Fuera de Serie
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Misa de Medianoche
Acá no predominan los sustos como en otras producciones del director, la tensión creciente es mucho más importante
Misa de Medianoche

Mike Flanagan se convirtió gradualmente en uno de los autores audiovisuales de terror más destacados de la nueva generación a fuerza de obras de gran calidad. Incluso sus “peores” films son buenas películas, con escenas de genuina tensión, algún toque maestro a la hora de posicionar la cámara, con oficio para armar sus elencos y equipo técnico, dando por resultado pasajes visuales maravillosos, cargados de poética y estética.

Todo esto lo consiguió gracias a su trabajo, tomando franquicias con poco potencial como Ouija y transformándola en algo especial con Ouija: el comienzo, uno de esos raros casos en donde la precuela es mejor que la original. Hush, su film de 2016, probó que aparte de dirigir el hombre sabe escribir guiones capaces de atrapar al espectador. La consagración le llegó gracias a dos miniseries para Netflix que trataban dilemas humanos profundos enmarcados en un contexto de terror con fantasmas: La Maldición de Hill House y su secuela espiritual, La Maldición de Bly Manor, consolidaron el terreno para Flanagan y lo posicionaron en un lugar de privilegio dentro de la industria, ya que al artista se le da rienda libre para que desarrolle sus proyectos porque los productores saben que acá hay una voz en la cual el público confía.

Misa de Medianoche es un proyecto extremadamente personal para el director. Comenzó a concebir la historia casi una década atrás, y a lo largo de sus producciones dejó indicios sobre la existencia de este material. En Hush la escritora sorda que encarna Kate Siegel (protagonista del film, de esta miniserie, actriz fetiche del director y encima esposa del mismo) escribió un libro llamado Misa de Medianoche. En otro de sus films, El Juego de Gerald —adaptación de un libro de Stephen King— la protagonista le lanza el mismo libro a un perro que está a punto de atacarla. Mike Flanagan había escrito esbozos de la novela en el pasado y su mujer siempre pensó que en algún momento vería la luz como un libro y no una miniserie.

Tras encabezar La Maldición de Bly Manor dirigiendo un episodio y produciendo el resto, Netflix le dio el aval para llevar adelante su proyecto soñado. En plena pandemia comenzó el rodaje de Misa de Medianoche, y un año después el público pudo asistir a otro espectáculo cargado de drama, tensión y terror, la especialidad de la casa.

La historia comienza con Riley Flynn (Zach Gilford), un joven emprendedor tecnológico que mata en un accidente automovilístico a una joven. Tras una estadía de cuatro años en la cárcel retorna a su hogar de la infancia en la isla Crockett Island, una comunidad pequeña, católica hasta la médula, en donde deberá encontrar un propósito para su arruinada vida. Allí lo espera su padre pescador Ed (Henry Thomas, otro de los actores fetiches de Flanagan), su madre Annie (Kristin Lehman) y su hermano Warren (Igby Rigney), quienes resienten el pasado del hijo mayor e intentarán encaminarlo una vez más en el camino de la fe cristiana.

Crockett Island sufre la ausencia del histórico sacerdote local, el monseñor Pruitt, y reciben con ojos un poco sospechosos al reemplazo temporal, el carismático padre Paul Hill, quien comandará los servicios religiosos e intentará insertarse en una comunidad casi hermética, aislada del continente y con su propio juego de reglas implícitas. Riley y el Padre Hill no son las únicas caras nuevas, ya que se les sumó semanas el Sheriff Hassan junto a su hijo Ali, ambos musulmanes practicantes cuya fe es, a los ojos de algunos, una amenaza a los cánones espirituales.

