Literatura Iberoamericana
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Tradiciones y Costumbres
La escritora de Tehuacán (Puebla, México) Guadalupe Martínez Galindo, nos cuenta acerca de costumbres, hábitos y tradiciones
Tradiciones y Costumbres

A medida que vamos creciendo y adquiriendo un juicio crítico, podemos armonizar o no con esas prácticas heredadas.  Menos mal cuando los padres son tolerantes en cuanto a su ejercicio, pero las relaciones se complican cuando son fanáticos

Por Claudio Valerio

En lo que respecta a la cultura, Argentina es un país rico y, también, en las tradiciones que forman parte de la cultura y que se han sido transmitidas de generación en generación. El ritual del asado, en referencia a lo gastronómico, como también el mate, bebida nacional; por su melancolía y pasión está el tango y, claro está, el fútbol y sus pasiones.

Internacionalmente, los argentinos somos conocidos por ser muy sociables y todos estos elementos sirven para definir la identidad nacional. Además del folklore, con sus variados subgéneros existentes en las diferentes regiones del país, hacen de esta tradicional música de los gauchos una costumbre argentina.

Cuando nos referimos a “La tradición”, nos referimos a las comidas típicas, la música, el arte, el baile y muchas otras realizaciones ya arraigadas por los argentinos en su vida diaria.

Hoy la internacionalmente conocida escritora de Tehuacán (Puebla, México) Guadalupe Martínez Galindo, nos cuenta acerca de costumbres, hábitos y tradiciones, presentes en su bello país, y que forman parte de su cultura.

Tradiciones y Costumbres

Por Guadalupe Martínez Galindo (Tehuacán, Puebla, México)

Por tradición o costumbre, desde que adquirimos uso de razón, después de la primera infancia, nos vamos dando cuenta, de que nuestra familia fomenta relaciones con el entorno, que la han condicionado a reunirse para compartir devociones religiosas o prácticas políticas determinadas. 

A medida que vamos creciendo y adquiriendo un juicio crítico, podemos armonizar o no con esas prácticas heredadas.  Menos mal cuando los padres son tolerantes en cuanto a su ejercicio, pero las relaciones se complican cuando son fanáticos y aspiran a que sus descendientes  también lo sean.

La capacidad que cada uno de nosotros tiene para impulsar sus propios proyectos tendientes no sólo a la obtención de sus personales objetivos, sino de obras positivas de interés común con su contexto, están siendo desperdiciados a veces, en causas intrascendentes, que liderazgos dudosos en la nobleza de sus fines, nos incitan a seguir para su propio beneficio.

Participar en los asuntos políticos de nuestro país en forma mesurada es obligado y benéfico. 

Cada cierto tiempo, cuando van a cambiar las personas que encabezarán el gobierno  en regímenes democráticos se consulta a través del voto a los habitantes, informarnos de lo que proponen los diferentes candidatos, es sano y elegir con nuestro sufragio, la propuesta que más se adapte a nuestros ideales de administración pública, pero una vez pasada la fecha de los comicios, cuando las autoridades constatando su legalidad, decreten a un equipo ganador, aunque no haya sido elegido el de nuestra preferencia, hay que aceptar los resultados y reconocer que nunca ningún gobierno en ningún lado, va a solucionar los problemas de cada ciudadano.  Si resulta bueno pondrá las condiciones para un desarrollo armónico, si no lo es, defraudará a quienes lo eligieron y buscará sólo favorecer a sus intereses.  Como electores hay que aceptar ambas posibilidades y hacer lo necesario para mantenernos a flote con quienes de nosotros dependen, es nuestra lucha personal. Y esperar las nuevas elecciones para escoger de nuevo a la opción de nuestra preferencia.  En el tiempo intermedio mostrar fanatismo y favorecer el desorden público quita tiempo, dinero, esfuerzo. Al haberle dado el voto, quienes lo hicieron, le ratificaron su confianza y hay que aceptar sus aciertos y errores intentando que estos últimos nos lesionen lo menos posible.

En el aspecto religioso pasa algo semejante, aunque los alcances de los falsos líderes son mayores y las consecuencias de caer en fanatismo de parte de la gente, mucho más peligrosas.  La mayoría de las religiones oficialmente reconocidas tienden al bien y a la verdad, aunque se han comercializado mucho últimamente con honrosas excepciones.  Sin embargo, han surgido en muchas partes sectas que aprovechando la credulidad de sus adeptos, los adoctrinan, fanatizan, siembran en ellos un miedo a las consecuencias presentes y eternas de no obedecer ciegamente a sus líderes y esclavizan sus voluntades y conciencias despojándoles no sólo de su tranquilidad, sino incluso de sus bienes materiales en favor de quienes dirigen estos grupos en donde priva el fanatismo más recalcitrante. En casos extremos hemos conocido casos de suicidios colectivos entre los integrantes de estos grupos, instigados por  sus dirigentes.

Es inconcebible qué en esta tercera década del siglo XXI, con los adelantos tecnológicos, de comunicación e información que contamos, se den aún estos penosos hechos, ante cuyo embate hay que estar muy atentos para no caer entre sus redes de fanatismo, en lo personal o algún integrante de nuestra familia.

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