Al Pie de la Letra
Ella, a través del tiempo en que nos tratamos laboralmente, y si bien no logro dilucidar hasta qué grado de confianza aceptamos tener, no se priva de nada en cuanto a esas actitudes intempestivas y hasta fuera de lugar bajo mi inocente punto de vista.

Nubes de Gases
Merikén tenía un culo bárbaro. Cada día que nos veíamos a través de los vidriados de boxes oficinescos, oleajes de sonrisas espontáneas, regodeaban el espectro, y no era para nada que teníamos algo que ver en cuanto a nuestra incipiente relación laboral, no, para nada; sucedía que en variadas situaciones de diálogos “almorzantes”, vislumbrábamos que esas raras visiones intrínsecas de cada uno de nosotros, tenían más que algo que ver con la generalidad de la población periodística. Y cuando decía que “tenía un culo bárbaro”, lo decía en los dos aspectos en el cual el común de los mortales disparaba semejantes conceptos; por un lado, esa especie de “suerte” en cuanto a ese pretendido vislumbrar antes que los sucesos procedieren en la inmediata realidad; esto era, en muchas oportunidades, ella se la jugaba previamente por alguna nota o entrevista para con algún personaje actual o de moda y casi por lo ineludible de su visión, se le daba sorprendentemente en tomar contacto con la misma ya sea por alguna situación ligada al espectáculo o… esporádicamente para con algún político de turno refrendado por sorpresivas situaciones comprometedoras en cuanto temas ligados sospechosamente de ficticios pormenores ligados a dineros provenientes de espurios intereses. Ella era infalible, ya sabía de antemano cómo terminaría la situación para con ese entrevistado y, por demás estaba decir que, Merikén salía bien parada siempre y, el reporteado, con una cara de nada o balbuceante inentendible a través de sus dichos nebulosos.
El otro tema en cuanto a su curvilíneo aspecto “suertudo”; y sí, Merikén gozaba de una excelente silueta acompasada de lindos cantos posaderos de correspondientes almohadones “sillescos” que muy placenteramente apoyarían sus cincuenta y pico kilos con superlativa comodidad.
Una vez más –y por enésima vez- frecuentar un medio periodístico me tenía partícipe de la nostalgia de tiempos ya lejanos en donde cada jornada laboral ni siquiera era un Buendía, sino toda esa vorágine plagada de locura acelerada y humo de cigarrillos en donde el cansancio de alientos cristalizaba sonrisas agrietadas de placer. En cambio, en esta actualidad circundante, y sobre todo después de la castigada pandemia, apenas nos frecuentábamos un par de veces semanales, y desde el lúgubre habitáculo habitacional de cada uno de nosotros, hasta nos chicaneábamos por las frituras de los nuevos dichos escritos sin tanta reflexión tal vez, muy proclives por los tiempos actuales en donde presidentes, ministros, deportistas, actores; abogados, médicos o maestros no declaran pruritos previos en decir lo surgido desde sus entrañas tal vez contagiados por la espontaneidad circundante del actual “ser humano”. “Lo que importa es el dinero” –pareciera domar el espectro desde hace bastante tiempo- y el común de los que respiramos acostumbramos subrepticiamente a transitar lo experimentado como lo “normal”, lo cotidianamente aceptable según los tiempos que corren.
Indudablemente en esta nueva publicación -ex revista, ahora “página” internetiana- la repercusión de los miembros que somos, pareciera ser el fiel reflejo de la Sociedad que componemos.
Merikén, al lado del box en el cual nos vemos una o dos veces semanales, suele rajarse pedos esporádicamente y cuando son algo ruidosos, se ríe cómplice mientras trata a través del cristal de simpatizar para conmigo y mi sorpresiva imagen de desconcierto.