Bev, interpretada por Samantha Sloyan, cumple múltiples funciones dentro de la Iglesia y en el colegio, es una ferviente creyente, de esas capaces de recitar de memoria el Antiguo y Nuevo testamento, y siempre encuentra un versículo capaz de justificar hasta la acción más horrible como un acto del Señor. Ella será la guía del Padre Hill para insertarse en el pueblo, sin ningún tipo de respeto por los espacios personales del hombre. Bev también está ligada a la caída en desgracia de su isla, ya que fue la promotora de un acuerdo petrolífero que terminó en desastre para los pescadores tras un derrame, y encima parece que la mujer se llevó una buena tajada de dinero en el proceso.

Riley retoma la relación de amistad con Erin Green (Kate Siegel), la maestra de la isla, embarazada de cuatro meses que escapó de un matrimonio abusivo en el continente y la devolvió a la casa de su madre fallecida, tomando también su puesto en el colegio. Los dos amigos vuelven a conectar tras más de una década. Él abandonó su fe tras el accidente que lo llevó a convertirse involuntariamente en un asesino, mientras que ella encuentra confort en la palabra de Dios. Ambos personajes se convierten en las principales voces que exponen los contrapuntos entre el dogmatismo cristiano y el ateísmo, una de las temáticas principales de Misa de Medianoche.

La trama avanza cuando ciertos “milagros” comienzan a ocurrir en la comunidad, a la par de ciertas tragedias. Leeza, una joven que quedó paralítica tras recibir un disparo en la espalda, vuelve a caminar en medio de una misa. La madre de la doctora del pueblo, Mildred (Alex Essoe) empieza a recuperarse de una enfermedad neurodegenerativa que la dejó postrada, justo después que el Padre Hill comenzara a practicar las misas en la habitación de la anciana. Todos los habitantes que asisten a la pequeña iglesia experimentan algún tipo de alivio en su vida cotidiana, desde la erradicación de dolores crónicos o mejoras en la visión hasta un claro rejuvenecimiento.

Estos hechos milagrosos tienen una contraparte que parece contrastar con muertes misteriosas para la comunidad, desapariciones de personas y hasta la pérdida del embarazo de Erin. Como reza el popular refrán, parece que Dios aprieta pero no ahorca en la isla.

El fervor religioso va en aumento, la gente se siente atraída hacia el sacerdote, cuyas homilías crecen en intensidad. El Padre Hill habla sobre la resurrección de la isla, sobre la vida nueva que llegó a la comunidad y sobre la conformación de un “ejército de Dios” que dará paso a una nueva era, en donde la muerte no será un problema y la vida eterna no tendrá lugar en el Cielo sino sobre la tierra. Las palabras son atractivas, e incluso llegan hasta el hijo del sheriff, Ali, que cuestiona su fe y comienza a asistir a las misas pese a los intentos de su padre para retenerlo.

Semejantes cambios, en apariencia positivos, esconden un secreto tenebroso detrás que irá tejiendo una telaraña de muerte, horror y la inevitable condena a pesar de los esfuerzos de unos pocos para evitar una catástrofe potencialmente global.

El terror en Misa de Medianoche tiene un costado sobrenatural que es mejor no spoilear en esta nota, cuanto menos se sepa sobre aquellos giros en la trama, mejor. La experiencia se beneficia de estas sorpresas, que no son para nada gratuitas, y le dan una vuelta de tuerca asombrosa a un tipo de monstruo en particular, muy famoso y utilizado hasta el hartazgo que Mike Flanagan adopta, reescribe y adapta a su historia de forma genial. Es ver para creer, como los milagros que se suceden en Crockett Island.

Otro de los elementos más contraculturales que propone Flanagan es la reformulación de la figura del sheriff, una de las más clásicas en la cultura estadounidense. Habitualmente se lo representa como un hombre blanco, de carácter duro y pocas palabras, y en general católico o alineado al pensamiento cristiano. Acá el director elige al excelente Rahul Kohli, actor londinense de origen indio, que no profesa ningún tipo de creencia religiosa en su vida real.Poner a un hombre de color y musulmán —estereotipo de los enemigos del imperio estadounidense desde el 2001— es un acto de valentía simbólica enorme. El sheriff Hassan es un hombre amable, que no busca intimidar a nadie, no va en contra de las creencias católicas (incluso, en un capítulo, explica que Jesús es un profeta más dentro de su religión) y ni siquiera porta un arma en sus jornadas. Esta caracterización de un personaje secundario pero importante le aporta a la narrativa líneas de subtexto suculentas, que tal vez pueden perderse en el medio del caos que se va desatando a lo largo del tercer acto.

