El más popular de ese estilo de supervivencia es la venta callejera, en puestos improvisados en plazas y calles céntricas del Conurbano, en la venta ambulante a los transeúntes o puerta a puerta, en los colectivos, trenes y en los subtes.
Mercachifle – Pablo Benedini – 2010
Mercachifle
El oficio de buscavidas cubre actividades tan diversas como la vida misma. El termino se origina precisamente en hacer de la búsqueda de recursos una forma vida.
El más popular de ese estilo de supervivencia es la venta callejera, en puestos improvisados en plazas y calles céntricas del Conurbano, en la venta ambulante a los transeúntes o puerta a puerta, en los colectivos, trenes y en los subtes.
El vendedor “busca se caracteriza por un discurso estereotipado, cuya fluidez y convicción depende de la habilidad y las dotes oratorias que tenga. La mercadería, pero tiene una característica es de bajo costo. Por unas monedas, el pasajero puede obtener huegos de lapiceras, herramientas, bijouterie, agenda, guías de transporte público y cuanto producto puedan producir las fabricas nacionales o extranjeras, ya que en épocas de dólar barato, la oferta “busca” de manufacturas importadas vivió su hora más gloriosa.
Pero hay también dentro de esa amplia gama de vendedores, aquellos que montan organizaciones de venta a crédito domiciliaria. Un clásico de esa venta es la ropa de cama, cacerolas, indumentaria, calzado: todo en cómodas cuotas. Es común, sobre todo en el Gran Buenos Aires, ver a esos hombres o mujeres golpeando las manos frente a alguna puerta, en medio del alboroto de los perros. Algunos se mueven con catálogos y muestras, otros mejor provistos con automóviles o camionetas que siguen lentamente su desplazamiento atiborrados de mercadería.
Si bien los “buscas” tradicionales ofrecen mercaderías a cambio de dinero, en los años posteriores a la gran crisis de 2001 se instalaron en calles y plazas artistas improvisados a veces y bastante profesionalizados otras, que en los semáforos ofrecían veloces números de habilidades, desde traga fuegos y malabares hasta la exhibición de destrezas insospechadas.
Un poco más abajo en la complejidad de la oferta de servicios a los transportistas detenidos en los semáforos, están aquellos que limpian parabrisas. También vinculados con la vía publica y a veces con importantes ganancias, existen los “cuida coches”. Esas personas que, en determinadas áreas, generalmente donde se desarrollan espectáculos deportivos o artísticos, aseguran que su tarea consiste en ordenar el estacionamiento de los vehículos en las calles aledañas al lugar de la convocatoria y fundamentalmente protegerlos. En la ciudad de Buenos Aires la actividad alcanzó la envergadura que su existencia hasta fue tema de debate en la legislatura porteña; ya que muchos propietarios se sentían “apretados” por los “cuidas” que fijaban tarifas similares a las de los estacionamientos privados y no fueron pocas las denuncias realizadas acerca de daños sufridos por los rodados de aquellos que se negaban a abonar una tarifa.
Cualquiera fuera su actividad específica, la tarea del “busca” está regida por una serie de códigos no escritos pero respetados a rajatabla; ya que quien los viola puede ser sacado de la actividad por sus pares, al menos en la zona o en el transporte en que se gana la vida. Así vemos “paradas” donde se instala un “busca” con o sin puesto. Monopolizada durante años y cuyo derecho a permanecer es respetado por sus colegas, la división de recorridos en los trenes, la prohibición de vender artículos similares en la misma formación ferroviaria.
Todas esas reglas componer la normativa que rige la convivencia y permite un funcionamiento ordenado de la actividad.
La informalidad del trabajo, la precariedad permanente y la exposición a la persecución policial o de los funcionarios municipales en los casos en que ese tipo se venía está vedada, le agrega una cuota sombría a una forma de ganarse la vida cuya mayor virtud consiste, según los protagonistas “en que nadie te manda”. Si bien los vendedores constituyen la mayor porción de “buscas” en actividad, el termino incluye a otros personajes que van desde gestores de trámites y traficantes de influencias en reparticiones públicas, hasta propietarios de improvisadas agencias de colocación de personal, delivery y de cualquier cosa y a cualquier hora del día o de la madrugada y otras actividades solo limitadas por la imaginación.
Del Libro Personajes en el Tango – Roberto Bongiorno – Editorial Unilat – 2010
¿De dónde proviene la palabra mercachifle?
La palabra «mercachifle» surge del verbo mercar, que es comerciar y se combina con «chifle», que es un silbato para llamar la atención de los potenciales clientes.
«Mercachifle» aparece por primera vez en El primer nueva corónica y buen gobierno, una crónica escrita por Felipe Guamán Poma de Ayala. Es una carta dirigida al Rey de España en la que describe la situación de los indígenas en el Virreinato del Perú. En 1734, vuelve a aparecer en el Diccionario de Autoridades y en 1832, en un artículo de J. A. Ceán Bermúdez y E. Llaguno Amírola publicado en Cartas Españolas.
Data de https://billiken.lat/ –
Busca: Pop. Buscavidas, persona sin profesión ni oficio que procura tareas y negocios diversos para ganarse la vida.
En la primera acepción es abreviación de buscavidas; en la segunda, extensión de significado.
«… Juan Mondiola es un busca que juntó algunos cuentitos dándoles la forma de un libro para chapar unos mangos…».
Miguel Bavio Esquiú – Juan Mondiola – Años 1940
Individuo que está en continua búsqueda de aventuras amorosas
«Ese robusto boleto de la camaradería y las salidas nocturnas con amiguitos, no corre para mí porque yo conozco bien a los buscas de mi tierra.»
Miguel Bavio Esquiú – Juan Mondiola – Años 1940
El Mercachifle
Les voy a robar un minuto de su amable atención
para presentar y entregar en directo del importador
una oferta, señor, que no puede ni debe dejar pasar:
se compra y se vende, barato, productos de calidad.
En el saco del caballero jamás molestará,
en la cartera de la dama ni ahí puede faltar.
Si la lleva de obsequio o regalo, a su suegra sorprenderá.
Y por solo un pesín de la nueva moneda paso a entregar:
billetera de cuero, alicate, chicles, chocolates, piedras de afilar,
hielo seco, cajas de aspirinas, una jabalina, caña de pescar,
electrodos, jabón, bicicletas y un par de chancletas fetem pa’ los pies,
burletes para la heladera y una lapicera que escribe en francés,
un bonito cartel luminoso, trampas para osos y un caloventor…
«¿Cómo no? Sí señor, ya le entrego. Con cambio, por favor.»
Y a quien haya sabido interpretar esta oferta increíble,
se le reintegrará el aporte abonado,
razón por la cual se va a llevar nada más y nada menos que:
una carpa pa’dos personas, diafragma de goma para el calefón,
candelabros, ruleros, ganzúas y un juego de púas para el Wincofón,
un radar, un canguro, un buzón Y LA COLECCIÓN DE NIPPUR DE LAGASH.
Comida para pingüinos, y un práctico y fino condón extra large,
una máquina cuenta billetes, matraca y bonete para el carnaval,
la lámpara de Aladino con genio beduino y camello opcional.
Todo ofrezco recién envasado, sello de aprobado -no puede fallar-.
Buenas tardes, que tengan buen viaje…
¡Chofer! Me bajo acá.
Letra y Música: Silvio Cattaneo
OFIDIO DELLASOPPA Y LAS CUERDAS FLOJAS
en «Tangus Bonaerensis»