Ella, a través del tiempo en que nos tratamos laboralmente, y si bien no logro dilucidar hasta qué grado de confianza aceptamos tener, no se priva de nada en cuanto a esas actitudes intempestivas y hasta fuera de lugar bajo mi inocente punto de vista. Y no sólo lo es cuando estamos boxes de por medio, ni hablemos para cuando de manera virtual nos contactamos y entonces ella no solamente gases expulsa y se ríe todo el tiempo, aprovecha cualquier circunstancia para mostrarme todo tipo de chancherías que jamás me hubiese imaginado sobe todo de una mina con cierto grado de cultura del cual demás estaba en mí el pensar previamente en nada que la incluyese como una grasosa mental, soporífera y bagarta por demás.
Contradicciones mediante si es que cabe semejante fundamentación de mi parte, ella es brillante en sus entrevistas y en sus artículos ya sean éstos ligados al espectáculo o con un sentido hasta político de los tiempos que corren y mientras me pasa alguna reflexión del tema que fuese, se mete el dedo en la nariz y esa bolita que saca entre sus dedos la revolea hacia esa intacta lejanía-cercanía como si nada, como si todo le importara un carajo mi fluyente mirada; luego ríe, tal vez para ver qué onda, si es que animo a decir algo que le interesare.
En varias oportunidades y ante mi rostro pensativo al respecto, luego de alguna de sus chanchadas, esgrime reiterativas frases como justificativas de sus acciones y dice: -¡Vamos, me vas a decir que nunca te mandás alguna vos, sobre todo cuando estás con tus amigos! Jajajaja –concluye- El otro día cuando hablábamos virtualmente sobre una nota alrededor de un político que mientras estaba sentado en una banca en el congreso, la cámara lo filmó tomándose los testículos y otro le hacía el gesto introduciendo el índice con el redondel formado con otros dos dedos. -¡Son los tiempos que corren! –me lo dice completamente convencida- Luego sigue:-Un presidente que putea todo el tiempo al que piensa distinto, que miente seriamente tanto como semejar certeza y verdad…
De mi parte me costaba sostener las conversaciones para con ella y no resultaba ser por diferencias de criterios, sino por esas actitudes, a mi modo de ver, no correspondientes para con una persona que, ejerciendo el laburo que teníamos, concluyese todo el tiempo reaccionando justificadamente como una reventada más bajo el sistema solar dominante. Unas pocas veces estuvimos frente a frente en un bar y si bien las coincidencias de pensamiento eran frecuentes, no me resultaba para nada eso de eructar fuertemente luego de ingerir la gaseosa.
Cada vez que nos veíamos su feminidad ni aparecía por mi horizonte, y si, por casualidad ella estuviese resfriada, difícilmente evitaría que ella sonara su nariz expulsando mocos al aire, o escupiese puses plastificadores de pisos.
Alrededor de un año estuvimos juntos, y los dos culos de ella dejaron de estar vigentes; o tal vez no supe el final de uno de estos; inesperadamente virtual y personalmente hubo de desaparecer del medio periodístico… nadie supo decirme el por qué… Y continuando yo con mi actividad callejera de actualidad circundante, día miércoles, otra vez por la zona del Congreso con los jubilados, y esos cascarudos azulados y grises otra vez al acecho de los que necesitan y piden y allí, imprevistamente la vi sin vidrio de box oficinesco ni pantalla computeril por medio, ese otro culo el de ella lucía esplendorosamente discutiéndole cara a cara frente a un policía que solamente la empujaba, esplendorosamente Merikén mostró “cualidad espontánea”, y entre grito y grito hacia la represora cáscara provocadora, ella no sé si engripada o resfriada o qué sé yo qué, expulsó una gran flema espesa y bien mucosa sobre ese rostro camuflado de viseras espurias de prepotencia.
El policía agigantó su garrote rápida y violentamente, pero Merikén adornada de maratonista electrificó automáticamente sus piernas y el represor pareció ser, al respecto, como un simple jovato apenas movible de reflejos frente a ella que se perdió en la lejanía del cemento zigzagueante. Son los tiempos que corren –me dije- Estos canas se quedaron en el paleolítico.
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