Más allá de los eventos más de “fantasía”, la miniserie apela al horror religioso, a los peligros inherentes a la fe dogmática, ciega, capaz de causar dolor en la gente en pos de un “plan divino”. En Misa de Medianoche podemos ver como un grupo de gente de vida simple, trabajadora, alejada de la existencia cosmopolita de las grandes ciudades empieza a convertirse en un culto sin darse cuenta. Los “milagros” parecen ser el comodín para ejercer la violencia, y la devoción por la figura de autoridad funciona como una venda sobre los ojos de la mayoría. La ciencia se convierte poco a poco en el enemigo de la fe, las respuestas empíricas no tienen lugar dentro de la obra de Dios. La razón cede lugar a las creencias místicas, y los que piensen distinto —o crean distinto— son potenciales enemigos de la resurrección que les fue prometida.

Es probable que algunos puristas de la doctrina cristiana levanten la voz contra la serie, ya que es un permanente análisis de las Escrituras Sagradas y, sobre todo, la interpretación que le dan los fanáticos religiosos a aquellos libros. Flanagan hace un uso fantástico de la mitología católica, establece un paralelismo con sus monstruos por demás inteligente. En género como el terror en donde la sangre es un elemento importante, pocos religiones están tan cargadas de pasajes sangrientos y capaces de generar genuino horror como los que describen el Antiguo y Nuevo Testamento. El uso de la religión como motor de una historia que da miedo está más que justificado incluso dentro de la misma doctrina:

Decía con fuerte voz: «Teman a Dios y denle alabanza, pues ya llegó la hora en que él ha de juzgar. Adoren al que hizo el cielo y la tierra, el mar y los manantiales.» Apocalipsis 14:7

Las actuaciones en Misa de Medianoche son, a nivel general, impresionantes. Todos brillan en sus roles, todos tienen momentos destacados, frases memorables y momentos de acción que impactan. Sin embargo es Hamish Linklater quien se roba el espectáculo, por goleada como se dice en la jerga popular. El hombre viene de una serie de roles secundarios en producciones no tan conocidas, y explota acá como el carismático Padre Hill. Su interpretación es una clase maestra, repleta de matices que van desde una posición paternal con su congregación, momentos de fervor religioso que consiguen transmitir al espectador el regocijo religioso que él siente. Y en los momentos más oscuros Linklater consigue transmitir una sensación de amenaza latente, nunca explícita, con miradas, con inflexiones en el tono de voz, con algún gesto sutil. En un elenco de primera, el protagonista definitivo es el Padre Hill, un personaje que quedará en los anales del género.

Misa de Medianoche es —a criterio de quien escribe— la mejor obra de Mike Flanagan. Se nota la pasión por el material, se nota la década de trabajo detrás y, sobre todo, se nota que el hombre aplicó todo lo que fue aprendiendo en su prodigiosa producción a lo largo de los años. La serie se toma todo el tiempo que necesita en desarrollar los personajes, una tarea difícil incluso para una serie cuando hablamos de una historia coral. Los diálogos son preponderantes y la “acción” está bien dosificada. Acá no predominan los sustos como en otras producciones del director, la tensión creciente es mucho más importante, es la norma, y cuando el horror más explícito aparece, es más efectivo.

Los siete capítulos de la miniserie se pueden disfrutar en la plataforma Netflix, y es ideal para maratonear en pleno octubre.

Dedicado al gran amigo “Aku” Jaton

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