le preguntamos a cualquier espectador promedio de sit-coms (del inglés, comedias de situación), cual es el mejor programa dentro de ese género, dos contendientes lideran la carrera. Friends, emitida durante diez temporadas entre 1994 y el 2004 (y que pronto tendrán un especial de reunión postergado por la pandemia); o Seinfeld, esa obra maestra del humor cínico y ácido, a menudo considerada como la sit-com que no habla de nada, lo cual es una burda definición que salió de un chiste interno entre los creadores Larry David y Jerry Seinfeld. Tuvo nueve temporadas entre 1989 y 1998.
Ambas series se convirtieron en clásicos por derecho propio, dispararon legiones de fanáticos alrededor del mundo y hoy en día existe una especie de Boca/River para intentar dilucidar cuál es la mejor sit-com de la historia. Se puede discutir si semejante debate es estéril, pero entre tantos análisis que se hacen sobre las comedias norteamericanas para tv hay una que no suele entrar en las listas. Malcom in the Middle apareció un par de años después de finalizar Seinfeld, y justo cuando Friends comenzaba a transitar las últimas temporadas.
En el año 2000 se emitió el primer capítulo de la serie creada por Linwood Boomer, un productor que comenzó como actor en el popular show La Familia Ingalls, pero que forjó el grueso de su carrera detrás de cámaras. Pese a haber participado en varios éxitos, y producido otros tantos, Malcom in the Middle fue el producto por el cual más se lo recuerda.
La trama de cada capítulo se centra en la familia Wilkerson, compuesta por la madre Lois, una mujer de carácter duro, capaz de ejecutar diversas tareas hogareñas mientras controla las travesuras de sus tres hijos, dueña de una moral intachable. Hal, su marido, es un hombre noble de carácter bastante infantil, que suele ser el mediador entre los niños y su esposa. Francis, el cuarto hijo que al inicio de la serie está pupilo en una academia militar, es un romántico empedernido con problemas para aceptar a las figuras de autoridad, y es objeto de devoción y admiración de sus hermanos. Reese es el segundo, caracterizado como una especie de bully escolar, propenso a la violencia, pero con el correr de los episodios se revela que posee talentos brillantes, como la pasión por la cocina (que, por supuesto, al principio desata las burlas de su familia). Malcom, el protagonista de la serie, es un niño prodigio aunque escapa a los estereotipos que suelen verse en este tipo de sit-coms. Sabemos que es un genio porque los maestros de la escuela notan que tiene un coeficiente intelectual superior al resto, y así pasa a una clase especial. Por último está Dewey, objeto de la mayoría de las travesuras de los hermanos, aunque también suele ser cómplice y compinche. Durante la cuarta temporada se incorporó un quinto hermano, Jaimie. El bebé se termina convirtiendo en el único capaz de ganarle las pulseadas a la madre, pese a que a medida que va creciendo imita el comportamiento revoltoso de sus hermanos mayores.
Uno de los aciertos que tiene Malcom in the Middle es que todo el tiempo los creadores se concentran en desarrollar a sus personajes de forma orgánica. Las situaciones humorísticas nacen de las desgracias que le toca vivir a la familia. Los Wilkinson pertenecen a lo que sería una clase media/baja. Viven en una casa grande, pero que rebosa de problemas edilicios. Los niños comparten una misma habitación, no pueden darse lujos enormes, y cualquier vaivén en la economía puede significar un desastre. Por ejemplo, cuando Lois pierde su empleo como repositora en un supermercado, los niños tienen que ajustarse a una dieta muy básica, y terminan recibiendo donaciones de los chicos del colegio, lo que dispara la ira de Malcom que detesta “ser pobre”.
Malcom, el protagonista, jamás acepta del todo su condición de prodigio. Su familia tampoco toma dimensión de las capacidades que ostenta el niño hasta que, en un picnic organizado por la clase especial, que termina en un desastre causado por los hermanos, el joven toma las riendas del concurso de talento y manifiesta, por primera vez, la increíble capacidad que tiene para la matemática. Al final del episodio Dewey le pregunta si es un robot, y todo el grupo reacciona como mejor saben: tomándolo de blanco para las bromas, y aceptando así que conviven con un genio. La madre ve el coeficiente de su hijo como una oportunidad para aspirar a un futuro mejor, que lo saque de la vida ajustada —cheque a cheque, le dicen los estadounidenses— aunque Malcom solo quiere ser “normal” (en sus propias palabras) y tener la vida de cualquier adolescente.
