En el principio fue la jerga de los ladrones porteños, un lenguaje críptico que además de identificarlos entre si permitía despistar a la policía a los incautos a quienes pretendían despojar , o también una jerga para poder comunicarse en la prisión sin ser comprendidos entre los guardias.-
De este modo, nacieron términos y giros especializados, que originaron lo que dio en llamarse idioma cartero, o sea, el habla de los presos, la clave verbal de los “lunfardos”, denominación usual de los ladrones para hablar de sí mismos.-
Pero, aunque nacido como idioma “de la furca y la ganzúa”, el lunfardo se introdujo lentamente en el habla cotidiana de los sectores que habitaban los conventillos.- Luego se hizo lenguaje usual para hablar entre hombres y llegó a fusionarse con el habla cotidiana de Buenos Aires.-
Como ha señalado José Gobello, el lunfardo fue menos hijo de la cárcel que de la inmigración: los términos traídos por la ola inmigratoria se enriquecieron aquí con otras voces nativas y el agregado de la creación local.- El lunfardo contribuyó elaborar los rasgos verbales del habla popular de Buenos Aires.-
En la Argentina, a través primero del intercambio que produjeron el conventillo y su reflejo escénico, el sainete, y más tarde las letras del tango, las palabras lunfardas se hicieron patrimonio colectivo: los inmigrantes traían en sus dialectos el germen de todos los cambios posteriores: dificultades fonéticas, diferencias sintácticas, hábitos distantes de los del idioma castellano, y un inventario de léxicos que memoria y contexto contribuían a mezclar y confundir sus significados.-
El generalizado analfabetismo y la comodidad de llamar las cosas con las palabras usadas en la infancia hicieron el resto.- En un país aluvional donde hubo momentos en que había más extranjeros que nativos, pretender una lengua cristalizada e impoluta, era una ambición descabellada.-
El lunfardo produjo tres libros notables.- Versos rantifusos, de Felipe Fernández, Yacaré, editado en 1915, y La Crencha Engrasada, de Carlos de la Púa, en 1928; pero el mayor aporte para la difusión masiva del lunfardo no lo efectuaron ni la poesía ni la literatura, sino las letras de los tangos, ya desde el inicial Percanta que me amuraste… de Pascual Contursi, al que siguieron algunos textos memorables como Amarado, de José de Grandis; Viejo roncón, de Roberto Cayol, Como abrazao a un rencor, de Antonio Podestá, Barajando, de Eduardo Escaris Méndez; I y I, de Lorenzo Juan Traverso, y sobre todo El Ciruja, de Alfredo Marino, sobre música de Ernesto de la Cruz, estrenado en 1926, que es, sin duda, la cumbre de los tangos lunfardos: Hoy, ya libre’e la gayola y sin la mina/ campaneando un cacho’e sol en la vedera/ piensa un rato en el amor de su quemera/ y solloza en su dolor.-
En 1943, durante el régimen de facto del general de Pedro P. Ramírez, se dictó una norma legal que prohibía la difusión de letras lunfardas, en procura de mantener la pureza idiomática.- La disposición no se mantuvo demasiado tiempo en vigencia, pero si lo suficiente para provocar preocupación entre los letristas y risas entre el público, y cubrir de ridículo a quienes la habían dictado- Pero obligó a elaborar versiones expurgadas de algunos viejos tangos, a suprimir directamente otro de los repertorios , y en los nuevos, a recurrir al estereotipado “tu”, inexistente en el habla porteña, y censurar todas aquellas palabras que aunque fueran usuales pudieran recordar la marginalidad, la orilla, los oscuros orígenes.- Shusheta se convirtió en El aristócrata , Chiqué en El elegante.- La maleva en La mala, y un chiste aseguraba que Yira, yira debería cambiar su título por Dad vueltas, dad vueltas.-