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El Acompañante Terapéutico y la Amistad
La posición del AT en los tratamientos en el campo de la salud mental se encuentra en un lugar privilegiado, de gran proximidad con el paciente
El Acompañante Terapéutico y la Amistad

La posición del Acompañante Terapéutico (AT) en los tratamientos en el campo de la salud mental se encuentra en un lugar privilegiado, de gran proximidad con el paciente. Esto permite un compartir y una gran cercanía, mediante las cuales el AT intentará favorecer la posibilidad de que el paciente pueda desarrollar su autonomía, apropiarse de su deseo, de sus relaciones sociales, de sus capacidades, etc.

La presencia de compañía es un elemento fundamental para aquellos que se encuentran frágiles y atravesando momentos de dificultad. El apoyo y el ánimo son elementos que favorecen la seguridad y la motivación en los seres humanos.

En la historia de la humanidad puede observarse que aquellos que eran considerados locos/posesos/enfermos, eran alejados del grupo social, aislados, marginados y ocultos mediante el encierro. Eran enfermos con posibilidades de contagiar su padecer. Pero la visión del enfermo mental se ha ido modificando con el paso del tiempo, y hoy la conciencia acerca de la necesidad y posibilidad de una recuperación existe, así como el reconocimiento del enfermo como un ser humano. El AT esta posicionado en esta visión: en la concepción del sujeto como tal, que implica una forma de posicionarse frente al paciente y de conducir el acompañamiento.

Por esta causa, y por otras que tienen que ver con las particularidades del dispositivo del acompañamiento, es muy probable que se dé una relación paciente/acompañante con características muy similares a la de la amistad, y por lo tanto, que se genere un debate sobre este tema. Además, la posición del AT en la relación terapéutica, implica su ofrecimiento como semejante al paciente, diferenciándolo del rol “distante” que, por ejemplo, toma el psicólogo. Estas características pueden generar una suerte de surgimiento de una “amistad ilusoria”, y lo habitual, por tanto, es que el paciente coloque al AT en el rol de amigo.

Estas cuestiones frecuentes, deben ser consideradas por la implicancia que tienen en el tratamiento y en el resultado del mismo. Su discusión hace a la responsabilidad del AT, y a la necesidad de que éste pueda establecer los límites necesarios para diferenciarse del amigo que no es. Sin embargo, una suerte de “amistad” ha de darse, en la medida de que el vínculo requiere de cierta cercanía como semejantes entre el paciente y el AT, para lograr un tipo de relación entre ambos favorecedora del trabajo terapéutico. De esta manera se aseguraría la confianza y la continuidad necesarias para el tratamiento. El brindarse como un semejante, y reconocer al otro como sujeto, son condiciones que permitirán el acompañamiento, la contención, la comprensión, el estar con el paciente. Además, la toma de distancia en este tipo de vínculo, con tantas horas compartidas y en el ámbito de lo cotidiano, podría llegar a convertirse en algo muy difícil de tolerar y aceptar, generando incluso hostilidad en el paciente. A la vez, la amistad como tal no puede darse, en la medida en que el trabajo no podría realizarse correctamente: la distancia es necesaria, y si el paciente colocara al AT en el lugar de amigo, cierta autoridad necesaria para validar la intervención del acompañante, se perdería. Hasta podría darse una relación de rivalidad, si el paciente pensase que el AT es su par, su amigo: ¿entonces porque aceptar sus condiciones de encuentro, sus consignas, etc?

Entonces, sería lo adecuado una oscilación, una posición que permita el posicionamiento cercano y como semejante del AT que favorezca el trabajo requerido, pero también que se tengan en claro los límites que enmarcan el vínculo, y que tienen que ver con un marco de encuentro, un encuadre, un horario, un lugar, muy frecuentemente una retribución económica, y una asimetría existente, aunque no sea todo el tiempo tan marcada como lo es cuando se está con el terapeuta. Además la relación estará signada por objetivos a cumplir, en el marco de una estrategia en pos de la recuperación del paciente.
Lic. Sergio Saliche – Psicólogo – MN 25353

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