La serie está repleta de personajes secundarios memorables, algunos recurrentes y otros que aparecen por uno o dos episodios. Craig es compañero de trabajo de Lois en el supermercado. Está perdidamente enamorado de ella, y hace lo imposible para captar la atención, pero siempre queda en un segundo plano. Tiene una relación pasiva/agresiva con Hal, pero él marido no registra las indirectas ni lo considera una “amenaza” amorosa. Stevie se convierte en el mejor amigo de Malcom. Está en la clase de niños prodigios, está en silla de ruedas y le falta un pulmón, lo que le da una particular forma de hablar: ante cada palabra tiene que tomar enormes bocanadas de aire. Durante toda la serie nadie tratará con solemnidad al chico, sino que lo incorporaran a todas las macanas que se manden sus amigos. Caroline es la maestra de Malcom, la que ve el potencial en el chico e intenta cultivarlo. Es una mujer insegura, siempre al borde del llanto y a menudo el daño colateral de las ocurrencias del protagonista y sus amigos. El Comandante Spangler es el director de la Academia Militar a donde va Francis. El hombre tiene un parche en su rostro y un gancho por mano, y se jacta de su rango militar pese a que jamás estuvo en servicio activo por sus discapacidades.
Malcom in the Middle fue una sit-com que decidió concentrarse en los aspectos menos glamorosos de la vida en Estados Unidos. La norma en este tipo de productos televisivos era mostrar a personajes más o menos glamorosos, con problemas bastante alejados de la realidad del espectador promedio, viviendo en lugares que rozaban el lujo, aunque lo quisieran hacer pasar por sitios modestos. Tomemos, por ejemplo, a los protagonistas de Friends: todos viven en la Gran Manzana neoyorquina, uno de los lugares geográficos más caros, en departamentos gigantes que no tienen ni una mancha de humedad en las paredes, e incluso uno de los personajes ni siquiera tiene un empleo estable. Pueden viajar en avión a cualquier lado cuando la trama lo requiere, visten a la moda, se la pasan visitando restaurantes y hasta tienen un sector reservado permanentemente en un café céntrico que siempre está lleno de gente. En Malcom los guionistas despojan de estos pequeño lujos burgueses a sus personajes. Los hermanos se van pasando la ropa a medida que van creciendo, el padre es quien hace los arreglos en la casa mayoritariamente porque no pueden afrontar el pago de profesionales, y solo van a comer a restaurantes en ocasiones especiales.
Pese al tono humorístico la serie fue de avanzada en retratar temas como la sexualidad y el bullying de forma adulta, pero accesible, para el gran público. Hal y Lois tienen una saludable vida sexual activa que jamás ocultan al público. Reese, que podría considerarse como el matón del colegio, va creciendo, superando esa falencia y hasta experimenta en carne propia las consecuencias de sus actos. La serie tampoco se propone romantizar a los genios. Series como The Big Bang Theory intentaron crear un producto enalteciendo a los geeks pero al final del día terminaron siendo parodias de aquellos que buscaban halagar. Acá se los retrata con crudeza y honestidad, mostrando la mejor y la peor cara de estas personas.
Y un detalle que tal vez suene trivial, pero para quien escribe no lo es, radica en el look de los personajes: mientras que la mayoría de las sit-com tienen como protagonistas personas de belleza imposible —y los más “feos” suelen ser los más divertidos— aquí todos los actores lucen como gente común y corriente. Si bien es cierto que la belleza radica en el ojo de quien observa, Malcom es un show en donde vemos personas reales, a menudo en situaciones absurdas, pero que podrían pasar por nuestros vecinos. Esto ayuda a construir empatía con el espectador, que asiste a ver las desventuras de una familia promedio, con problemas mundanos, que representan a la mayoría de la gente trabajadora.
La serie fue galardonada en múltiples ocasiones. En tiene su haber siete premios Emmy, nominada la misma cantidad de veces para los Globo de Oro, se llevó a casa el prestigioso premio Peabody y fue elogiada tanto por la crítica como por la audiencia los siete años que estuvo al aire.
Pese a esto en nuestro país, aunque se emitió en la cadena Fox, no tuvo el beneficio de las múltiples repeticiones que otras sit-com gozaron. Siempre que en distintos medios de comunicación se habla de series paradigmáticas dentro del género Malcom in the Middle rara vez sale como ejemplo. Sin embargo, los 151 capítulos no sólo no aburren sino muchísimos rozan la genialidad. Aparte, cada capítulo dura menos de media hora, lo cual la vuelve ideal para maratones.
Las actuaciones son todas impecables—si sos fanático de Breaking Bad, aquí es donde saltó a la fama Brian Cranston—, los guiones son brillantes, cínicos y con mucho corazón. Malcom in the Middle es una serie que hace reír en serio, y no depende de las risas enlatadas que “orientan” al espectador a forzar una risa. Quienes no la hayan visto, y quieran sumergirse en este maravilloso producto televisivo, pueden encontrar todas las temporadas en la plataforma de streaming Amazon Prime Video.