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Pena Mulata
En el colegio me enseñaron que los diaguitas estaban todos muertos hace mucho tiempo. Es falso.
Pena Mulata

El domingo pasado la antropóloga Rita Segato dijo en un reportaje largo de Perfil: “El 56% de la sangre argentina, incluso de algunas personas que son muy blancas, es indígena. Y si midiéramos la sangre africana, quedaríamos perplejos”. Contó que estuvo diez días en Santiago del Estero para dar un seminario y que se sorprendió al encontrarse con “una provincia mulata, una provincia negra. En Argentina no lo vemos, porque no tenemos un ojo lector del componente africano que existe en nuestra población, que es muy fuerte sobre todo en las provincias del noroeste, Santiago del Estero, Tucumán, La Rioja, Catamarca. ‘Bombo’, ‘malambo’, ‘samba’, son palabras bantú, son palabras africanas. La sangre argentina no bajó enteramente de los barcos. Es un gran mito y es una gran ficción. En el colegio me habían enseñado que los diaguitas estaban todos muertos hace mucho tiempo. Es falso. Los huarpes están vivos, no están muertos desde hace 200 años como contó Domingo Faustino Sarmiento. Es falso. Los pueblos entraron en una larguísima clandestinidad de 200 años”. El peronismo entendió ese país real, mulato, como lo define Rita Segato, con torrentes de sangre de pueblos originarios en nuestras venas, “mis cabecitas negras”, como los llamaba Eva Perón. Rita Segato también dijo que no es casual que el peronismo los acogiera habiendo sido “dos hijos ilegítimos Eva y Juan Perón. Perón nació en un rancho y Eva también, nació de una modista”.  Lo verdaderamente importante es comprender que para poder alcanzar un acuerdo económico y social que permita superar la grieta y tener políticas de Estado que crucen los gobiernos, es imprescindible reconciliarnos con nuestro ser-en-sí.
Perfil- 28-11-20 – Por Jorge Fontevecchia – “Ecos de Un Velorio”

Estampas del Viejo Buenos Aires
Interesaba el tema de la esclavitud que desarrolló en la anterior reunión Don X, y ello nos permitió a nosotros – detrás de la nota- encontrara nuestros tertulianos reunidos a temprana hora y atentos ante el clásico cafecito y dispuestos a escuchar. El “charlista”, advirtiendo su prominente posición, carraspeó largo, soslayó a distancia a una damisela zigzagueante y, finalmente dijo:

-¡La esclavitud oficializada llegó a adquirir proporciones impresionantes, y las documentaciones de la época aseveran que el rey de España, por real cédula dada en 1791, autorizaba a pagar en productos del país el precio de cada esclavo que, a la sazón, se valuaba en cien pesos plata, según fuera “sano y apto para todo!”. Un  dato estadístico de 1810 registra la existencia de seis mil esclavos africanos y una cantidad casi semejante de nacidos en el país. Tal número aumentó posteriormente.

“Dijimos en nuestra anterior exposición – prosiguió Don X- que, aun cuando pareciera paradojal, el arribo a estas playas representaba para los pobres negros, a pesar de su condición de esclavos, una situación beneficiosa a razón de la benignidad con que fueron tratados. No son pocos los casos conocidos en que estos pobres seres, ya libertos, preferían seguir sirviendo en casa de sus amos, donde habían recibido trasto humano y vestimentas que les hicieran preferir esa vida a la incertidumbre de enfrentarla llenos de achaques y de años.”

“La relativa libertad de que gozaban les permitía vivir a la usanza de su país de origen. Y es así que se nucleaban en “naciones” – de congos, benguelas, mozambiques, etcétera- donde elegían “rey” y “reina”.

“La parroquia de Montserrat, en la zona céntrica actual – que bordea el templo epónimo-, era el barrio donde se agrupaba la mayoría de ellos. A esta barriada se la denominó, sucesivamente, “el Mondongo”, “de la Fidelidad” y “del Tambor”. Y eran peculiares los candombes y danzas con que al son de músicas ruidosas celebraban sus festividades y alegrías. Cuando la planta urbana fue incrementándose, los negros hubieron de desplazarse hacia la periferia.”

“Digamos que al hijo de español con negra se le llamaba “mulato”; al de español e india, “mestizo”; al de indio y negra, “zambo” y “cuarterón” al correspondiente al de español y mulata.”
PBT –  1954 – por El Zurdo Paradales

Pedro Figari – Candombe a la Luz de un Farol – Serie Candombes

Pena Mulata

Pena mulata
que se desata
bajo la bata
de broderí.

Dolor de milonga
que apenas prolonga
con queja tristonga
la noche de abril.

Como un espejo
Bruñido y viejo
brilla el pellejo
del bailarín.

Clavel escarlata
que el ansia delata
temblando en la bata
su mancha carmín.

Tu madre murió de amores
en el Barrio del Tambor.
Le abrió caminos de ausencia
el puñal de un cuarteador.

Tu padre murió a la sombra
por vengar esa traición.

Mulata, nació tu estrella
en un cielo de crespón.

Luz de locura
brilla en la oscura
mirada dura
del bailarín.

Alcohol de añoranza
que al son de la danza
calienta venganzas
debajo la crin.

Pobre morena,
brotó en tus venas
una serena
flor carmesí.

Rencor en acecho,
pincel del despecho
pintando en tu pecho
la mancha carmín.

Tu madre murió de amores,
alma blanca y piel carbón.
Mulata, fueron sus labios
el rencor de un cuarteador.
Tu padre murió a la sombra
por vengar esa traición.
Mulata, nació tu estrella
en un cielo de crespón.

Pena mulata
que se desata
bajo la bata
de broderí.

Dolor de milonga
que apenas prolonga
con queja tristonga
la noche de abril.

En esta primera milonga candombe, subespecie creada por Sebastián Piana. Fue lanzada a la popularidad por la orquesta de Carlos Di Sarli quien, con su joven cantor Roberto Rufino la grabó el 18 de febrero de 1941. Los versos son Homero Manzi.

Glosario:

Barrio del Tambor: Barrios de Buenos Aires habitado por gente de color.- Fue llamado también Barrio del Mondongo y estaba ubicado sobre las calles Chile y México desde Buen Orden (hoy Bernardo de Irigoyen) hacia el oeste-

Cuarteador: El jinete que presta auxilio a los vehículos en dificultades, mediante una cuarta o lazos

Esta milonga candombe hace referencia a un tiempo ya casi olvidado en el que se desarrolló una de las características notables de la ciudad porteña de antaño: los negros o los mulatos y su música. El olvido de los negros, su cultura sus costumbres y hoy hasta sus genes, tiene un punto de referencia en las grandes epidemias que sufriera la ciudad a fines del siglo pasado. Su población de raza negra, diezmada por la enfermedad, la pobreza, las guerras y por el mestizaje con las otras razas que masivamente fueron poblando nuestro territorio, hizo desaparecer en pocas generaciones los rasgos más sobresalientes de esta raza y a la raza misma.
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